Nueva tarea

Hay cenas que nunca se olvidan. Suele ser por cosas que no vienen a cuento. La noche de la mañana en que empecé a estudiar chino, tenía una cita largamente preparada. En mitad del aperitivo, el comensal comentó: ¿Chino? ¿Tú? ¿Por qué? ¿Con lo que a ti te gusta la litratura, por qué meterte a estudiar una lengua en la que pasarán veinte años antes de que puedas entender un poema? Cómo iba él a pensar que de la cena, eso sería lo que más vueltas me hiciera darle a la cabeza: al hacer que me diera cuenta de que, de hecho, si algo me gusta de estudiar lenguas es no depender de traducciones para vérmelas con los libros que las dibujan. Sí, pasarán lustros antes de que pueda hablarle cara a cara a Li Bai. Pero tendrá su fruto. Y entretanto…

Mi falta de noticias por estos lares ha tenido muchas causas. Examenes. Visitas. Gripes. Lo mucho que hizo andar la larga huelga. Pero sobre todo que últimamente, una enorme variedad de vaivenes me han llevado a un poco de ermitañismo, empeñada en hablarme menos y escucharme más. Y en mi casa o en mi caso, eso pasa por altas dosis de poesía en vena. Lo que en esta ocasión me quitó por unos días las ganas de escribir sobre los metros parados, los reyes habladores o las situaciones personales que pudieran venir al caso.

En París se encuentra casi cualquier libro. En casi cualquier lengua. Asumido lo de que para Li Bai me faltan años, y dado que las tareas que me pone alguna gente me tienen releyendo el Cuarteto de Alejandría a contrarreloj, me hecho con una antología marrón de Lawrence Durrell.

Llevaba tiempo con ganas de sacar a la luz la afición improductiva que más horas me consume últimamente, tiempo con ganas de empezar a presentaros textos que me encuentro y que no me habría encontrado en Madrid y su lengua. Traducir es adictivo, y mucho más satisfactorio de lo que parece a simple vista. Peligroso, también. Así que me disculpo de antemano por las traiciones inevitables. Espero que más allá de ellas el inicio de esta “sección” de translaciones idiomáticas os guste y os ayude a salvar alguna barrera para descubrir nuevos sobresaltos. Peticiones y consejos admitidos. A mí, tenía razón mi cita, aunque me conocía poco: estudiar idiomas no podía llevarme más que aquí.

De los poemas de Durrell, entonces, como hoy se me ha quedado la casa vacía tras once días de visitas que la llenaban de luces y el eco sigue resonando con muy mala leche para impedirme esquivar nostalgias, este Alexandria que viene tan al caso. (La foto, disfrutada allí en vivo hace menos de un año).

Espero que os apetezca acompañarme en estas exploraciones por Babel que quedan inauguradas.

Si no, seguiré traduciendo en papel a sucio.

Malecón de Alejandría

ALEJANDRÍA

– Lawrence Durrell –

A los pocos afortunados que tienen amantes o amigos,

que se mudan a sus dulces límites aun no descubiertos,

o a los que engaña la gran conjura,

les deseo estas hojas de otoño que se arremolinan:

promontorios en los que se estrella el mar salado,

gemidos en la oscuridad junto al tranvía

que va a los horizontes de amor o buena suerte o más amor-

como ahora yo voy

a través de muchas negativas a lo que soy.

Aquí en el último frío Pharos entre Grecia

y todo lo que amo, las luces confían

una profunda oscuridad a la marea que pasa rozándolas ;

las puertas se cierran y nosotros los vivos estamos encerrados dentro

entre las sombras y los pensamientos de paz:

y así en cuartos amueblados repasamos

el índice de nuestros amantes y nuestros amigos,

a partir de gestos posiblemente obligados hasta el final

de nostalgias como nervios no conectados,

y en este ensayo silencioso de sus actos

soñamos con ellos y los queremos como si fueran reales.

Ahora que el mar crece sin descanso como un recluta,

que emocionado con el viento fresco, escala el malecón,

camino junto a él y pienso en todos vosotros:

B. con su respeto por el Objeto, y D.

buscando en el sexo como buscaría en una gran despensa

jarras marcadas con “ciruela y manzana”; y la pequeña, caída,

figura de Dorian repicando como una campana de alarma;

en realidad todos a los que el tiempo o la guerra vomitaron

a esta costa y las mareas no pudieron mover

y fueron objetos de mi estudio y mi amor.

Y entonces volviéndome hacia donde el último pálido

faro, como un Sansón cegado, permanece

girando su gran órbita carbonizada sobre las arenas,

pienso en vosotros – es más, en la mayoría de vosotros,

en quienes un escritor sólo nombraría y perdería

el labio maltrecho del muchacho y los estrechos

hombros del Arquero; pero en este caso para redescubrir

por mareas y defectos del clima, por la lluvia

que lo lava todo, al crítico y al amante.

En las puertas de África tantas ciudades fundadas

sobre una separación podrían convertirse en Alejandría, como

la mujer de Lot –una metáfora de las lágrimas;

y el estudiante marica en su cuchitril ardiente

del décimo piso sobre el puerto oye

las sirenas agitando el árbol de su corazón,

y cierra sus libros, mientras las más

inexpresables nostalgias como heridas descosidas

remueven en él el inquieto fantasma de alguna muchacha.

Así nosotros, aprendiendo a sufrir y no condenar

sólo podemos desearos este magnífico viento fresco

rechazado por Grecia y girando como un timón

tierra adentro, donde vuelve humo los fuegos de los hombres,

hace girar las veletas en granjas o sorprende

a los amantes en su disputa entre las sábanas;

o como haría un paseante en la oscuridad,

llama a la puerta y molesta al artista concentrado en sus papeles,

solo ahí arriba, sobre las montañas de la noche.

4 thoughts to “Nueva tarea”

  1. Por partes.

    Justine de Lawrence Durrell ya está escrito en el post-it que me llevaré la próxima vez que vaya a la librería (y será antes de lo que creía).

    Las ganas que yo (también) tengo de conocerte, las que se han encargado ciertas personas de incrementar y el concierto decembrino en el (otro) paraíso, son mi más firmes objetivos para terminar este 2007 con el mejor sabor de boca.

    Cuídate. Las cañas, las pago yo.

    muá!

  2. Pues si, jeje, traducir es, sin duda, adictivo… Dímelo a mi que sin venir a cuento de nada y con todo el trabajo que tengo por delante en el curso me he puesto a volver a traducir la Ciropedia… por gusto! En fin, en cosas peores se puede gastar el tiempo… 😉

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