Las ciudades destruyen las costumbres

En las tardes de domingo uno debiera siempre estar en La Ciudad. Sí, ahora saldría a la calle y me asombraría una vez más de lo bonito de mi barrio sin gente, de la sutil inclinación de las ventanas hacia el río. Seguiría bajando hasta los puentes y pensaría en lo mágico de la construcción de las catedrales. Como no habría comido, me compraría un crêpe y me reiría pensando que al final siempre me digo: “nunca más, me empalagan tanto” -como con los gofres-.  Y buscaría quien pudiera venderme una cerveza. Me sentiría bien por renunciar a llamar a nadie, me sentiría fuerte. Os escribiría mensajes, postales invisibles para decir en qué pienso. Borraría sin darle importancia ese otro mensaje, estúpido, al que no quiero contestar. Y de paso su número para siempre, otra vez. Se me ocurrirían poemas y apuntaría en la agenda su comienzo, buscaría algún nuevo graffitti escondido de MissTic.  Sonreiría a desconocidos, volvería a casa algo así como crecida, balanceando una bolsa de comida china y, seguramente, un libro nuevo arrancado a la orilla del río. Sabría esperar, no habría todo este miedo atenazante, amenzante. Todo tendría el color milenario de la piedra. Read More

…escoger el color equivocado…

Y llegó por fin la familia, el coche cargado con todas las cosas sin las que no se puede pasar el invierno. La casa ya parece una casa, hay libros, manteles, abrigos, el saxo, las velas, un árbol a construir.

Llegaron, también, por fin, a mis manos las últimas cartas a Kansas, y así fue como pude, cuando tuve todo sobre las baldas, en los cajones, en su sitio,  confirmar lo que me temía: Read More

Back in town

“Bienvenida de vuelta a la ciudad invivible pero insustituible”, me dijeron anoche. Porque Laura está de vuelta en la ciudad de los gatos, en la gris de cielo-paleta. Está de vuelta en la ciudad y tiene un apartamento que uno diría salido de una canción del Sabina de la primera época (paredes de moqueta, vista a oficinas, muebles inclinados, platos de duralex, pasillo de hotel-dulce hotel-).

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Instrucciones para despedir una ciudad

Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas a donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue

(Hemingway)

Si organizas una cena de despedida, procura que el Papa interrumpa la circulación. Así podrás llegar tan tarde que nadie olvide tu reputación, y ver de paso una última vez todas las luces de la ciudad mientras buscas desesperado un puente que pueda cruzarse sin que lo impida tanta, tanta policía. Read More

Cuando yo tenía tu edad, era mayor

Como siempre, mi ausencia tiene causas. Esta vez, estaba trabajando -¡que si, que sí!- He pasado dos semanas contando niños en los dos lados de los pasos de cebra. O contando niños en las orillas de los bares. O en los bares de la playa. Arrastrando niños a casa o a clase. Acompañando otitis, tendinitis. Conociendo los rincones en que uno puede esconderse en Barcelona cuando tiene quince años y una novia de ocasión. Repitiendo a mi pesar siete mil veces que “de verdad, cuando yo tenía su edad, no era así”. Read More

Deber cumplido

Ya ves, yo no sabía que un papel en blanco también corta, que esconde

como filos secretos de navaja.  Y ahora, mira,

la carta que nunca me has escrito llega

en el sueño hoy hasta mis manos

y rompe para siempre este silencio, esparce

el vacío por los cuartos: corta de un golpe

las venas de esta noche inmensa, absurda

donde te espero.

(Berta Piñán)

 

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Disparos de resumen

Se acabo la Semana de las Artes. Se acabo incluso la que va despues, y casi las secuelas (a saber, horarios desajustados, alternancia de insomnio y narcolepsia, ataques de nostalgia, otros de rabia, problemas para volver a la vida cotidiana y una cierta obsesion compartida por la mas apuesta parte masculina del equipo).

Y acabadas la Semana y sus congeneres, paso el tiempo suficiente para preparar la huella: si teneis curiosidad y clicais aqui, podreis pasearos por los entresijos de nuestro festival de rock, por el backstage del musical de la escuela, por el picnic-con-techno que mas que montar liamos en el jardin, por nuestras clases de danzas, por los personajes con cuyos nombres os llevo, a los cercanos, aburriendo un mes.

Porque, si, me pase el evento con la camara en la mano.

De los entresijos os cuento otro dia. Ahora solo decir que me perdoneis a la vez mis ausencias y los de los acentos: mi ordenador, despues de irse muriendo de a poco y a ratos, parece esta vez no querer resucitar. Y en este ciber nocturno, se me acaba el tiempo. Nos vemos si haceis el viaje en el tiempo y espacio que os propongo con las fotos: estoy detras de todas! Read More

Feliz 1387

Yo siempre celebro el Año Nuevo tantas veces como puedo. Así es posible remendar deseos y propósitos a los desajustes del tiempo que pasa sin salir muy mal parada en las comparaciones de meses. Últimamente, por ejemplo, a las cosas dichas con uvas, les sumé unas cuantas la noche que volví a no ver dragones pero casi. Y así todo el rato. Enmendando, remendando.

Mañana empieza, con el equinoccio, el año nuevo persa. 1387. A las 06.48. No es que esté yo en estos tiempos precisamente muy por Zoroastro y Shere Khan, pero, qué coño, tampoco están en Irán los hornos para bollos y sin embargo por lo visto ya están todos calentándose para que salgan bien los platos del Nowruz.

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