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“NIETAS DE GLORIA FUERTES” (Entrevista en Atlántica XXII – Versión íntegra)

Hace unos meses, el periodista y promotor cultural Carlos Barral entrevistó a siete poetas asturianas, entre las que me contaba. La idea era poner sobre la mesa diversas cuestiones relacionadas con la vivencia de ser mujer en el ámbito de la literatura, y, más en general, en nuestra sociedad. El resultado es “Nietas de Gloria Fuertes”, un mosaico que se publicó en el número 40 de la revista, y que ahora puede leerse también online en este enlace.

El cuestionario al que respondimos era mucho más amplio y hondo de lo que se recoge en la versión final, así que aquí os dejo las preguntas y respuestas íntegras, por si pueden ser de interés para continuar la conversación.

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PATERNALISMO, FEMINISMO Y LENGUAJE

Anécdotas que de paternalistas y condescendientes, nos hagan sonrojar.
La verdad es que no se me ocurre ahora mismo ninguna anécdota particularmente llamativa que me haya ocurrido en este sentido… Eso no quiere decir que esos incidentes no se produzcan: quizá más bien son poco divertidos o poco dignos de recordar. Más que hechos puntuales reseñables, un goteo: cuando hay quienes dan por supuesto que tal cosa en la que has tenido éxito en realidad “te la ha hecho “tu novio”, cuando se nos alaba o denosta por nuestro aspecto físico en un contexto en el que creíamos que se estaba hablando (por ejemplo) de literatura, cuando se nos deja claro que a algún lugar nos llaman “porque no tenemos ninguna chica”…

Podríamos decir que, al margen de cuestiones de edad, forman parte de las primeras generaciones de poetas que, cuanto menos, comparten el objetivo de reivindicarse como tales mujeres poetas.
Más bien, de reivindicar como tales a las mujeres poetas. Y de preguntarse en qué situación han estado y están, y de qué modo eso les/nos ha condicionado y sigue condicionando, en vida y en obra. No es tanto un objetivo como una necesidad, que surge al darse cuenta de que hay toda una herencia robada, tantas voces silenciadas con las que en realidad nos indentificamos más que con los cánones. Y la voluntad, eso sí, de que las situaciones de injusticia dejen de existir.

¿Sufren habitualmente de machismo cultural?
Claro, como todas, como todos. Quien diga que no lo sufre, es que no ha abierto los ojos a una realidad que no hace distinciones. Y eso ocurre a menudo, no te creas: a mí me costó tiempo entenderlo, durante mucho tiempo creí que “el machismo existe, pero a mí no me afecta”. Esa es una postura comodísima, con su punto de soberbia, que permite considerarse a una misma la excepción que esta salvo, la tan-fuerte-que-desafía-la-estructura. Y es una postura que a menudo lleva a ejercer un cierto machismo, también: a adoptar los roles masculinos, esas lógicas instaladas de competitividad, ego y autosuficiencia; y a perderse algo tan bonito y útil como es la camaradería que se da entre mujeres. Tomar conciencia de las desigualdades de género y de sus consecuencias (como tomar conciencia de las lógicas económicas, o de las dinámicas coloniales, o de tantos otros mecanismos sociopolíticos clave) es como abrir los ojos a entender por qué pasan muchas cosas que pasan, en esta sociedad. Y por tanto, poder comenzar a hacerles frente.

La siguiente cita pertenece a una entrevista reciente de la novelista y poeta Marta Sanz: “Hay que subvertir el lenguaje para subvertir la realidad” ¿Están ustedes en guardia contra la ideología partidista del lenguaje?
Para dedicarse a escribir hay que estar en guardia contra todo uso contaminado del lenguaje, contra su carga de connotaciones. Ser consciente, sobre todo, de que cualquier uso del lenguaje esconde cosas, e implica cosas. Me gusta la cita que nos propones, y estoy muy de acuerdo con ella. Pensar sobre el lenguaje nos permite mirar de otro modo, ver por qué pensamos algunas cosas como las pensamos, de qué modo se construyen las certezas que sostienen un estado de cosas. Intentar emplearlo de otro modo, por tanto, es también intentar un mundo de otro modo.

¿Consideran al lenguaje políticamente correcto un trasmisor de irrealidad, un maquillador de conciencias?
Sí. Una excusa para no pensar, también; y un modo de vaciar de contenido lo que se dice, de superficializar los discursos y hacerlos inofensivos. No hay palabras tabúes ni temas intratables: hay buenas o malas intenciones detrás de lo que se dice. Los eufemismos, las formulaciones inclusivas prefabricadas, los rodeos biempensantes, dan lugar a discursos huecos, asépticos, a salvo. Desde luego, no decir nada es la mejor manera de no molestar a nadie, pero también de no llegar a ninguna conversación.

