Con los ojos como platos

A este poema, yo siempre le quitaba los dos últimos versos. A la hora de colgarlo en paredes o regalos, siempre había un séquito de puntos suspensivos detrás de Séneca.

Pero hoy, tras unas cuantas horas con los fantasmas rondando y los ojos como platos, entiendo por fin el final.  No creo que sea como para darme la enhorabuena. Read More

Feliz 1387

Yo siempre celebro el Año Nuevo tantas veces como puedo. Así es posible remendar deseos y propósitos a los desajustes del tiempo que pasa sin salir muy mal parada en las comparaciones de meses. Últimamente, por ejemplo, a las cosas dichas con uvas, les sumé unas cuantas la noche que volví a no ver dragones pero casi. Y así todo el rato. Enmendando, remendando.

Mañana empieza, con el equinoccio, el año nuevo persa. 1387. A las 06.48. No es que esté yo en estos tiempos precisamente muy por Zoroastro y Shere Khan, pero, qué coño, tampoco están en Irán los hornos para bollos y sin embargo por lo visto ya están todos calentándose para que salgan bien los platos del Nowruz.

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El taxista de La Habana y los hoteles abiertos

Me acuerdo, inevitablemente, de aquel taxista que nos llevó de Coppelia al hotel, en La Habana. El que nos dijo:

– ¿Les gusta mi país, verdad? A mí también me gustaría el suyo. Pero yo no puedo ir.

Aquel taxista inmensamente enfadado e inmensamente correcto. Que nos dijo:

– Cómo no les va a gustar, si es un país hecho para ustedes. Sólo para ustedes. ¿Saben que yo, aunque ahorre toda la plata que hace falta, no puedo entrar en uno de sus hoteles? ¿Saben  que si yo llevo a unos turistas a un hotel de Varadero, desde la puerta tengo que darme la vuelta seguido? ¿Que ni aunque tenga la plata puedo pasar con mi familia un día de descanso en la piscina de un hotel en este país? ¿Que no puedo viajar, que como cubano no tengo permitido irme de viaje a Santiago, si quiero? Read More