Disparos de resumen

Se acabo la Semana de las Artes. Se acabo incluso la que va despues, y casi las secuelas (a saber, horarios desajustados, alternancia de insomnio y narcolepsia, ataques de nostalgia, otros de rabia, problemas para volver a la vida cotidiana y una cierta obsesion compartida por la mas apuesta parte masculina del equipo).

Y acabadas la Semana y sus congeneres, paso el tiempo suficiente para preparar la huella: si teneis curiosidad y clicais aqui, podreis pasearos por los entresijos de nuestro festival de rock, por el backstage del musical de la escuela, por el picnic-con-techno que mas que montar liamos en el jardin, por nuestras clases de danzas, por los personajes con cuyos nombres os llevo, a los cercanos, aburriendo un mes.

Porque, si, me pase el evento con la camara en la mano.

De los entresijos os cuento otro dia. Ahora solo decir que me perdoneis a la vez mis ausencias y los de los acentos: mi ordenador, despues de irse muriendo de a poco y a ratos, parece esta vez no querer resucitar. Y en este ciber nocturno, se me acaba el tiempo. Nos vemos si haceis el viaje en el tiempo y espacio que os propongo con las fotos: estoy detras de todas! Read More

Semaine des Arts

Auqnue no me creáis, y aunque tal vez tengáis motivos para ello, siempre que desaparezco del blog (y de los mails, y del teléfono, y de la vida) es por causas justificadas. La de esta vez es esta.

Hace unos meses, por causas variadas, más y menos obvias, decidí ponerme en acción. Pasé por el local del Bureau des Arts, la asociación que más me atraía de entre las de la escuela ,y pregunté, con la más tímida de las voces, si necesitaban gente para hacer algo.Y me mandaron a una mesa al fondo, y me vi zambullida de golpe en el proyecto que más estres, horas y neuronas me ha quemado en el año… pero también el que más me ha ilusionado desde que llegué a París. Y tal vez debería decir que desde que llegué a la Universidad. Zambullida en la hiperactividad hecha grupo de trabajo. Read More

And all that jazz

De acuerdo, cuando en vez de un gin-fizz lo que se tiene en la mano es un helado, la cosa pierde glamour. Pero allá nos fuimos ayer, a escuchar jazz en la plaza, acodadas en árboles y lamiendo vainilla con chocolate.

Porque de eso se trata, en este caso: de sacar el jazz de sus noches, sótanos y resacas. El Festival de Jazz de Saint Germain ofrece para esta primavera casi demasiado calurosa planes insólitos todo a lo largo de ese barrio 6 que más que corazón de París le es arteria. Voy a escuchar trombones en la clase más grande de mi facultad, en el Starbucks de paso, en la iglesia de junto a la parada de metro… y en la calle, sí.
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Un poema al otro

Me entero entre carteles y periódicos que en mi ciudad adoptiva estamos en medio de las celebraciones anuales de “la primavera de los poetas”, y que hoy es el día de pasar un poema al otro. “En casa, en el trabajo, en la escuela, en la calle…”, proponen en la web, “ofreced uno, cambiad vuestros poemas, pegad un poema, deslizad un poema bajo la puerta, esto o aquello, ¡pero dad un poema al otro!”

Debo admitir que no, en absoluto, para nada vi hoy un trajín poético mayor que de costumbre entre los bulevares. Pero la idea, y el proyecto en que se inscribe, son de las que hacen que uno se crea que pese a todo hay salvación posible.

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Unos ojos en un pajar

Hace un tiempo, Gen me contó la historia de un tipo que vio en el metro de Nueva York a una chica y supo que era la mujer de su vida. Esta historia que empieza con un tópico tan grande y repulsivo tuvo sin embargo una continuación mucho más potable. El chaval se puso manos a la obra, hizo esta web tan chula (la parte de abajo, en realidad) para buscarla y resulta que, buenos samaritanos mediante, encontró a la muchacha. Y tuvo hasta el buen gusto de no contarnos el final (parte de arriba).

Otras veces, en el metro pasan otras cosas. Hay gente que no puede evitarlo y se pone a llorar. A quién no le ha pasado alguna vez. Lo que ya no es tan corriente es que una joven de ojos y voz calmante se siente al lado de uno, se quite los cascos, y hable. Que cuente su historia y uno se quede pensando “vaya, un problema es más bien eso”. Y luego desaparezca entre las multitudes del pasillo de Gare d’Austerlitz sin dar siquiera tiempo a preguntar un nombre. Read More

Paredes. Creo.

“Hay cuadros porque hay paredes. A veces hay que olvidar que hay paredes, y no se ha encontrado para eso nada mejor que los cuadros. Los cuadros borran las paredes. Pero las paredes matan a los cuadros. O tal vez habría que cambiar continuamente, sea de pared, sea de cuadro, poner sin parar otros cuadros sobre las paredes, o cambiar todo el tiempo el cuadro de pared.

Se podría escribir sobre las paredes (como se escribe a veces en las fachadas de las casas, en las empalizadas de las obras, en los muros de las prisiones, pero rara vez se hace.”

(Perec, Especies de espacios) 

 

Sí. He vuelto a llenar de cosas todos mis muros y espejos.  Read More

¡A desempaquetar!

Yo siempre he creído en los Reyes Magos. Hoy también, quiero decir. Aunque ya ni siquiera abra la misma puerta del mismo salón y aunque pensara que aquí a Francia, como buenos monarcas, no se iban ni a acercar, y ayer me tocara extrañar la cabalgata cuando nadie en la rue Mouffetard tenía pensado ir a acostarse pronto. Read More

Les bobós (con acento en la o)

Una de las cosas que más me gusta de Francia es que tienen las palabras que yo siempre quise tener. Dejemos para otro día los maravillosos “c’est pas grave” y “j’ai kif”, las “crudités” que tanto le gustan a Manu y la sutil pero indispensable diferencia entre “copain” y “petit ami”. Hoy, el tema es la palabra que más feliz me ha hecho desde que llegué: “bobo”. Con acento en la o, claro: bobó. Read More

Revelación de jueves

El año pasado, cuando vine de viaje a esta ciudad que ahora anda en proceso de adoptarme, una tarde sin mucho rumbo encontramos uno de esos rincones secretos de los mapas -del que, por cierto, me habían hablado sin saber darme direcciones encontrables-. Allí, dejando pasar los minutos a un tiempo propio hice, casi como por descuido, una foto que iría a significar mucho para mí.

Es esa que vigila este blog desde sus subterráneos, la del gato que me sopla los escritos mientras se toma una siesta. Pasó a convertirse para mí en el símbolo de aquel viaje a París, de París mismo, del París en el que me había empeñado en querer vivir de cerca. Fue el distintivo de mi puerta en el colegio mayor, el aliciente de algunas tardes de baja forma. La ciudad que yo quería conquistar estaba entera allí, comprimida como un aleph de bolsillo entre las muchas páginas de la librería Shakespeare & Co. Read More

El hijo del padre de Vila Matas

Para mejorar un día que no ha sido tan bueno como acostumbran, recibo desde mi casa un correo con unas cuantas líneas escogidas de otro de los libros que debí traerme aquí: “París no se acaba nunca”, de Vila Matas. Y aunque podría copiar las citas que describen todos los cafés que debo recorrer (sí, esos son los deberes que me pone mi padre), prefiero contaros esta otra, un clásico de las coñas de mi familia, para que veáis la que me puede esperar 😉 Read More