“Tú no has visto nada en Hiroshima”, decía incansable el hombre de Hiroshima, mon amour mientras nos perdíamos mirando planos perfectos de texturas de piel. “Tú no has visto nada en Hiroshima”. “Tú no has visto nada en Hiroshima”. “Tú no has visto nada en Hiroshima”.
Ella respondía: “Lo he visto todo”.
He pensado en eso esta semana.
Porque escuchaba, incansable, decir, todo el tiempo: “tú no estás viendo nada en El Aaiún”.
Es cierto que ha habido ese bloqueo informativo, y que esa es una muy mala noticia (sobre todo para este país en el que vivo y al que como sabéis voy aprendiendo a querer, que con esto da unos pasos de cangrejo hacia los años oscuros que nadie de bien quiere que se den). La rabia y la pena son también porque no los periodistas no han podido, no pueden -no podemos- hacer su trabajo. Desde luego. Sin duda.
Pero es ingenuo, muy ingenuo, pensar que por eso no hemos podido ver nada. Que no sabemos, porque los grandes medios no están allí, porque las grandes fuentes no pueden hablar.
Igual que es ingenuo, muy ingenuo, pensar que por repetir a todas horas que “no hay quien pueda contar” dejaremos de saber que a quienes nosotros más creemos no han dejado ni por un segundo de contar.
No, no hay periodistas en El Aaiún. Pero en toda esta semana no me ha faltado ni un segundo qué mirar ni qué leer.
¿Tú no has visto nada en Hiroshima?
Yo he visto subirse nuevos datos cada diez minutos a http://www.territoriosocupadosminutoaminuto.blogspot.com. Y me ha dado igual que fueran o no “100% creíbles”, porque lo que desde luego hace años que no me creo son los comunicados oficiales. (Si mi ciudad ardiera, yo no perdería el tiempo en mentir en este blog. Cada segundo de tecleo sería la verdad más pura que hubiese podido encontrar).
Yo he visto por doquier (un doquier de los mapas pequeños, claro, no un doquier de los grandes nombres) los testimonios de personas que sí que han roto el cerco informativo, sí. Que estaban allí, y allí siguieron, y susurraron durante días, jugándosela a base de bien.
Yo he visto muchos vídeos de las calles de El Aaiún.
Yo he visto, también, crónicas y reportajes que se seguían currando como podían los correponsales de Rabat que no podían llegar allí.
Yo he visto en mapas dónde están las otras ciudades a las que, decían, se estaba extendiendo la revuelta.
Yo he visto que había quien andaba por ahí tratando de rescatar verdades.
Yo he visto que no es verdad cuando dicen “y nadie se entera, y a nadie le importa”. (Ni cuando lo piensan antes de cargar).
Yo he visto cómo no era capaz de seguir la lista de twitter para el tema “Sahara” porque cada vez que leía todos los enlaces ya había más. Y más. Y más. Apuntando siempre a cosas nuevas.
¿Tú no has visto nada en Hiroshima?
Quizá no estaban allí las cámaras de las televisiones que nos han adiestrado para que nuestra confianza sólo obedezca a su nombre, pero yo he visto. Porque desde antes de que hubiera lentes tenemos una cosa que se llama empatía. Y sirve para cerrar los ojos y entonces ver.
Yo en toda la semana no he podido parar de ver plazas de El Aaiún ardiendo, hombres llorando, mujeres dejando a sus hijos durante días en otras casas para salir a la calle -por si no volvían-.
He visto (foto clavada en la retina) cadáveres de policías a los que esa guerra tampoco les iba ni les venía más de lo que le va ninguna guerra al policía vecino que todos saludamos por la mañana, al compañero de instituto que todos tuvimos y luego se metió en la Guardia Civil.
He visto, hasta con los ojos abiertos, pasar ante mí la imagen de ciudadanos normales enfebrecidos por el odio sacando a la calle cuchillos de cocina, arrasando la casa del vecino, delatando como dicen que se hizo también en nuestro país.
Y hablando de nuestro país: he visto que uno de los muertos tenía DNI español aunque tuviera apellido tuareg, y he visto que a no mucha gente ha parecido hacerle mucho clic en la cabeza eso tampoco.
He visto políticos equivocarse. He visto políticos callar.
He visto que la MINURSO ni está ni se le espera. He visto que la UE prefiere ponerse las gafas de sol.
He visto que tragamos. He visto que nos encanta olvidarnos de que, si dejamos de mirar al dedo que apunta, donde apunta, hay.
He escuchado muchas veces: “no veo nada en Hiroshima, no veo nada en Hiroshima, ¡oh, qué terrible!, no nos dejan ver nada en Hiroshima!”
¿Tú no has visto nada en Hiroshima?
Sí, esa voz en off que siempre nos cuenta lo que hay que pensar ha encontrado un leiv motiv estupendo: “no hay periodistas dentro, no hay periodistas dentro, tú no estás viendo nada en El Aaiún”.
Como un niño que se tapa los ojos con las manos.
Pero… ¿tú no has visto nada en Hiroshima?
Venga ya.
Efectivamente, aquella magnífica película de amor y dolor decía que cuando has visto el museo, cuando has visto la noticia, el libro de historia, el documental, “tú no has visto nada en Hiroshima”.
Pero aquella magnífica película de dolor y amor decía también que se podía cerrar los ojos y mirar bien, hasta llegar a decir:
Lo he visto todo (…) ¿Cómo podría haber evitado verlo?
(foto tomada prestada a Periodismo Humano, que también vio)
Gracias por tus ojos.
Salud!
Inwit, qué alegre sorpresa saber que te pasas por aquí! Gracias a ti por acompañar.
Un abrazo.
Soy gilipollas, y no te he preguntado: ¿estuviste?
Por culpa de este artículo voy a cambiar el powerpoint que tengo que entregar mañana.
Gracias:).
No, no estuve. Ni yo ni nadie en verdad… Es cierto lo de que no dejaban acercarse por allí al tato hasta que hace unos días repartieron escogidos permisos.
Por lo demás… me alegra haber sembrado el caos en el powerpoint. Je!