Por algo es la ciudad en llamas ;)

Volver a casa es muchas cosas. Muy exótico, como dice Bunbury. Es máquinas del tiempo, y sonrisas siempre, y un poco de porquénomequedo, y las charlas que ayudan a pasar el invierno, y los planes de viajes, y el miedo a crecer, y los viejos amigos -y los amigos nuevos-. La cerveza y el mar.

Y es, cada vez más, que, como dice el Flaco, Oviedo arde. Y las noches, largas, se llenan de versos, se llenan de música. Nuevas cosas que meter al equipaje.

Por ejemplo, encontrar encima de mi mesa, el ejemplar de este año del libro que se edita tras los recitales de poesía en Valdediós, y, hojeándolo deprisa, quedarse pillada con un poema de traiciones y andar volviendo a él todo el fin de semana, leérselo a todo el mundo.

Por ejemplo, que te lleven de concierto a la Calleja, casa de tantos, al de un grupo que no te suena y que resulta sonar como suena el rock en Argentina. Y que quien abre la noche cante un vals divertido que no puedas dejar de buscar.

Porque así es. Por algo decimos que es la ciudad en llamas. Porque las noches arden y una se va con más calor. Porque está llena de fueguitos.

Un placer. Cojo el tren al sur como el que coge un taxi a Lisboa (como un taxi luz verde, luz en calma, que te devuelve a tu lugar), como un traidor satisfecho.

Así, con más fuegos en la maleta. Más ardiendo.

 

TEMA DEL TRAIDOR Y DEL HÉROE

Lo conocí. Apenas era nadie.
Pero rápido vi que no era otro
más. Me acerqué. Le hablé. Me lo propuso
y no pude negarme. Oí el dinero
cayendo hasta mis manos desde el cielo.
El chico lo valía. Era un prodigio.
No tardaron bastantes en unírsenos.
Formamos un buen grupo. Empezó todo.
Primero algunos bolos, poca cosa.
Luego aquella actuación tan celebrada.
Y entonces la locura, las ciudades,
los fans que nos seguían en la gira,
los estadios repletos. Y su luz.
Sus letras se aclamaban como salmos,
su palabra de música iba a misa.
Todo el orbe quería ver su rostro;
gritar su nombre era ya un saludo.
Pero todo se jode. De repente
parecía olvidarse de quien era.
Las drogas lo engañaron. Se creía
que con su voz podía hacer milagros,
que era hijo de Dios, el Rey del Mundo
del rock. Y se juntó con esa puta.
En las cenas bebía demasiado
y después nos decía tonterías
como que acabaríamos vendiéndole
a las Aves rapaces del gobierno.
Empezó a haber rumores. No gustaba
aquel loco melenas con su broma
de amor y libertad y desastrados
hippies sucios creyendo sus parábolas.
La juventud se estaba corrompiendo.
Y fueron a por él. A por nosotros.
Para entonces él no entendía nada
empeñado en cargar su cruz a cuestas.
Pero yo supe ver. Y de ese modo
recordé donde estaba mi lugar
y le hice el mayor de los favores.
Le hice eterno, inmortal, un Superhit.
Si no es por mí hoy no sería nadie.
Aquel jueves cambió toda la historia,
y acabó. Yo cumplí con mi papel.
Ahora sólo debo hacerme a un lado
y esperar a que venga a agradecérmelo.
Sobra tiempo y soy rico: tengo treinta
monedas. Sólo tres cuesta esta cuerda.

(Rodrigo Olay)


(“Taxi Lisboa”, Alberto & García)

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