Sí, esta es la primera…

Las mañanas de convalecencia sirven para repasar clásicos. Claro que no iba a estar TAN claro… habrá que leer entre fotogramas, ¿no?

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Dudas, precipicios, Alfredo

Hace algún tiempo, al recomendar el libro de un amigo a alguien de cuyo criterio me fío tanto como para utilizarlo con argumento de autoridad, añadí algo así como: “bueno, esta recomendación no es muy legítima, se trata de un buen amigo…”

Mi interlocutor contestó: “no, es justo al revés. Lo único que uno puede recomendar es lo que hacen sus amigos“.

A eso me agarro.

Quiero decir: vaya por delante que no tengo la menor intención de ser objetiva. Read More

Las ciudades destruyen las costumbres

En las tardes de domingo uno debiera siempre estar en La Ciudad. Sí, ahora saldría a la calle y me asombraría una vez más de lo bonito de mi barrio sin gente, de la sutil inclinación de las ventanas hacia el río. Seguiría bajando hasta los puentes y pensaría en lo mágico de la construcción de las catedrales. Como no habría comido, me compraría un crêpe y me reiría pensando que al final siempre me digo: “nunca más, me empalagan tanto” -como con los gofres-.  Y buscaría quien pudiera venderme una cerveza. Me sentiría bien por renunciar a llamar a nadie, me sentiría fuerte. Os escribiría mensajes, postales invisibles para decir en qué pienso. Borraría sin darle importancia ese otro mensaje, estúpido, al que no quiero contestar. Y de paso su número para siempre, otra vez. Se me ocurrirían poemas y apuntaría en la agenda su comienzo, buscaría algún nuevo graffitti escondido de MissTic.  Sonreiría a desconocidos, volvería a casa algo así como crecida, balanceando una bolsa de comida china y, seguramente, un libro nuevo arrancado a la orilla del río. Sabría esperar, no habría todo este miedo atenazante, amenzante. Todo tendría el color milenario de la piedra. Read More

…escoger el color equivocado…

Y llegó por fin la familia, el coche cargado con todas las cosas sin las que no se puede pasar el invierno. La casa ya parece una casa, hay libros, manteles, abrigos, el saxo, las velas, un árbol a construir.

Llegaron, también, por fin, a mis manos las últimas cartas a Kansas, y así fue como pude, cuando tuve todo sobre las baldas, en los cajones, en su sitio,  confirmar lo que me temía: Read More

Estantes vacíos

La Habana se queda sin alimentos

Las medidas del Gobierno para bajar los precios de los víveres tras el paso de dos huracanes provocan el desabastecimiento en la capital cubana

“Ni entre, que esto da pena”, dice un vendedor a la puerta del principal agromercado (mercadillo privado) del municipio Playa, en La Habana. El joven tiene razón. El panorama es deprimente: tres días después de que el Gobierno decretara medidas para estabilizar los precios en los mercados libres de alimentos, este agro de la capital esta prácticamente sin existencias. De sus 30 puestos, sólo trabajan tres y los productos que ofrecen son aguacates, limones, naranjas, calabaza y poco más. “Es insostenible: si seguimos así, cerramos en una semana”, aseguraba ayer un comerciante ante su tarima vacía.

(…)

(Mauricio Vicent, EL PAÍS)

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Aprendiendo de la niña mala

Estoy leyendo un libro que habla, por ejemplo, de cómo cada vez que uno cambia de ciudad puede permitirse cambiar de identidad, inventarse una persona y serla.

Me preguntaba si ahora que he vuelto a Madrid estoy obligada a retomar la máscara vieja o puedo fabricarme una nueva, más a medida de los tiempos que corren. Pero ahora supongo que ya sé que ninguna de las dos va a ser realmente posible. Tierra de nadie.

Al menos me queda la opción de agarrarme a un párrafo distinto, y simplemente esperar que algo permita un nuevo pistoletazo de huida: Read More

Back in town

“Bienvenida de vuelta a la ciudad invivible pero insustituible”, me dijeron anoche. Porque Laura está de vuelta en la ciudad de los gatos, en la gris de cielo-paleta. Está de vuelta en la ciudad y tiene un apartamento que uno diría salido de una canción del Sabina de la primera época (paredes de moqueta, vista a oficinas, muebles inclinados, platos de duralex, pasillo de hotel-dulce hotel-).

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Instrucciones para despedir una ciudad

Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas a donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue

(Hemingway)

Si organizas una cena de despedida, procura que el Papa interrumpa la circulación. Así podrás llegar tan tarde que nadie olvide tu reputación, y ver de paso una última vez todas las luces de la ciudad mientras buscas desesperado un puente que pueda cruzarse sin que lo impida tanta, tanta policía. Read More