(Este artículo, escrito a cuatro manos con Alba González Sanz, fue publicado en el número 4 de la revista feminista La Madeja, publicada por el colectivo Cambalache y que en esa ocasión giraba en torno al tema monográfico “Amores”).
¡Qué fáciles son las preguntas del inquisidor!
Comparemos, dice, con aquellas
que a veces no me atrevo a plantearme a mí mismo
(…)
¿Qué traicionas cada vez que te pones en cuestión?
¿Te sientes colmado por el único amor que se te conoce?
¿Hasta dónde puedes llegar en la verdad sobre ti mismo?
Abdellatif Lâabi
¿Qué es tu amor: río, mar, pantano? ¿Qué orillas baña: las de un mundo o las de una isla?
¿Qué reglas le has puesto al juego? ¿Qué queda del juego entre tantas reglas?
Quien va contigo, ¿es compañía en la ruta o ruta en sí?
¿No es tu amor absoluto también un poco absolutista?
¿Qué puertas cierran tus candados más seguros? ¿Qué huecos muestran tus puertas más abiertas?
¿No puede a veces más tu plan preconcebido que la amplitud de tu amor?
¿Qué legados de pensamiento y rutina forman esos muros contra los que pese a tanto esfuerzo tu voluntad no puede, ya no puede, de verdad no puede, desemboca en llanto?
¿Con qué relato refuerzas tus viejas ideas? ¿Qué estás dispuesta a perder?
¿Con qué teoría escondes las preguntas que no te haces?
Cuando algo te hace daño, ¿te lo hace porque de verdad se clava, o porque has aprendido que se trata de algo que debe sin duda doler? ¿No finges a veces un poco tu malestar? ¿Más o menos veces de las que lo ocultas?
Cuando dices que tú no sientes celos, ¿es porque no los sientes o porque sabes que no deberías sentirlos?
¿Qué te hace bien? En serio, de nuevo: ¿qué te hace bien?
¿Y por qué tanto renunciar?
Si te quedas quieta y en silencio, ¿quién canta? ¿Qué escuchas?
¿Oyes la voz de dentro? ¿Te oyes?
Si de niña sabías de tus contornos sin barreras, de tu cuerpo circular, ¿por qué hoy te encajas en estrechas avenidas, caminos de una vía, disfraces que deforman lo que antaño fue un bosque fértil?
¿Cuándo te atraparon la horma y la norma? ¿Por qué traspasaste el umbral de la convención, las galerías cegadas a la luz por lo-que-debe-ser? ¿Por qué te empeñas en envolver tu libertad en coloridas reglas producidas en serie, confortables espacios en los que ahogar tu grito?
¿Y qué tú acalla a su vez el tú que grita?
¿Dónde se enredan las palabras que no dices? ¿Qué parte de tu adentro se ahoga en sus nudos?
¿Qué alfabeto olvidaste para decir tantas veces sí cuando dudas y no cuando te sofoca el deseo?
¿No impides a veces al cuerpo los caminos del ser? ¿A qué lo obligas? ¿Por quién lo obligas?
¿No eres, acaso, tú tuya? ¿No te envuelve una piel de la que no puedes desprender el corazón?
¿Por qué grietas se resquebraja tu cielo? ¿Qué cristal te hace de techo cuando intentas tocarlo?
¿Y cómo son tus alas? ¿De gorrión? ¿De mariposa? ¿De ángel, de avispa, de niña jugando?
¿Qué decides cuando no decides?
¿Qué te llevas en todas las mudanzas?
¿Estarías donde estás si no te hubieras encontrado con el amor? ¿Y qué pasa si la respuesta es sí? ¿Y qué pasa si la respuesta es no?
¿Cuánto hay de ti en lo que atribuyes a quienes amas? (Te lo pregunto para bien, te lo pregunto para mal).
Cuando tanto piensas en una pena que tiene que ver con tus amores, ¿no sería más justo pensar en qué te ocurre a ti, a verdaderamente tú, a ti con tu vida?
¿Con qué derecho amoldas a quien contigo va? ¿Con qué derecho te amoldas a quien contigo va?
¿Cuánto hay de ti en la soledad que temes?
¿Para qué, al cabo, tantas preguntas? ¿Alguien puede tirar la primera certeza al estanque de las piedras?
Cuando dices «no me amas lo suficiente», ¿te has parado a pensar que lo no suficiente más bien sea el amor de quien se pone a recontar y a comparar?
¿Hubo alguna vez en la que no te faltara algo?
¿A qué temes cuando supones en vez de preguntar? ¿No te ocurre a veces que la otra persona ni ha empezado a sangrar y ya estás amputando, ya te estás amputando?
¿Dónde trazas las líneas que separan la discreción de la mentira, el cuidado del control, la atención de la necesidad?
¿Cuando dices libertad no querrás a veces decir egoísmo?
¿Te das cuenta de cómo cada paso prueba que los caminos que elegimos, por distintos que pudieran parecer en un principio, convergen siempre en similares puntos, parecidos miedos?
¿A qué viene esa mirada según la cual si algo continúa va bien, y si ha terminado es que salió mal? ¿Por qué nos empeñamos en pensar que el camino tiene un solo sentido posible, que la corriente no puede cambiar de dirección?
¿No sabremos llevar un poco mejor el peso de lo que nos nutre? ¿No tendremos un poco más a mano la indulgencia? ¿No seremos capaces de vivir viviendo, más que vivir en un para-qué?
¿De veras puede el desamor ser unilateral?
¿Por qué tendremos esa idea del amor como una especie de entidad abstracta que nos visita o no nos visita, un fuego casi mágico del que tenemos encargo de mantener la llama, un misterio que nos supera y al que como mucho podemos intentar servir? ¿No será amor más bien amarse o si no nada; no será amor lo que se construye entre quienes se aman, los hilos que se tienden y se recogen, el tejido resultante de ese trenzado forzosamente irregular, titubeante, lleno de agujeros?
¿Recuerdas qué color tenía aquel destello en el que sentiste que te habitaba la luz de otros modos posibles, de otros mundos posibles?
¿Por qué conviertes en dogma palabras volanderas?
¿Qué pregunta es la que al final nunca logras hacerte?