El regreso de Antony

Al leer la entrevista a Antony en Babelia (que, contra todo pronóstico, no me ha defraudado: es lo bueno de que el entrevistador deje hablar al entrevistado), me he dado cuenta de que con el ajetreo de los últimos tiempos, se me había olvidado comentar por aquí que su último disco está disponible entero gratis en deezer… Imperdonable lo mío.

(Aunque debo decir que este álbum nuevo no me gusta tanto como I am a bird now. Claro que pocas cosas me gustan tanto como I am a bird now).

Así que hala, voilà, ya tenéis una razón más para registraros en esa paginilla tan maja que os pone al alcance de la mano mogollón de cosas que queréis, y algunas que todavía no sabéis que queréis pero que vais a adorar enseguida.

Y para resarcirme del error de mi tardanza, intento, por si os da pereza lo de registraros ya mismo, enlazaros aquí abajo la lista de reproducción completa de este The crying light que me acompaña en mi camota y mi estudio. Que a los que estéis en las mismas no os va a venir mal. Read More

¿El gato sobre el disparo?

Advertencia previa: no me gustan las cosas que son raras por el mero placer de serlo. Casi todo lo que lleva en algún punto de su concepción la palabra performance me pone de los nervios. Me molesta que se mezclen churras con merinas, los desnudos gratuitos y que la imposición de escenografía de aviones a las óperas románticas. Me siento insultada, en general, con las adaptaciones-a-este-siglo de los clásicos. “Tonterías las justas y los experimentos con gaseosa”. Fin de la advertencia. Read More

A sus madrigueras…

Me gusta el día de hoy. Ese: el primero en el que dices: qué frío, pero qué frío, pero joder qué puto frío. Y te pasas la mañana de clase mirando por la ventana la tormenta, soñando inviernos llenos de refugios; y luego anulas los planes porque lo siento tengo que ir a abrigarme, me pelo; y llegas a casa aterido, guardas el tupper en la nevera y cocinas por el único ancestral motivo: entrar en calor; con la sudadera, por fin, de la pantera rosa, y las cortinas un poco descorridas, todo ese frío afuera. Y luego cómo va uno a volver a la facultad, para una hora, total, y además con este frío: una siesta inevitable de la que te despierta una invitación a Mallorca en invierno -qué frío, qué frío-, y ponerse a estudiar, hasta el flexo da calor; estudiar a Kant porque a Kant sólo se le puede estudiar cuando empieza el invierno.

Y ahora abrigarse mucho, salir a la calle para intentar comprar tres libros imprescindibles y unas botas con mucho pelo dentro. Que al salir a la calle ya será prácticamente de noche, me cago en la puta, qué frío, y volver a casa luego va a ser una maravilla.