Hace un par de días cruzó los controles aeroportuarios que ponen rumbo a casa la última de las amigas que quedaban aquí que pertenecían realmente al año Erasmus, a aquel septiembre de llegar tarde y sin rumbo a la clase de francés, a aquel octubre de no entender las partes y las subpartes que había que hacer en las exposiciones orales, a aquel noviembre de y-una-para-todas, a aquel diciembre enamoradas sin excepción-culpa de la villa-, a aquel enero de regresos cambiados, a aquel febrero triste, a aquel marzo recuperando tiempo en Amsterdam, a aquel abril sin lluvia pero con café, a aquel mayo de estreses y fiestas. Junio terminó y a uno sólo le queda decir gracias, por haberme dejado sin prejuicios, por haberme ayudado a aprender que, a veces, está bien cambir de idea. Y colgar este poema que debía ir en aquella maleta en un regalo hecho de fotos y de palabras que no dio, como siempre -como nunca-, tiempo a terminar, y seguir sonriendo.
Porque ahora empieza otra cosa. Y no será peor, sea la que sea, pero será otra. Otra. Read More