Yo nunca me resisto a jugar. Por eso, me froté las manos cuando recibí, con el grupo-facebook de efebecarios repartidos por el globo por remitente, este mensaje:
María propone desde su blog, después de un apasionado debate sobre los cielos de nuestras respectivas ciudades, que el sábado día 6 fotografiemos los cielos de nuestros destinos para hacer un trabajo comparativo y decidir que cielo mola más.
La idea es colgar luego las fotos en los blogs, pero los que no tengan blog que se animen y las cuelguen en el foro,
explicaba la convocatoria.
Luego, Álex añadía:
En realidad no es un “a ver qué cielo mola más” si no un “¿Y de qué color se verá el cielo de Lima hoy?”, “¿Qué ve Nina en este momento si levanta la vista al cielo?”… pero como es más cursi, podemos hacer la competición, jaja…
Yo creo que me quedé con la parte cursi. Me apetecía mandarles y mandaros un poco de mi cielo, as-smá dieli, as-smá diel Al Maghreb.
Hice muchas fotos, el sábado. Fotos del cielo con el mar abajo, del cielo atravesado por minaretes, del cielo desde calles estrechas, del cielo sobre Salé. En un mismo día, claro, como siempre aquí, tuve tanto limpísimos cielos azules, como nubes blancas, como borrosos y torrenciales cielos mojados. Soles pequeños y lunas enormes.
Pero al final concluí que, si hay que elegir, creo que mi cielo rabatí es éste.
El que se cierra de pronto amenazando tormenta un rato antes de anochecer, casi negro, un poco azul, ventoso pero caliente, agitando las palmeras y los velos, emborronando las banderas. Sin atreverse a teñir apenas las murallas de la medina, con su barro de siglos. Como una sombra protectora de la vida de abajo.
Sí, creo que ése es mi cielo.
Y cuando empieza a llover, no me voy a casa.
(Por supuesto, y aprovechando que por problemas de conexión llego tarde, el post también sirve para deciros que no dejéis de mirar arriba para ver el crepúsculo sobre Bogotá y sus vuelos sin rumbo, mi tan añorado skyline de París, el caos mexicano que se huele hasta en el cielo, este haiku pekinés azul sin mácula, el frío de la primavera belga, un momento de calma india con su gran sol. ¡Y apuesto a que se unirán más a lo largo del día!)
Qué idea preciosa. Unir los cielos… me gusta el tuyo. Que sigas disfrutando la experiencia, reina mora asturiana. Besos y abrazos grandes.
Me encanta, me parece percibir el olor a ierra mojada que precede a la tormenta.
(He de reconocer que la del anti-cursismo tb era yo, pero la verdad es que viendo vuestras fotos, hay que decir que me alegro de que cada uno haya elegido el momento más suyo, cursi, sosegado, expresivo, explosivo… suyo).
Un beso, cielo 😉
Qué pasada de colores!
Espero que podamos seguir haciendo “encuentros” como éste para poder seguir siéntonos cerca pese a la distancia.
Un besazo!
Qué buena la foto, el color de la arcilla que le da ese tono soleado al cielo gris…Bella, bella, bella…Mil besos bogotanos.
Rabat y Bogotá no son tan diferentes si alzas la vista, por lo que veo. A mí me pasó igual. Hice decenas de fotos con cielos azules, despejados, lindos, tranquilos, pero solo podía quedarme o con el que finalmente publiqué o con otro en el que toda la ciudad se exhibía encapotada por un grisáceo cielo que amenaza tormenta inminente. Solo esos hacían justicia a la verdadera Bogotá que cada día me cubre. Solo este muestra tu Rabat diario.
Así que me alegro de que hayas mostrado al final esta foto y que la hayas acompañado, como siempre, de las palabras justas pero totalmente oportunas y acertadas. Puede sentirse incluso el crujido de las nubes dándose codazos las unas a las otras, o el olor a humedad incipiente al que se refiere María.
¿para cuando la siguiente convocatoria con una temática distinta?