Un poema al otro

Me entero entre carteles y periódicos que en mi ciudad adoptiva estamos en medio de las celebraciones anuales de “la primavera de los poetas”, y que hoy es el día de pasar un poema al otro. “En casa, en el trabajo, en la escuela, en la calle…”, proponen en la web, “ofreced uno, cambiad vuestros poemas, pegad un poema, deslizad un poema bajo la puerta, esto o aquello, ¡pero dad un poema al otro!”

Debo admitir que no, en absoluto, para nada vi hoy un trajín poético mayor que de costumbre entre los bulevares. Pero la idea, y el proyecto en que se inscribe, son de las que hacen que uno se crea que pese a todo hay salvación posible.

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Unos ojos en un pajar

Hace un tiempo, Gen me contó la historia de un tipo que vio en el metro de Nueva York a una chica y supo que era la mujer de su vida. Esta historia que empieza con un tópico tan grande y repulsivo tuvo sin embargo una continuación mucho más potable. El chaval se puso manos a la obra, hizo esta web tan chula (la parte de abajo, en realidad) para buscarla y resulta que, buenos samaritanos mediante, encontró a la muchacha. Y tuvo hasta el buen gusto de no contarnos el final (parte de arriba).

Otras veces, en el metro pasan otras cosas. Hay gente que no puede evitarlo y se pone a llorar. A quién no le ha pasado alguna vez. Lo que ya no es tan corriente es que una joven de ojos y voz calmante se siente al lado de uno, se quite los cascos, y hable. Que cuente su historia y uno se quede pensando “vaya, un problema es más bien eso”. Y luego desaparezca entre las multitudes del pasillo de Gare d’Austerlitz sin dar siquiera tiempo a preguntar un nombre. Read More

Vamos a ser positivos, que dicen que es mejor

Me encuentro en ecuaderno con la noticia de que hay gente que hace las cosas como a mí me gusta: en vez de darles zoom a los despropósitos, unos señores han decidido fijarse en las cosas que están bien hechas y darlas a conocer. No está mal como cambio.

Se trata de La buena prensa, un blog que nace, según sus autores, porque “todos los días se publican páginas de buen periodismo”. A ver si es verdad, les dejamos con el reto de demostrarlo.

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Regresos I

Las reflexiones de regreso son una especie de mezcla desangelada entre las brumas de lo que pasó antes de irte y las premoniciones de lo que te va a pasar después. El paréntesis del viaje es mejor interpretarlo al antojo variable de los días.

Estuve en Gijón y me calmó la mar. Y me dio por recuperar este poema para salvarme el semestre. Ilusos creedores de mantras…

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“Nunca es triste la verdad…”

En estos días en que, por motivos que no vienen al caso, si a ando le ando dando vueltas es a la pertinencia, necesidad y paradojas de la verdad aplicada a la vida misma, lo mismo hasta alguno de los libros de las raras bibliografías que se siguen en este país me de alguna clase de respuesta:

“La confesión se ha convertido, en Occidente, en una de las técnicas mejor valoradas de producir la verad. Nos hemos convertido, desde entonces, en una sociedad singularmente confesadora. La confesión ha difundido bien sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en el trato familiar, en las relaciones amorosas, en los órdenes más cotidianos y los ritos más solemnes; confesamos nuestros crímenes, confesamos nuestros pecados, confesamos nuestros pensamientos y nuestros deseos, confesamos nuestro pasado ynuestros sueños, confesamos nuestra infancia; confesamos nuestras enfermedades y miserias; nos empleamos con la mayor exactitud en decir lo más difícil de decir; confesamos en público y en privado,a nuestros padres, a nuestros educadores, a nuestro médico, a quienes amamos; nos hacemos a nosotros mismos, con placer y dolor, confesiones imposibles a cualquier otro, y hacemos libros de ellas (…) La obligación de la confesión nos llega ahora de tantos puntos diferentes, nos ha sido incorporada tan profundamente que ya no la percibimos como el efecto de un poder que nos costriñe; nos parece por el contrario que la verdad, en lo más secreto de nosotros mismos, no “pide” otra cosa que salir a la luz; que si no lo logra, es porque un impedimento la retiene, porque la violencia de un poder pesa sobre ella, y que no podrá articularse si no por el precio de una especie de liberación. La confesión libera, el poder reduce al silencio; la verdad no pertenece al orden del poder, sino que tiene una parentesco originario con la libertad: tantos temas tradicionales en la filosofía a los que una “historia política de la verdad” debería volver mostrando que ni la verdad es libre por naturaleza, ni el error siervo, sino que su producción está por entero atravesada de relaciones de poder.”

(Foucault, “Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber”)