La universidad a la que yo iba en París era una muy seria. La gente se ponía traje de corbata para las presentaciones de clase y todo el mundo se tomaba los exámenes como pequeños Juicios Finales. La gente decía de sí misma ser las élites de Francia, y miraba con reverencia las orlas antiguas en las que salían presidentes del gobierno.
Por eso, me acaba de hacer mucha, mucha gracia saber que un grupo de sus alumnos ha puesto en marcha la redacción de una revista erótica.
Se llama “L’Imparfaite” y tiene esta pinta:
En realidad les pega muchísimo, ya os digo: no se puede ser más francés. Seguro que hablan de Foucault, en la revista. Pero me imagino también el escándalo entre algunos doctos catedráticos, las risas nerviosas en las salas de seminarios, el contrabando emocionado por la hipermoderna cafetería entre curso y curso de Cosas Muy Trascendentes. Y, pues eso: me parece fantástico.
Pero no os cuento esto sólo porque el primer número traiga temas tan sugerentes como “juegos a tres en una bañera”, “la vida sexual secreta de Alan Moore”, “series fotográficas en praderas nevadas” o “un paseo nocturno en compañía de las Hermans de la Perpetua Indulgencia” (no se puede ser más francés, no se puede ser más francés, no se puede ser más francés, no me canso, no).
Si lo cuento es, más que nada, porque uno de sus promotores y autores es mi antiguo compañero de pasillos, el siempre brillante Damien Bright. Os refresco la memoria: se trata del autor de la foto del avión que le hace de carta de presentación a mi Soldado.
Soy fan de su trabajo desde la primera vez que lo vi. Tanto como para presentarme y suplicarle que me regalara esa imagen para mi libro, vaya.
Por eso, coñas aparte, este lanzamiento me parece una gran noticia y creo que vale la pena hojear, aunque sea online, un poquito el invento.
Con su mirada, estoy segura de que “L’Imparfaite” será un claro objeto de todos los deseos.
A la francesa, claro.