Aprendiendo de la niña mala

Estoy leyendo un libro que habla, por ejemplo, de cómo cada vez que uno cambia de ciudad puede permitirse cambiar de identidad, inventarse una persona y serla.

Me preguntaba si ahora que he vuelto a Madrid estoy obligada a retomar la máscara vieja o puedo fabricarme una nueva, más a medida de los tiempos que corren. Pero ahora supongo que ya sé que ninguna de las dos va a ser realmente posible. Tierra de nadie.

Al menos me queda la opción de agarrarme a un párrafo distinto, y simplemente esperar que algo permita un nuevo pistoletazo de huida: Read More

Los hombres que no amaban a las mujeres

Me habían hablado tanto y tan bien de la trilogía de misterio de Stieg Larsson que no supe  si sorprenderme o no cuando al cabo de un par de capítulos del primer libro decidí admitir que no estaba ni demasiado interesada, ni en absoluto enganchada, ni prácticamente dispuesta a continuar. Pero anoche me dije: a ver, un capítulo más; y a día de hoy, habiéndome dormido más tarde de las dos en plena intriga, me he levantado a las ocho sólo para poder ver un rato, antes de salir a la cruda realidad, cómo continúa este “Los hombres que no amaban a las mujeres” (que parece ser que ya está traducido al español, aunque yo como siga así de atrapada me pienso llevar los dos tochos siguientes de aquí, ¡no me voy a poner a esperar!)

Os dejo, para abrir boca, con un trocito, que ni tiene misterio ni es en absoluto representativo del libro, pero que me gustó: Read More

La edad del óxido

Vamos a inventar una norma: el autobombo está permitido cuando el bombo es colectivo y Sofi Castañón presiona para que le demos vueltas. Así que, a modo de primer acto de este autocolectivombo girante, comentaros que está en marcha desde hace unos días este colorido y veraniego blog, a saber, hoja de ruta de los vericuetos de edición de “La edad del óxido”, una antología que saldrá en septiembre y en la que, como dijo Alba y yo no sé decir mejor, una decena de mangantes entre los que me cuento publicará relatos.

Así que hala, ya sabéis. Si queréis más, pasáos por allí, que a mí esto del bombo me da mucha vergüenza, aunque sea autocolectivo.  Read More

Las aventuras de Barbaverde o cómo dar carcajadas en el metro

Estoy leyendo un libro que me tiene perpleja. Habla de enormes salmones que aparecen entre galaxias, suena a comic de colores, dibuja perfecto lo mal que se entiende todo el mundo en las historias de amor. Por si fuera poco, se ríe de los periodistas, se ríe más si cabe de los estudiantes con ideas, ni os cuento de los artistas y a mí me hace descojonarme en el metro ultrasilencioso de las mañanas de aquí.

Con un pie en la tierra  y otro en los superheroes, un tono argentino con vistas a El Cairo y mucha mala leche, un tal César Aira del que confieso no haber oído hablar nunca antes nos regala en “Las aventuras de Barbaverde” la sorpresa de una cosa diferente, por una vez. Read More

“Nunca es triste la verdad…”

En estos días en que, por motivos que no vienen al caso, si a ando le ando dando vueltas es a la pertinencia, necesidad y paradojas de la verdad aplicada a la vida misma, lo mismo hasta alguno de los libros de las raras bibliografías que se siguen en este país me de alguna clase de respuesta:

“La confesión se ha convertido, en Occidente, en una de las técnicas mejor valoradas de producir la verad. Nos hemos convertido, desde entonces, en una sociedad singularmente confesadora. La confesión ha difundido bien sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en el trato familiar, en las relaciones amorosas, en los órdenes más cotidianos y los ritos más solemnes; confesamos nuestros crímenes, confesamos nuestros pecados, confesamos nuestros pensamientos y nuestros deseos, confesamos nuestro pasado ynuestros sueños, confesamos nuestra infancia; confesamos nuestras enfermedades y miserias; nos empleamos con la mayor exactitud en decir lo más difícil de decir; confesamos en público y en privado,a nuestros padres, a nuestros educadores, a nuestro médico, a quienes amamos; nos hacemos a nosotros mismos, con placer y dolor, confesiones imposibles a cualquier otro, y hacemos libros de ellas (…) La obligación de la confesión nos llega ahora de tantos puntos diferentes, nos ha sido incorporada tan profundamente que ya no la percibimos como el efecto de un poder que nos costriñe; nos parece por el contrario que la verdad, en lo más secreto de nosotros mismos, no “pide” otra cosa que salir a la luz; que si no lo logra, es porque un impedimento la retiene, porque la violencia de un poder pesa sobre ella, y que no podrá articularse si no por el precio de una especie de liberación. La confesión libera, el poder reduce al silencio; la verdad no pertenece al orden del poder, sino que tiene una parentesco originario con la libertad: tantos temas tradicionales en la filosofía a los que una “historia política de la verdad” debería volver mostrando que ni la verdad es libre por naturaleza, ni el error siervo, sino que su producción está por entero atravesada de relaciones de poder.”

(Foucault, “Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber”)

El hijo del padre de Vila Matas

Para mejorar un día que no ha sido tan bueno como acostumbran, recibo desde mi casa un correo con unas cuantas líneas escogidas de otro de los libros que debí traerme aquí: “París no se acaba nunca”, de Vila Matas. Y aunque podría copiar las citas que describen todos los cafés que debo recorrer (sí, esos son los deberes que me pone mi padre), prefiero contaros esta otra, un clásico de las coñas de mi familia, para que veáis la que me puede esperar 😉 Read More