Unos ojos en un pajar

Hace un tiempo, Gen me contó la historia de un tipo que vio en el metro de Nueva York a una chica y supo que era la mujer de su vida. Esta historia que empieza con un tópico tan grande y repulsivo tuvo sin embargo una continuación mucho más potable. El chaval se puso manos a la obra, hizo esta web tan chula (la parte de abajo, en realidad) para buscarla y resulta que, buenos samaritanos mediante, encontró a la muchacha. Y tuvo hasta el buen gusto de no contarnos el final (parte de arriba).

Otras veces, en el metro pasan otras cosas. Hay gente que no puede evitarlo y se pone a llorar. A quién no le ha pasado alguna vez. Lo que ya no es tan corriente es que una joven de ojos y voz calmante se siente al lado de uno, se quite los cascos, y hable. Que cuente su historia y uno se quede pensando “vaya, un problema es más bien eso”. Y luego desaparezca entre las multitudes del pasillo de Gare d’Austerlitz sin dar siquiera tiempo a preguntar un nombre.

No sé. Supongo que si el chico de los dibujos de colores pudo encontrar a su dama yo debería poder fácilmente dar con mi argelina madrina. Pero no sé cómo. Cuando no se trata de un flechazo, es más difícil. Lo de sentarme a esperar en un andén me parece aburrido. Pegar carteles, excesivo. Confiar en la suerte, perfecto pero un poco lento, y no sé cuánto tiempo tengo.

No se me ocurre mucho más.

¿Alguien tiene alguna idea?

LOS JUSTOS

(Borges)
Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.

6 thoughts to “Unos ojos en un pajar”

  1. No. Ninguna idea. Pero es perfecto así. O debería serlo. Y sin embargo…

    Me has recordado la historia de Marta Fernández. Esta semana te la cuento.

  2. “Esta historia que empieza con un tópico tan grande y repulsivo tuvo sin embargo una continuación mucho más potable”
    Me ha encantado esto!! No se si lo que me gusta más es lo de “repulsivo” o lo de “mucho más potable”…da para varios comentarios de texto y psicoanalisis baratos :)
    Se va a acabar tu aventura parisina y aún no te mandé las referencias que me dio Rulán de la capital. Qué desastre…

  3. No se que es coniar. Lo más parecido que conozco es coñá (de beber). Pero creo que el problema es bloglines, con google reader se ve perfecto. Se ha vuelto restrictivo Rulán a estas alturas del RSS. De todas formas lo guapo es entrar en las casas y no andar mirando los buzones.
    No sales mal parada casi seguro (casi )))…
    La verdad es que lo de las referencias puede ser un desastre. No se acuerda ni de una referencia geográfica. Improvisará.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *