No sé que me pasa últimamente con los momentos históricos. Es como si ya no se me arreglara llegar a un lugar sin que sea tiempo de excepción, como si no me pudiera ser dado vivir cotidianeidades. En mi día libre para visitar Bogotá, al paseo por La Candelaria le marcaron el ritmo voladores y batucadas. En la Plaza Bolívar, epicentro de la ciudad, una gran fiesta popular esperaba a que las pantallas gigantes empezasen a retransmitir la firma del acuerdo de paz que, desde la ciudad de Cartagena de Indias, marcaría el final de un conflicto, ya sabéis, que lleva condicionando la vida de este país los últimos cincuenta años.