¿La vindicación del léxico no sexista está comenzando a ser aceptado por parte de las élites culturales o aún son renuentes?
Es una pregunta indisociable de la anterior. Lo que ha calado es la versión facilona de esas reivindicaciones: la adopción socialmente obligatoria de unas fórmulas aparentemente inclusivas (sea la duplicación, la arroba, o lo que a cada quien se le antoje) con las que se resuelve el expediente de la corrección política. Eso no cambia nada, ni arregla nada. Cuando todos los poderes que más ejercen el machismo en sus acciones pueden lavarse la cara empleando formulitas lingüísticas, es que la solución no vale. A mi entender, lo que vale es pensar lo que se dice y lo que se escribe. Ser consciente de qué usos del lenguaje son machistas (o racistas, o clasistas, o….) y subvertirlos, a poder ser de manera visible. Buscar soluciones lingüísticas imaginativas que den visibilidad a lo invisibilizado, nombrar a las mujeres, ser consciente del propio género cuando se habla y hacerlo en consecuencia… Hay muchas reflexiones y prácticas preciosas e interesantísimas que adoptar. Y a esas, sí, casi todo el mundo es renuente. Porque las fórmulas resultan mucho más sencillas.

¿Es la educación la mejor arma para prevenir y frenar la violencia contra las mujeres?
No soy una experta en este tema, pero sí, muy probablemente lo sea. Para prevenir toda forma de violencia, en realidad. Aunque imagino que para hacer frente a un problema de este calado en realidad la clave está en conjugar todos los diversos mecanismos a nuestro alcance, poner a muchos sectores a trabajar en común desde la idea de que se trata de una realidad con la que hay que terminar de manera urgente.

¿Se consideran feministas? ¿Qué opinión les merecen movimientos como Femen?
Si, me considero feminista. ¿Cómo no hacerlo?
La vía de Femen no es la que más me interesa si consideramos el amplísimo abanico de movimientos e iniciativas que existen, no es mi opción. Pero reconozco naturalmente la valentía de sus activistas, que se enfrentan a situaciones durísimas y han puesto sobre la mesa algunos debates fundamentales.

Prostitución: ¿a favor de legalizar, a favor de su prohibición?
Es un debate muy complejo, con muchos factores, sobre el que sigo intentando formar mi propio criterio. Por ahora escucho las diversas posturas y pienso sobre ellas. Sí tengo claro que el enfoque que para mí prima en esa reflexión se apoya en la defensa de los derechos de las mujeres, la persecución de la trata y de cualquier forma de explotación, y la conciencia de que en la base del fenómeno se encuentran situaciones de desigualdad tanto económica como de género que necesitan ser erradicadas antes de poder hablar con propiedad en términos de libertades y derechos.


DE LA POESÍA:

¿Qué poetas mujeres son sus referentes?
Una de las poetas que más admiro es Wislawa Szymborska, que en cada verso nos ayuda a mirar las cosas con amor y con humor. La asturiana Berta Piñán marcó para mí un antes y un después: la revelación de que ser poeta no era algo lejano y reservado a otros, sino posible en este aquí y ahora. Aunque no sea poeta, yo siempre la enmarco como tal: Clarice Lispector, maestra de la escritura que ahonda en cómo lo que nos pasa en los adentros tiene todo que ver en lo que ocurre en el plano social. Y, además, por supuesto, mis contemporáneas, autoras admiradas y queridas que cuentan un mundo que se parece mucho al mío y son una mano tendida también para pensar sobre cómo intentar vivir: Alba González Sanz, Martha Asunción Alonso, Teresa Soto, Sara Torres, Miriam Reyes, Sofía Castañón, Carmen Camacho, Julieta Valero….

Ustedes son poetas por qué y sobre, todo, para qué.
Escribo poesía porque es la mejor manera que conozco de plasmar y compartir lo que se me aparece como revelador, útil, hermoso o terrible. Supongo que si se me diera mejor pintar o hacer películas, si lograse ser más certera con la música o con la performance, eso sería lo que haría. Pero parece que es jugando con las palabras como mejor me las arreglo para rescatar del fluir del tiempo lo que me importa y comunicarlo por si a alguien le puede acompañar. Así que en esas estamos.

¿Puede la poesía, también, protegernos?
Sí, claro que sí. Nos protege de los lugares comunes, del desgaste de la mirada, de la perspectiva del cazador y del acumulador, del uso interesado de las palabras, de las cuadrículas que constriñen, de las ganas que nos dan a veces de verlo todo negro. Y, seguramente, también de la soledad.

