La semana pasada el trabajo me dio la ocasión de una de esas aventuras que uno espera tener cuando se viene a vivir a un país como este. El asunto era el “festival de las bodas” de Imilchil, y antes de ir yo había leído cosas básicamente de este palo (aunque también un poco de esto y por suerte esto otro además). Así, sabía que se trataba de la celebración de unos matrimonios colectivos, siguiendo una tradición bereber. Sabía que en torno a eso se organizaba un mercado y, en general, un gran sarao. Sabía algunas leyendas y el nombre de dos lagos. Poco más. Para el resto, mi idea era dejarme sorprender. Read More
Category: Están locos estos filósofos
Beauty and the Press
-I-
Era la primera vez que estaba un desfile de moda. Nunca antes había visto a una modelo así de cerca, viva, caminando. Iba a ser un poco como entrar en los cuarteles generales de algunas de las cosas que más miedo me dan, pensaba yo.
Lo que nunca pensé es que al ver a esas mujeres perfectas, ejemplares de muestra de la idea dueña de nuestros monstruos de niñas, patrones a cuya medida cortamos el hambre, fantasmas que habitan los espejos, inevitables condicionantes de nuestra autoconcepción (la que esté libre de pecado, que tire la primera galleta integral)… sentiría, antes que nada, una extraña, desoladora, triste, atenazante compasión.
Otro capítulo más de esas cosas que ya sabemos de sobra pero golpean más cuando se ven. Esta vez: “La Belleza No Era Esto”.
¿Qué pensarían ellas, si me hubieran mirado a mí?
No me puedo creer que hayan vuelto el rosa-rosae, Quintus, y toda la familia
Resulta que por malos vaivenes de las convalidaciones (para la UNED el alemán no es una lengua filosófica, gran titular como Alba dijo), aquí me hallo que me hallo desplegando los desplegables de conjugaciones y declinaciones latinas, con sus repeticiones y sus desesperaciones, un poco amarillitos por las junturas del celo, con mi letra más redonda de hace unos años y su contemporánea pasión por los bolis de colores.
“Querer vivir”
Hace no mucho, me hablaban de un libro, “Amar y pensar”, de un tal Santiago López Petit. Me hacían llegar una serie de fragmentos que pertenecían definitivamente a la especie de esos que me reconcilian con la filosofía y me recuerdan por qué tengo en casa tantos libros gordos.
Hoy, me encuentro con esta entrevista y me digo: “venga, sube un cachito al blog. Para ver si en una temporada no hace falta ponerse a explicar por qué sí que tiene sentido explorar la palabra ontología, pasar las horas descifrando manuales, hacer incluso exámenes que obliguen a enfrentar páginas antiguas pese a todas las perezas… ”
“Para llegar a escribir cosas como estas un día, hombre”, es la respuesta.
(Intentaré acordarme en septiembre, cuando el calendario de exámenes vuelva a traerme a mí misma la pregunta de quién coño te manda meterte en este berenjenal…)
Para recordar que de leer, lo importante era leer
Me envían este artículo de José Luis Pardo (sabiendo que pienso a lo que cuenta este señor siempre vale la pena echarle un ojo) y me digo que el último párrafo bien merece un corta-y-pega.
Y no comento, porque para que añadir paja a un “y con esto queda todo dicho”.
Hablar en público
Siempre lo supe pero nunca había localizado las razones: por qué las mujeres que hablan muy bien en público tienen en general más fuerza que los hombres que hablan muy bien en público. Voilà:
Escucha a una mujer hablando en una asamblea (si no ha perdido el aliento dolorosamente): no “habla”, lanza al aire su cuerpo tembloroso, se suelta, vuela, toda ella se convierte en su voz, sostiene vitalmente la “lógica” de su discurso con su propio cuerpo; su carne dice la verdad. Se expone. En realidad, materializa carnalmente lo que piensa, lo expresa con su cuerpo. En cierto modo, inscribe lo que dice, porque no niega a la pulsión su parte indisciplinable, ni a la palabra su parte apasionada. Su discurso, incluso “teórico” o político, nunca es sencillo ni lineal, ni “objetivado” generalizado: la mujer arrastra su historia en la historia.
(“La risa de la medusa”, Hélène Cixous)
“The dream” se hizo real
Hoy sería un buen día para citar a Víctor Botas, aquello de: ¿Cómo atender, estando / ella ahí , a estas cosas de la política de España / o de Rusia, o de Roma?…
Pero al revés también, en justa compensación: cómo atender a nada otro, bueno o malo o solamente confuso, con estas cosas en que la política se prodiga tan poco y dibujan contadas mañanas sonrisas con la compañía del informativo, antes de entrar en la ducha. Read More
“Nunca es triste la verdad…”
En estos días en que, por motivos que no vienen al caso, si a ando le ando dando vueltas es a la pertinencia, necesidad y paradojas de la verdad aplicada a la vida misma, lo mismo hasta alguno de los libros de las raras bibliografías que se siguen en este país me de alguna clase de respuesta:
“La confesión se ha convertido, en Occidente, en una de las técnicas mejor valoradas de producir la verad. Nos hemos convertido, desde entonces, en una sociedad singularmente confesadora. La confesión ha difundido bien sus efectos: en la justicia, en la medicina, en la pedagogía, en el trato familiar, en las relaciones amorosas, en los órdenes más cotidianos y los ritos más solemnes; confesamos nuestros crímenes, confesamos nuestros pecados, confesamos nuestros pensamientos y nuestros deseos, confesamos nuestro pasado ynuestros sueños, confesamos nuestra infancia; confesamos nuestras enfermedades y miserias; nos empleamos con la mayor exactitud en decir lo más difícil de decir; confesamos en público y en privado,a nuestros padres, a nuestros educadores, a nuestro médico, a quienes amamos; nos hacemos a nosotros mismos, con placer y dolor, confesiones imposibles a cualquier otro, y hacemos libros de ellas (…) La obligación de la confesión nos llega ahora de tantos puntos diferentes, nos ha sido incorporada tan profundamente que ya no la percibimos como el efecto de un poder que nos costriñe; nos parece por el contrario que la verdad, en lo más secreto de nosotros mismos, no “pide” otra cosa que salir a la luz; que si no lo logra, es porque un impedimento la retiene, porque la violencia de un poder pesa sobre ella, y que no podrá articularse si no por el precio de una especie de liberación. La confesión libera, el poder reduce al silencio; la verdad no pertenece al orden del poder, sino que tiene una parentesco originario con la libertad: tantos temas tradicionales en la filosofía a los que una “historia política de la verdad” debería volver mostrando que ni la verdad es libre por naturaleza, ni el error siervo, sino que su producción está por entero atravesada de relaciones de poder.”
(Foucault, “Historia de la sexualidad I: La voluntad de saber”)