Hacerlo florecer todo

(Reseña publicada en el número de diciembre del periódico La Marea y online aquí).

En un macetero urbano del barrio de la Magdalena de Zaragoza, una pintada le dice al árbol escuálido que alberga: “No crezcas, florece”. En alguno de esos resquicios donde se cruzan realidad y ficción, el autor de este grafiti bien pudiera ser el viejo Leandro Balseiro, uno de los protagonistas de Artes subversivas para cultivar jardines, la última novela de Teresa Moure (Monforte de Lemos, 1969), o alguno de sus alocados descendientes.

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Si no gritas, no te haré daño

(Columna publicada en la web del periódico La Marea el 10 de diciembre de 2014).

Dos de los pilares en los que asienta el poder son la administración de la información y la administración del miedo. La de la información la vemos y comprendemos constantemente: desde las mezquindades cotidianas hasta las estrategias de más alto nivel, quien sabe algo, si no lo da a conocer, puede llevar la rienda. En cuanto al miedo, por irracional es maleable, se puede crear y conducir. Aunque sea una reacción natural e instintiva, sus detalles están sujetos a la manipulación: muy a menudo, a lo que tenemos miedo es a lo que se nos dice que debemos tenérselo.

Hay una imagen que hemos visto mil veces en las películas. Malos con cara de malos, encapuchados muy reconocibles, se acercan a alguien por la espalda, con clarísimas aviesas intenciones. Llevan en las manos un pañuelo, que se disponen a atar sobre la boca del inocente, desprevenido, protagonista. Y mientras tiran de los extremos del nudo, se les oye afirmar: “Es por tu bien”. “Si no gritas, no te haré daño”, dicen siempre. Read More

Sin imposturas

(Reseña publicada en el número de noviembre del periódico La Marea y online aquí).

Se esconde la vejez, la enfermedad, la muerte. Se esconde lo que sale mal, lo que es incompleto. Todo el tiempo se nos muestran imágenes ideales de casi todo. “Dentro de la lógica de nuestra humanidad, nos creemos la mentira y nadie aguanta la verdad”, cantan los puertorriqueños Calle 13. Frente a eso, verdad es lo que quiere dar PornoBurka, primera novela de Brigitte Vasallo (1973). Y la verdad es sucia, confusa, y no se atiene a lo previsto. Read More

La ciudad que no se ve en las noticias

(Reseña publicada en el número de octubre del periódico La Marea y online aquí).

Los periódicos y telediarios vuelven a veces asépticas a las palabras, las vacían de sus significados más ciertos. Tan acostumbrados a oír pronunciar guerra, admitimos que guerra significa “juego de poder”, pero olvidamos que también puede significar “todos los amigos de Yúsuf ya están muertos”. Acostumbrados a la palabra bombardeo, pensamos que significa “ultimátum”, y casi no recordamos que signifique “la pequeña Maha se esconde en un sótano y llora”. En la última década nos hemos acostumbrado a escuchar Bagdad, Iraq. Y hemos creído que significan “petróleo”, “terrorismo”, “embargo”. Fragmentos de Bagdad, de Sinan Antoon (Bagdad, 1967), es un antídoto que devuelve a estos nombres su verdadero significado: el de las personas que lo habitan, el de la vida que se desarrolla allí. Read More

Extranjeros en un mismo idioma

(Reseña publicada en el número de septiembre del periódico La Marea y online aquí).

Nuestro idioma es nuestro mundo. Las palabras con las que contamos definen los límites de lo posible, qué somos capaces de ver. En ese sentido, compartir una lengua es compartir un universo. Sin embargo, es cierto que “hablar una misma lengua no significa compartir los referentes que justifican una tradición única”, como apunta Benito del Pliego en el prólogo de Extracomunitarios: Nueve poetas latinoamericanos en España. Read More

Por qué hacerlo, por qué ahora, por qué así

Hace mucho, mucho, que no escribo en el blog de la manera que solía hacerlo antes. Por falta de tiempo y de fuerzas, este espacio fue mutando de diario en lugar en el que ir archivando las cosas que escribo para otras partes. Los días no tienen más horas que las que tienen. Hoy, sin embargo, vuelvo aquí como a una casa segura desde la que contaros una decisión y sus porqués.

