De González Catán, en colectivo…

Dice mi amigo Manu siempre que la noche antes de viajar es como la noche de Reyes. Ese no poder dormir de ilusión e incertidumbre, ese quedarse con un ojo abierto por ver si se pilla in fraganti a la magia del cuento. Porque no hay más cuento que una ciudad nueva, sus mitos sin abrir. Y más si es esta. Así que hoy dormiré mal, pero soñando mucho. Porque mañana, cada vez que me despierte de madrugada, tendré a mis pies el Atlántico.

Anda que no habremos imaginado veces esta ciudad. Y ahora me  esperan allí el piso naranja que la bruja tiene en Palermo, y sus librerías favoritas. Pienso pensar en Cortázar y en Borges, hasta en Maradona brindando por los futboleros. Me voy a encuentros, reencuentros y un río con nombre de mar. Sólo serán diez días, pero con el mismo cuerpo que diez eras.

Y al volver, seguro que todos los mapas habrán cambiado un poquito,  como siempre que se pisan tierras de ultramar :)

Podría cantar muchas cosas, pero me decido por esta, dibujando dieguitos y mafaldas. Al fin y al cabo, cuando alguien, hace muchos años, me dio los códigos para entenderla, ya empezó un poco, callado, este viaje…

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