¿Se adscriben en alguna tipología o corriente poética?
No. Las casillas no le van bien a la poesía.

¿Cómo definirían su pensamiento poético? ¿Acaso el pensamiento poético lo practican más ustedes, las mujeres?
Entiendo el pensamiento poético como ese modo de mirar que se sitúa en un lugar no evidente y explora las conexiones secretas, lo que también hay pero no siempre vemos. Una forma de acercarse a las cosas que entra a explorar la hondura de lo real y su misterio, que cuestiona el lenguaje que emplea y juega con él para poner de manifiesto los emperadores desnudos del pensamiento cotidiano. Una manera de hilar que nos lleve a sentir o nos ayude a pensar, que evoque y connote y sugiera más allá de lo que meramente dice, que abra una puerta.
No sé si esto es o no más propio de las mujeres que de los hombres. No lo creo: desde luego, no en un sentido esencialista. Sí puede ser cierto, sin embargo, que el tipo de rol que los siglos nos han ido echando encima sea más propenso a un cierto detenimiento y una delicadeza que propician el destello poético. Pero ni siquiera de esto estoy del todo segura.

¿Debería plantearse una pedagogía que trace nuevas vías de acercamiento para recuperar la dimensión más popular de la poesía?
Sin duda. La poesía popular, y la contemporánea que no entra en los cánones, y las herencias ocultadas, y, en general, esa poesía que es cercana, de sentido común, reveladora, inteligente y a la vez desestabilizadora, divertida o terrible. La que no es un fósicl, sino que nos da directo en lo vivo, en lo que late. Y que es todo lo contrario al producto libresco y de élites al que normalmente circunscriben la poesía los manuales escolares. Sería tan de celebrar, una pedagogía que se apoyara, de hecho, en la poesía como modo de mirar el mundo, que hiciera entender que es una compañía con la que contamos para entender mejor.

¿Consideran que los vínculos de género, generacionales, ideológicos e incluso de clase, pueden hilvanarse hasta considerar que formen parte de una misma madeja, de una Generación?
Desde luego, siento una hermandad con quienes escriben en este mismo tiempo y se preocupan por cuestiones similares a las que me preocupo yo, y en cuya obra encuentro cobijo y luz. Parte de una misma madeja sí que me siento, con algunas autoras contemporáneas que son compañeras o incluso amigas en esta tarea. A partir de ahí, lo de las generaciones y corrientes y familias es una cosa de filólogos, una interpretación lectora que les corresponde hacer a otros, si acaso.

Háblennos de sus últimos poemarios…
Mi último poemario, Las señales que hacemos en los mapas, que se publicó hace un año, es un experimento con el que estoy muy contenta. En él se plasma la vivencia de una experiencia importante para mí: el par de años que estuve viviendo en Marruecos, el viaje interior y exterior que supuso aquella temporada. Es un libro en el que experimento con cómo contar el viaje, pero no solo.
El anterior, Los idiomas comunes, es un trabajo que también sigo sintiendo muy cercano. Lo entiendo como una exploración de cómo se deshacen las convicciones y convenciones que tenemos por ciertas, y qué queda entonces que pueda florecer entre esas ruinas. El lenguaje, el amor, las raíces, la Historia… El libro intenta pensar sobre las estructuras que nos sostienen y preguntarse si tal vez podríamos repensarlas un poco, en común, para que resulten más habitables.


MISCELÁNEA: POLÍTICA, UNIVERSIDAD, LENGUA ASTURIANA, COMPROMISO…

¿Es este un momento propicio para la poesía y en concreto para la poesía social?
Todos los momentos son o pueden ser propicios para la poesía, pero es cierto que quizá cuando el mundo se tambalea (en lo personal o en lo colectivo) tenemos más a mano el asombro, la necesidad expresiva y los relámpagos de verdad o belleza que suelen acompañar al nacimiento de un poema. Y ahora mismo el mundo se tambalea bastante, y es además un momento en el que florecen la puesta en común, la conversación, la creatividad, la búsqueda de nuevos modos de mirar. Incluso un cierto nuevo reconocimiento a ese “pensamiento poético” por el que me preguntabas antes, en tanto modo de establecer nuevas conexiones.

¿Consideran positivo, necesario, conjugar el compromiso social junto al político en el discurso creador?
Sobre todo considero que la idea de que se puede elegir o no elegir incorporar estos componentes a un trabajo artístico es una falacia, una idea tramposa que nos han colado para relegar las voces contestatarias a un cajón aparte. Toda escritura es social, como toda escritura es política. Evitar el cuestionamiento y el conflicto, dar por hecho el orden de las cosas es indudablemente también un modo de posicionarse: el más sólido y el que más incidencia política tiene.
Siendo así, ¿cómo no va a reflejarse en la escritura el compromiso, los diversos compromisos que tejemos con la vida? A ninguna voz que busque la verdad (y un texto que no sea honesto difícilmente puede ser poesía) le cabe eludir sus lazos con el mundo, ver desde dónde habla, en qué dirección, por qué y a través de qué complejidades. Y eso es social, y eso es político.