Hace unos días se hicieron públicas las candidaturas para los órganos internos de Podemos, la organización política que está revolucionando el statu quo de este país nuestro. Yo estoy ahí, entre otra mucha gente. Soy una de las personas que opta a formar parte del Consejo Ciudadano. Este Consejo es un órgano que, según el modelo organizativo aprobado hace un par de semanas, hará por así decir de bisagra entre la totalidad de las personas participantes en el movimiento, y quienes ocupen los cargos de dirección propiamente dichos; un foro de debate y de trabajo, una pieza del engranaje que permitirá conectar el sentir general con las líneas directrices. Soy candidata, entonces. Pero lo soy, por otro lado, desde un lugar concreto: formo parte de la lista propuesta por el equipo ¡Claro que podemos!, que incluye candidatos para todos los puestos a cubrir: un secretario general, 62 miembros del Consejos Ciudadano, y otros 10 para la Comisión de Garantías. 

Sé que esta decisión puede haber sorprendido a algunos de quienes me conocéis. Sé también que en el aire de estos días laten no pocas dudas y polémicas. Es por eso por lo que he querido volver a escribir aquí: situarme, explicarme. Por si en algo pudiera ser de utilidad. 

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Palabras que digan, palabras que hagan: “Desórdenes”, de David Eloy Rodríguez

(Reseña publicada en el portal Tendencias21 el 29 de octubre de 2014).

Palabras que digan, palabras que hagan: “Desórdenes”, de David Eloy Rodríguez

En los mitos fundacionales de casi todas las culturas hay un hecho inicial más o menos común, que es el momento en el que un dios (o tal vez un equipo bien avenido de dioses) pone orden en lo que hay y da así comienzo al mundo. Lo que era una amalgama informe de tierras y aguas, de fuerzas y luces, se encauza: cada cosa recibe un nombre, un lugar donde quedarse, una ocupación. A partir de ahí, se entiende, puede comenzar cabalmente la vida.

La visión que compartimos hoy sobre el comienzo del mundo es, sin embargo, casi radicalmente opuesta. Con las gafas científicas propias de nuestro tiempo, creemos en eso que se ha dado en llamar Big Bang. Según esa mirada, el mundo comienza cuando llega el desorden. La perfecta bolita de fuego quieta en su soledad oscura de vacío sin tiempo, estalla, nadie sabe por qué azar de partículas. Crece y crece en un rapidísimo tejido abstracto en que cada nudo de desorden es una línea de fuga que lleva a nuevas posibilidades, a planetas y meteoros y constelaciones. El resultado, lo conocemos: nosotros, aquí, así. Un largo viaje de desórdenes encadenados nos ha traído hasta este día.
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Ocupar el imaginario

(Reseña publicada en la versión digital del periódico La Marea el 14 de julio de 2014).

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Escribe el poeta Jorge Riechmann que “en la sociedad del espectáculo, al arte y la cultura se les plantea un problema especial: porque quienes dominan el mundo nos tienen agarrados por los cojones de la imaginación”. Las representaciones de las relaciones, las ocupaciones, los deseos y los sueños que pueblan las páginas y pantallas que a su vez pueblan nuestros días suelen apuntar hacia modos de vida muy determinados, en una forma de ideología subterránea que impregna nuestra visión del mundo sin que casi nos percatemos. Nos recuerda también a menudo el filósofo Santiago Alba Rico que sin imaginación, esa facultad que nos permite ponernos en el lugar de los otros, no nos cabe siquiera la opción de llegar a vivir otros mundos posibles.

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La decisión de Elinore Pruitt

(Reseña publicada en la versión digital del periódico La Marea el 17 de enero de 2014).

A principios del año 1909, Elinore Pruitt tomó una decisión: abandonar su trabajo como limpiadora y lavandera en la ciudad de Denver para acudir como colona al Oeste de los Estados Unidos. El país vivía entonces un periodo de entreguerras en el que ya se auguraba el inicio de su despegue como gran potencia mundial, un camino para el que necesitaba acabar de colonizar su vasto territorio nacional, en gran medida despoblado. Por eso, el gobierno había dado cauce a una regulación que establecía que, por un precio de 15,5 dólares, se otorgara a quien así lo solicitase una amplia parcela de tierra con la única condición de que la cultivara y viviera en ella por un mínimo de cinco años. Una ley que permitía, por otra parte, que la solicitud fuese cursada por mujeres solteras, viudas o divorciadas. Read More