Un aparcamiento en el jardín de las Hespérides

En el centro del Tao, el Centro de Interpretación del Tao;

pero en el centro del Centro de Interpretación del Tao, ni gota de Tao”

(T.S. Norio)

Siempre he sido bastante fan de las teorías que mantienen que determinados lugares desprenden una energía especial, alguna clase de mágica atracción, que es la que hace que, siglo tras siglo, época tras época, diferentes pueblos asienten allí sus ciudades, adoren allí a sus dioses, instalen allí mercados o palacios. En ellos, los habitantes tienen sueños peculiares, se producen hechos insospechados, se sienten cosas.

Algunas veces, hablando de ello con gente, hemos tratado de desarrollar teorías. “Habrá corrientes subterráneas de agua”, “habrá alineaciones especiales de estrellas”, “habrá imantaciones o fallas tectónicas o pasos de meridianos”. “Será que la acumulación de las energías a lo largo del tiempo ha generado un campo de fuerzas que se ha quedado ahí flotandoy por eso pasan cosas así”.

Qué sé yo, especulamos así, nos gusta.

El caso es que, llamadme mística, me ha vuelto a ocurrir.

La semana pasada, siguiendo las huellas de una protesta, llegué a la ciudad de Larache, la que a lo largo de las décadas ha sido llamado “perla del Atlántico”, “joya de África”, epítetos variados que cantaran la bondad de sus gentes, la belleza de sus plazas, el azul de su mar. Junto a la ciudad se encuentra el yacimiento de Lixus, que es lo que me llevaba allí.

Ese día se organizaba, en un café de la ciudad, un acto para gritar alto y claro que no se puede hacer lo que sea con ese yacimiento, y a contar eso iba.

Para que me enterara de algo, antes de asistir a la charla, los organizadores me llevaron a conocer Lixus. Paseé junto a los arcos que albergaron el caminar cansado de viejos griegos, vi el fondo de los pozos donde se mezclaba la afrodisiaca garúa y contemplé sobrecogida el mismo paisaje que servía de escenografía a las representaciones del anfiteatro romano. Descansé junto a pozos fenicios, transité los caminos adoquinados por conquistadores musulmanes, fui devorada por mosquitos que -quise pensar- tenían la misma edad que las piedras y también las defendían a su manera.

No encontré manzanas doradas pero vi volar flamencos frente al viejo jardín de las Hespérides.

Sin embargo, cuando volví a nuestro tiempo, pese a todo el cariño que me suscitaba la historia, la crónica que escribí tuvo algunos errores. Quiero señalar uno, uno de ese género que tanto nos enfada y que nos hace despotricar, tras cada reseña, tras cada entrevista: “en serio, qué les pasa a los periodistas, por qué son incapaces de escribir un puñetero nombre bien”. Dedicadme improperios. Pero por si, como dicen, rectificar es de sabios, diré que donde dice “Sergio Barce, arqueólogo valenciano”, debe decir “Sergio Barce, escritor malagueño nacido en Larache”. Traspapeles de notas, despistes de fiebre. Todas mis disculpas, Sergio y lectores. Espero que, omnipotencia de Google mediante, todo el que llegue a la nota pueda también llegar aquí. (Y aprovecho el escrito de desagravio para recomendaros que os deis una vuelta por su blog, en el que además podréis aprender más cosas de Larache y otras hierbas).

Para que sepáis un poco sobre este lugar, para que sepáis un poco de sus problemas, aquí os dejo la crónica. Pero con esa vocación de almacén de bonus tracks que tiene este cajón de gato, no os dejo la que podéis encontrar en los buscadores, sino la versión original, a la que luego hubo que quitar y poner algunas cosas por exigencias del guion. Por supuesto, en ella no se habla de energías y corrientes subterráneas. Se habla de apisonadoras, aparcamientos y contratos de obra, porque de eso va esta historia. Como todas las historias, por lo demás (me daba cuenta el otro día: todos los cuentos que me gusta escribir son el mismo).

Al fin y al cabo, si Hércules volviera hoy al jardín, probablemente ese sería el rostro de su titán.