¿Cuáles son las cuestiones que más les preocupan actualmente, cuáles aquéllas que necesitan corregir el rumbo con mayor urgencia?
Hay tantas… Estamos en una sociedad cuyas prioridades se han invertido. No se persigue mejorar las condiciones de vida de la mayoría, sino garantizar los intereses de algunos. A partir de ahí, todo lo que habría de ser fundamental queda relegado: los derechos básicos, , la garantía de libertades, los servicios fundamentales para una vida digna. Es necesario pensar de otra manera, volver a pensar desde lo común y desde lo sensato y poner en su sitio las cosas que realmente importan.

¿Cuál es su postura respecto a la Lengua asturiana en el marco actual? ¿Están a favor de la cooficialidad?
Sí, lo estoy. Yo no tenía esto tan claro hasta hace relativamente poco: lo comprendí cuando fui parte de un jurado institucional de ámbito nacional y caí en la cuenta de que solo se podían tener en cuenta las obras escritas en lenguas reconocidas como cooficiales. Los poetas en catalán, gallego, euskera podían participar; los poetas en asturiano, no. Según la concepción vigente de los estatutos autonómicos, la cooficialidad es requisito sine qua non para que los derechos lingüísticos se cumplan. Otra cosa es que pudiesen pensarse otros modelos, que la garantía de esos derechos no pasase por una instrumentalización de las lenguas, por su “politización”, en el sentido más burdo de la palabra. Eso sería lo deseable, pero, entretanto, o jugamos con las reglas del juego que hay, o nos quedamos fuera la partida.

Habéis dado un paso al frente en la escena política, concretamente formas parte del Consejo Ciudadano de Podemos.
En mi caso creo que en realidad ha sido un paso lógico y natural, para nada algo remarcable. Veníamos haciendo política de muchas maneras, en muy diversos ámbitos. Ahora ha surgido un movimiento que recoge una tendencia: la de dar a batalla porque los ciudadanos puedan entrar en las instituciones, tener incidencia en los espacios donde se toman las decisiones que, en última instancia, deciden nuestras vidas. Pelear por un gobierno de la gente. Estamos en un momento en que esa opción tiene visos de posibilidad, en que no solo parece deseable sino también factible. Sumar fuerzas en esa tarea me parece la manera más fértil de aportar políticamente en este momento.

Todas ustedes son licenciadas, por tanto conocen internamente la Universidad. ¿Valoran el plan Bolonia y ahora la propuesta de 3 + 2 como un cortafuegos para obturar a las clases más empobrecidas? ¿Cuál es su diagnóstico sobre la Universidad asturiana?
Yo hice mis estudios universitarios fuera de Asturias, así que no conozco la situación concreta aquí. Sí me parece que las últimas reformas de la Universidad han sido una apuesta clara por su mercantilización, una venta de los espacios de pensamiento y libertad a la ideología de producción y de consumo. Que, efectivamente, tiene como una de sus consecuencias que la desigualdad se fortalece y perpetúa, sin respeto alguno a idea la igualdad de oportunidades.

Las redes sociales revolucionan, entre otras muchas cuestiones, la comunicación. En su caso concreto, qué papel juegan a la hora de diseminar sus creaciones y cuál es su relación con ellas, con las redes.
Indudablemente, las redes sociales nos facilitan tanto la difusión de nuestro trabajo como el acceso al de nuestros contemporáneos. Para mí son vías importantes para conocer lo que está haciendo otra gente, y también para mantener un contacto fluido tanto por cuestiones personales como laborales. Sin embargo, también me inquietan ciertas consecuencias de la omnipresencia de las redes, del modo en que su lógica se impone en todos los espacios: espectacularización, primacía de lo superficial, cierto exhibicionismo… Que los límites entre lo privado y lo público se difuminen tanto no es gratuito, y no parece que pensemos sobre ello tanto como podría ser necesario.
Más allá de eso, me interesan las exploraciones que se hacen de lo digital no en un sentido de herramienta sino como determinante en la creación: nuevos formatos, nuevos lenguajes… No leemos ni escribimos igual que hace un par de décadas, y aun no somos del todo conscientes de las posibilidades que podemos llegar a desarrollar. Indagar en ese mundo me parece un terreno la mar de fértil.

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