Últimamente parece que todas las cosas importantes de mi vida las deciden manos ajenas (hombres libres con sus manos libres enviando mi destino en un fax, que diría el otro). Y a mí no me queda otra que esperar a que se resuelvan.
Espero a que una y otra facultades me den respuesta a mis candidaturas para saber si el año que viene mi cama estará en Madrid o en París. Los hombres me dejan y luego dejan de contestar a mis mensajes, y espero -no sé ya bien si de espera o de esperanza- que un día se arrepientan. Otros desaparecen, vuelven a aparecer, y cuando se pierden de nuevo me quedo esperando como idiota su re-reaparición -y me entran ganas de ser mala, malvada, como un torbellino o una alimaña-.
Un poco como cuando acabas de conocer a alguien que te hace sonreir, y en esos primeros días del flirteo te pasas la noche observando la puerta de la fiesta, por si viniera (que quizás también).
Un poco como plantar un sofá morado en el medio de un hall desierto y mirara través de la ventana cómo el viento deshoja un enebro viejo.
Así que a veces, cuando en el trabajo estoy sola, esperando a que alguien venga a solicitar su acreditación para entonces llamar a mis jefas y esperar su solución para ese caso, me repito como un mantra los versos de uno de los pocos poemas que sé de memoria:
Sabe esperar, aguarda que la marea fluya
—así en la costa un barco— sin que al partir te inquiete.
Todo el que aguarda sabe que la victoria es suya;
porque la vida es larga y el arte es un juguete.
Y si la vida es corta
y no llega la mar a tu galera,
aguarda sin partir y siempre espera,
que el arte es largo y, además, no importa.
Y al acabar digo Antonio Machado como el que dice amén.
Sabe esperar, sabe esperar, sabe esperar.
Y de golpe, cuando llego a casa, hay al menos dos de las respuestas.
(La foto, en Vollendam,un pueblo holandés donde al subir un repecho se encuentra -inesperado- el mar).
A Vollendam lo acabo de incluír en mi lista de viajes para hacer antes de morir.
Y ojalá que esos malvados que tienen en su mano la importante decisión de elegir tu destino te dejen quedar en París el año que viene, así tendré otra razón más para volver.
Eso sí, de Gijón no te escapas.
muá!
Me has hecho rebuscar para confirmar que yo tengo una foto de ese mismo barco 😉
Besos digitales a la espera de tu visita
Hola! Hace tiempo que sigo tu blog, soy un poco novata en esto de la poesía, pero me voy a atrever a recomendarte este experimento, no sé si lo conoces (One poem, a million of poems), me ha parecido curioso: http://www.uncontrol.com/deploy/content/EXPERIMENTS/massin/massin_big.html
Un abrazo!