Les bobós (con acento en la o)

Una de las cosas que más me gusta de Francia es que tienen las palabras que yo siempre quise tener. Dejemos para otro día los maravillosos “c’est pas grave” y “j’ai kif”, las “crudités” que tanto le gustan a Manu y la sutil pero indispensable diferencia entre “copain” y “petit ami”. Hoy, el tema es la palabra que más feliz me ha hecho desde que llegué: “bobo”. Con acento en la o, claro: bobó. Read More

“Le Golem”

(He encontrado un nuevo divertimento. A medio camino de casi cualquier parte hacia la que vaya hay una tienda de discos de ocasión. He descubierto la diversión de hurgar entre los cajones de a un euro y llevarme aquello en lo que un nombre o una foto me seduzcan. Como soy de obsesiones fijas, ayer me hice con el album de unos tal Résonance porque se llamaba “Le Golem”. Y fue una de esas veces en que resulta bien. La foto, en Praga, aunque yo allí nunca llegué a encontrarme al perverso ni al gato del rabino.)

Puente de PragaEl castillo domina el Vltava,

hay risas en la Linterna Mágica,

donde, a ritmo de polka

danzan el Golem y Kafka.

En el museo de Joseph K.

brindan abogados y magistrados,

las campanas se desencadenan en las torres,

una silueta avanza paso a paso.

(…Mala Strana…

…Va de vuelta, ¿qué quiere?

Va de vuelta, ¿adónde va?…

…Mala Strana…)

El titiritero, con la cabeza baja,

abre los ojos y lo ve:

el autómata se desliza por los tejados

y desaparece una vez más

(…Mala Strana…

…Va de vuelta, ¿qué quiere?

Va de vuelta, ¿adónde va?…

…Mala Strana…)

El alquimista en la calle Maiselova

cierra los postigos con estruendo;

con su farol en la punta de los dedos

persigue a la sombra que mengua

El Golem, como un fuera de la ley,

huye del rabino con pavor,

lejos de la multitud y de las emociones

tiene lugar otro combate.

(…Mala Strana…

…Va de vuelta, ¿qué quiere?

Va de vuelta, ¿adónde va?…

…Mala Strana…)

Anotación para ovetenses amantes de la música de autor

Para que no digáis luego que oficio de grouppie siempre de los mismos, a los que seguís por casa (la casa del norte) este puente largolargo (si es que queda alguien, que parece que todo el mundo se viene aquí! :p), os regalo una anotación de agenda. Os pasáis por el space de Carlos Siles, escucháis su canción nº0 y decidís que en efecto queréis fiaros de mí y estar el día tres a las ocho en la Calleja de la Ciega para dejar que este chaval os cante un poco al oído. No tendréis muchas más ocasiones, él suele subirse a escenarios más bien en Granada o Madrid, a Oviedo lo llevan por un rato, si no me equivoco, asuntos del cuore… Razón de más, por cierto, que los conciertos en ciudades fetiche suenan mejor.

Yo iría, vaya. Read More

Los restos del naufragio

Dicen que cuando los barcos están a punto de hundirse, los músicos son quienes se quedan en cubierta hasta el fin, amenizando la muerte. Por aquí ha pasado al revés: ante no sé qué clase de virus de mil patas que ha decidido atacar mi disco duro, la música se ha erigido en kamikaze y se ha autodestruido en rendición para avisarme de que algo malo estaba pasando antes de que la efermedad o iceberg alcanzara la carpeta de textos. Read More

De noticias, revuelos, patines y fresco

1.-

Cuando en París hay huelga de transportes, las consecuencias son evidentes: las carreteras de la ciudad se llenan de bicicletas bamboleantes mal dirigidas por hombres con traje, de patinadores torpes e incluso amas de casa en patinete. No es cierto que el metro esté cerrado a las ocho del día anterior ni que los buses nocturnos no funcionen, por otro lado. Y aunque hay clases que se suspenden por imposibilidades varias, la mayor parte de los que deben llegar, llegan, aunque resoplando por el esfuerzo de pedaleos o zancadas. Read More

Una casa con un balcón

Los trámites para hacer de esta casa –si el robo se me permitemenos casa y más hogar han dado sus frutos. A más de un mes de la llegada, he dejado por fin de dormir en un colchón hinchable y comer en una esquina confortable: las cajas de IKEA desembarcaron y yo me averigüé capaz de hacer algo con ellas. Ahora que ya tengo una mesa con espacio para muchos folios, un sofá cama de tres veces mi tamaño y sillas que admiten cenas a varias bandas, puedo por fin decir “mi casa” cuando quiera referirme este rincón. Pronto tendrá suficientes historias hechas suyas como para que sea cierto. Y aunque haya que poner toda la letra en singular (hasta los balcones, que aquí hay sólo uno), esta canción le viene al pelo a mi estado de euforia.

Las visitas, por su parte, ya tienen con ello razón de ser. Tras una que de puro explotada no fue casi ni visita, esta y la próxima semana se suceden las primeras (familiares cargados de ropa de abrigo) y los incondicionales empiezan a acotar fechas entre hoy y Navidad: el crápula de oficio y sus secuaces, mis dos brujas favoritas y el señor Fellini (o el que sea su nombre ahora) ya casi tienen los billetes en las zarpas.

Hay más indicios de que la vida avanza: las clases de verdad empezaron y todo su peso cayó sobre nuestras cabezas (ya hay obligaciones en francés). Un día de estos os cuento de las particularidades de esta Uni, que no son pocas; y de los infartos de estudiar idiomas raros en idiomas de poco fiar.

En otro orden de cosas, el invierno ha llegado y yo ya no digo que no sé cocinar.

A lo que vamos: tengo por fin internet en casa. Ayer se materializó al final de los trabajos de montaje. Así que el gato comenzará por fin a desplegar una actividad más constante (aunque no le pidáis nada frenético, ya sabéis cuáles son el ritmo y cadencia felinos) y menos egocéntrica. Lo asegura agitando los bigotes. Y además, podrá escribir con acentos y eñes.

Un balcon en una casa

( En mi tiempo de ausencia, el mundo virtual ha recibido un gran regalo: Genocation vuelve al mundo de los vivos, con un cambio de look y un extra de energías. Que no se lo pierda nadie a quien le gusten los cuentos, las fotos bellas, la mala leche bien usada y la vida en general. Por su parte, el poeta Enrique Gracia se ha abierto blog para que podamos seguirle los pasos: atención madrileños, ahí se cuecen muchos saraos…).