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ELECCIONES GENERALES. DÍA 12 DE CAMPAÑA (SANTANDER-OVIEDO) (O NO) – Sofía

Con las cosas de la poesía hay un dilema que he tenido siempre. Resulta que tengo amigas, amigos, que son poetas. Buenos amigos que son buenos poetas. Y hasta excelentes amigos que son excelentes poetas. Eso siempre me ha generado un problema cuando llega el momento de participar en un jurado, seleccionar autores para un evento o de escribir una reseña. Evidentemente, cierta visión estricta de la ecuanimidad parece obligarme a dejar a los excelentes poetas que tienen la mala pata de ser amigos míos fuera de todo. No me quedo demasiado contenta con eso. No me parece que la justicia haya que conjugarla necesariamente así.

Me vi en una duda parecida cuando pensé en escribir este post. Yo quiero hablaros de mi candidata, pero reulta que mi candidata es mi amiga. “¿Será esto algo que no se debe hacer?” era una pregunta que me rondaba.

Pero mirad. Lleváis dos semanas acompañándome con vuestra lectura en cumbres y en valles, en risas y dudas, en cómo está la que soy en las cosas que hago. Ya sabéis mucho de mí. ¿Por qué no iba a hablaros de Sofía tal y como quiero hablaros de Sofía?

La etapa del viaje que más ilusión me hacía era la del día 12 de campaña. Parada en Oviedo. Es inevitablemente emocionante llevarte a tu lugar esta aventura. Sabía que podría ver un rato a mis padres, que saludaría entre bambalinas a algunos amigos. Y que tendría ocasión de ver, quizá por única vez en mi vida, dar un mitin a Sofía Castañón.

Al final, no fue posible. No estuve allí. Parte del equipo de campaña tuvo que dar un vlantazo y volver por unas horas a Madrid.

Durante toda la tarde me iban llegando los mensajes que contaban cómo se iba llenando el Palacio de los Deportes de Oviedo. Qué bonito estaba. Cuánta gente amiga.

Y, sobre todo, una y otra vez, lo bueno que había sido el discurso de Sofía.

Nadie nos habría dicho, cuando nos conocimos hace cosa de diez o doce años, que nos veríamos en estas. Ella llegaba por medio de A., y como A. es de esas personas que son un pasaporte que convierte automáticamente en amigo a quienquiera que llegue con ella, Sofía enseguida fue amiga. Y compañera de tantas aventuras. La revista Hesperya, empeño universitario por llenarlo todo de poesía. El festival La Ciudad en Llamas, que cambió nuestras vidas en tantos sentidos. Tantos viajes, tantos recitales, tantas escrituras.

Como en toda amistad, a veces ha sido fácil y a veces ha sido menos fácil. Nos hemos entendido, desentendido, enfadado, desenfadado, perdido y recuperado. Hemos compartido secretos, alegrías, miedos, amores y desamores.

He visto a Sofía pelear por sacar sus libros, y, sobre todo, por sacar los libros de otros. He visto a Sofía pelear junto a su compañero Juan por su empresa, una productora audiovisual, que es como decir: pelear por contar las historias de otros. He visto a Sofía desear ser madre, y luego quedarse embarazada, y luego ser madre, feliz y concienzuda madre de E., que con tres años ya sabe gritar “Sí se puede”. He visto a Sofía trabaja durante años en “Se dice poeta”, un documental en el que nos da voz a muchas otras para contar lo que es ser mujer y hacer literatura.

Y, desde que Podemos llegó a nuestras vidas, he visto a Sofía hacer otras cosas, diferentes y a la vez muy parecidas. La he visto dejarse la piel en su círculo, y luego en su Consejo Ciudadano, y luego en la campaña autonómica. Y ahora aquí. La he visto llorar mucho, aunque también la he visto sonreír mucho. La he visto pelear contra las estructuras que atrapan y contra las inercias que lastran. E ir creciendo, creciendo, creciendo en cada nuevo paso. Buscando siempre “palabras nuevas para la nueva historia”, bucando siempre un decir bueno, y veraz, y libre (que es algo así como lo contrario a lo que nos tiene acostumbrados la política).

Os puedo asegurar que ella no quería ser candidata de nada. Lo hizo porque se lo pedimos muchos amigos, y también porque se lo trataron de impedir muchos no-amigos; y por responsabilidad, y por compromiso. Y porque llega un punto en el que solo puedes hacer lo que todo te dice que tienes que hacer, supongo.

Será diputada no por ella, sino por otros. No le va a costar hacerlo así, porque es lo que lleva haciendo siempre.

No olvidar y sonreír, es en efecto lo que ella hace en la vida. En lo que nos encontramos.

Yo voto en Asturias porque nunca llegué a empadronarme en un lugar distinto a la Pola. Muchas veces he lamentado esto, muchas veces he querido votar en donde vivo, votar a compañeros. Pero esta vez voto feliz. El otro día, cuando metía la papeleta en el sobre en Correos, se me escapaba una lágrima.

Gracias, Sofía, por hacer esto. Eres la mejor candidata que podríamos tener. Te esperamos en Madrid, ya sabes que tienes casa muy cerquita del Congreso.

Y como ella se explica mejor a sí misma con sus textos de lo que podría hacer nadie por ella, aquí os dejo un poema suyo: el que escribió cuando decidió dar el sí y meterse en este lío.

Alguien que se parece a mí sale todas las noches
de una tienda de campaña
y dice:
Yo. Yo
también.

Algo que una vez no ocurrió
se repite y se repite.

Interior. Noche. Doce años.
Los monitores no miraban y salimos de las tiendas.
Exterior. Voces. Carreras
prohibidas y nada más.
El delicioso filo de la desobediencia.

Llegaron las linternas. Corrimos
al centro de nuestros puestos.
Pillaron a uno. Solo a uno.

Todos los demás permanecimos dentro
de allí donde debíams estar.
Un tremendo silencio.
El castigo fue todo solo suyo.
Ninguna cremallera subió
para liberar la disidencia.

Tantas noches he querido salir
y hablar alto. Hablar claro.
Tantas noches he pensado: Yo. Yo también.

A la mañana siguiente en el desayuno
confesé que quise haber salido.
Dar la cara. Que la riña se compartiera.
O decir que no era para tanto.
Entre galletas y colacao me dijern
que si alguien lo hubiera hecho
otros habrían seguido el ejemplo.

¿Qué opciones tenemos
frente a un recuerdo que no sucede?
¿Qué victoria posible
sobre o que constantemente no ha sido?

En esta noche permanente espero
ahi justo donde estoy
con las manos en la cremallera de la tienda.
La vo aclarada. El pulso,
pulso.

Este es mi modo de pedir el voto:
Sofía ya bajó la cremallera de la tienda; ahora es el turno de que lo hagamos los demás.

(La foto, si no recuerdo mal, es de Marta de la Aldea).

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