3000 años de historia amenazados por un proyecto de restauración

Rabat, 31 oct.- Los restos de la ciudad fenicia de Lixus, de más de 3000 años de antigüedad, están en peligro por un proyecto del Ministerio marroquí de Cultura, que prevé construir entre ellos un centro de interpretación, un museo y un aparcamiento.
El yacimiento, en el que los vestigios fenicios conviven con los romanos, griegos y musulmanes, se extiende sobre una colina a las afueras de la ciudad costera de Larache (norte de Marruecos), cuyos habitantes se han levantado contra este proyecto.
Sus protestas, y el hecho de que al comenzar las obras el pasado verano aparecieran nuevos restos a solo medio metro de la superficie, han logrado que la construcción del complejo se pare temporalmente, aunque no así la de la muralla de hormigón que va a cerrar el recinto, ya muy avanzada.
“No estamos en contra de construir un conservatorio y un museo y cuidar Lixus, pero estamos en contra de construir dentro de Lixus, y de que sea un edificio moderno, chocante con lo arqueológico y lo histórico”, explicó a EFE Abderrahman Lanjri, miembro fundador de la plataforma SOS Lixus.
De un montón de tierra junto a las obras de la muralla, Lanjri recoge varios pedazos de cerámica: “Esto es una jarra, por ejemplo. La gente que está construyendo no respeta lo que encuentra. Y en Lixus la mayoría de las cosas están todavía bajo el barro”.
“Del yacimiento sólo se ha descubierto el 10%, por lo que se supone que hay debe haber una riqueza increíble”, corrobora el escritor malagueño nacido en Larache Sergio Barce, que apunta que “si con solo eso descubierto ya se está haciendo un parking para 500 vehículos, algo no cuadra”.
Bajo la maleza, en la parte que sí está a la luz, la forma de la antigua ciudad se revela en vestigios que van apareciendo poco a poco: cubas para la salazón de pescados, arcos de acueductos, plantas de viviendas o templos, caminos…
Hasta llegar al que los expertos señalan como “el tesoro” de Lixus, el anfiteatro romano, que se alza en lo alto del promontorio, construido de tal manera que tras lo que antiguamente era el escenario se despliega un paisaje protegido de humedales, cruzado por el río Lukos y poblado de aves migratorias.
“Es un anfiteatro muy especial, uno de los más extraños que hay en la arqueología. Es extraño por sus formas, dimensiones, y porque es el único en toda Mauritania Antigua”, explica Barce.
En Lixus, no solo están en peligro siglos de historia, sino también años de trabajo, como atestigua Moktar Hanach, que lleva 40 años siendo guarda del yacimiento, un oficio que heredó de su padre.
Como él, vivió toda su vida -hasta hace unos meses- en una pequeña casa dentro del yacimiento, a pocos metros de donde se proyecta construir el complejo, que fue destruida al comenzar el proyecto con el argumento de que “no se puede construir en la zona”.
Así, Hanach conoce todas las historias, y se atreve a afirmar que “los mejores años para este yacimiento fueron entre 1923 y 1969, cuando más de cien arqueólogos de muchos países se pasaban trabajando aquí todos los meses sin lluvia”.
“Ahora es diferente, solo vienen pequeños equipos, un mes o dos cada año, y se van sin tener tiempo a casi nada”, cuenta en el castellano mezclado con árabe de los habitantes de esta zona, que fue parte del Protectorado español.
Mientras Hanach continuaba escudriñando a los visitantes que se acercaban al yacimiento, hoy de acceso libre, en Larache, el Café Lixus (cuyo nombre atestigua que el yacimiento es parte importante del imaginario de la ciudad) acogía la conferencia organizada por la plataforma SOS Lixus, formada por asociaciones locales e internacionales, para concienciar a sus vecinos.
Durante más de cinco horas, una decena de expertos preocupados por el yacimiento explicaron, como resumió Barce, que “es necesario empezar a moverse y buscar soluciones alternativas”.
Lanjri recordó que el yacimiento se enfrenta a otros peligros, como el expolio, frecuente en la zona y que ya ha causado la desparición de algunos vestigios, como pilares y mosaicos.
Por eso, insistió en que “un proyecto de protección es necesario” pero lo que pretenden es “trabajar con el delegado de cultura para adaptarlo a la zona ambiental, arqueológica y ecológica”.
Mientras pelean por ello, paseando por Larache sus camisetas con la inscripción “No toquéis Lixus” y explicando el problema, el yacimiento sigue viendo, desde su escondite bajo las malas hierbas, pasar la Historia.

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2 thoughts to “Un aparcamiento en el jardín de las Hespérides”

  1. Quería agradecerte la rectificación que has efectuado sobre mí en tu artículo sobre Lixus. De sabios es rectificar, y este tipo de errores, como bien dices, suelen originarse por las prisas que nos impone este mundo en el que vivimos.
    También te agradezco que hayas mencionado mi blog, que siempre estará abierto para ti, por supuesto.
    De todas maneras, me regocijaba al imaginar qué estarían pensando algunos cuando descubriesen que de pronto también era “arqueólogo”. No deja de tener su gracia.
    Me ha gustado mucho lo que has escrito sobre Lixus, el jardín de las Hespérides…
    Un abrazo

    sergio barce

  2. Gracias, Sergio, por la comprensión y el mensaje. Efectivamente, tantas cosas en las que pensar y que tener en cuenta acaban llevando a mezclar datos y cometer errores… Siento que te haya tocado, y me alegro de haber podido rectificarlo aunque sea por aquí.
    Un abrazo y hasta otra ocasión!

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