Está ocurriendo algo increíble, imposible. Escribimos en Google #primaveravalenciana y vemos lo que no creímos que veríamos (no a nosotros, no aquí): la policía entra a cargar en institutos, les da maporrazos a chavales que están manifestándose porque en sus colegios no hay calefacción.
Lo seguimos, como estamos acostumbrándonos a hacer (se diría que todo pasa siempre en otra parte): a través de una pantalla, con el asombro también de hasta qué punto se están habituando a su vez las pantallas a mostrar imágenes como estas: en solo un año, se ha convertido en común esa estampa, los manifestantes, la policía. Los palos. Los gritos.
Así que escribimos en google la almohadillada pregunta. Y entonces vemos. Fotos de heridas, fotos de cargas, fotos de llantos. Sobrecogedores testimonios que aseguran que seguirán adelante. Sorprendentes lemas escritos por chavales que hasta hace diez días usaban su cuenta de twitter para ligar o para jugar. Estremecedoras declaraciones de autoridades empeñadas en decir que no pasa nada, que tienen razón en la sinrazón.
Y viéndolos tan jóvenes, tan perdidos, atándose los cordones entre la policía como todas podríamos hacerlo (¿no lo haremos todo el tiempo?), nos venía un desasosiego que decía: “¿Qué les está enseñando la sociedad a estos chicos con esto? ¿Qué pensarán del mundo, ahora que están empezando a pensarlo?”
Se nos ocurría, tratanto de respondernos, que protestando por el mal estado de la educación, los chavales de Valencia se han encontrado con la escuela. No estaba previsto que aprendieran unas cuantas de esas cosas que solo enseñan la calle y la asamblea, el contacto con los iguales, el valor, la puesta en duda.
Que aprendieran, por ejemplo, que el orden no siempre es justo, que la norma no siempre es deseable, que el garante de la seguridad comete en su nombre tropelías.
Que puedes tener 14 años, que la policía te pegue un porrazo y que el país siga su curso, su facebook, su muerte de Whitney Houston, como si no existierais tú ni tu pelea.
Se enteran de que un hombre, un vecino suyo, se prendió fuego porque estaba sin empleo y sin esperanzas, y seguramente aprenden a sentir que no es distinto de ellos, que es su misma lucha. Que nada impide que les pase algo así. Ya no sería de locos seguir su ejemplo.
Aprenden, entonces, que de «ni-nis», nada. Que no lo serán nunca, vengan como vengan dadas, por más que se lo llamen: que un término como ese no puede encerrar todo lo que contienen y pueden contener sus vidas. Que ante esas negaciones no tienen sino otra mayor.
Aprenden, ay, aprenden, que los ladrones pueden estar en pedestales y los justos bajo mantas. Aprenden , entonces, la necesidad de decir: “menos corbatas, más vergüenza”.
Aprenden que por hacerlo (con lo lógico que parece: ¿eh, compañeros?) les llamarán terrorista, enemigo, puta. ¿Aprenderán a no creérselo cuando lo escuchen decir de otros? A lo mejor aprenden a no decir nunca en vano terrorista, enemigo, puta.
Porque aprenden que lo que ven en la tele no es lo que vieron en la calle.
Y también que, eso mismo, pueden decirlo en Internet, y que mucha gente lo lea.
Hoy es 20 de febrero, por cierto. Se cumple un año del inicio las revueltas marroquíes. Creo que quizá estén aprendiendo una cierta hermandad con el mundo, un saber que los iguales son los que emprenden la misma pelea, y unas ganas de entender a ese semejante con el que podrían charlar de tantas cosas.
Aprenden que desde el poder es posible calificar de «anécdota» esto que les está pasando y que es para ellos lo más importante de sus vidas.
Tendrán que aprender a que en unas semanas ya no se hable en absoluto de ello.
Sí: estamos seguros de que estos chicos y chicas están aprendiendo más ahí que en las lecciones que se están saltando con el lío.
Y de paso, aprenden, de ellos, sus profesores y sus padres, aprendemos todos.
Aprendemos que nosotros hemos tardado más que ellos en aprender todas esas cosas.
Nunca debieran aprenderlo así, eso sí. Ni debieran aprender la desconfianza, la violencia, la impotencia, la sensación de que podría no haber solución ni justicia.
A correr no tendrían que estar aprendiendo.
(La foto es de Pablo Garrigós, y la pillamos en este magnífico storify de Periodismo Humano. La frase del título es una adaptación de una de Nacho Vegas que nos permitimos hacer: para el original, ponemos también la canción que la propone).
QUE BIEN LO EXPLICAS LAURA A CORRER NO TIENEN QUE APRENDER ,NO, YA LES ENSEÑARON BIEN . APRENDIERON+ EN ESE DÍA QUE DURANTE TODO EL CURSO ¿COMO NO SE NOS ENSEÑóA NOSOTROS Y A ELLOS, QUE LA VIDA NO SON SONRISAS Y QUE TODO ES FÁCIL Y CIERTO?¿ COMO ES QUE NOS DEJARON CREER Y DEJAMOS(YO MISMA) CREER QUE TODO VAN A SER RISAS Y ROSAS? Y QUE SOLO NOS CUANTAN AQUELLO QUE ELLOS QUiEREN CONTAR.AH¡ PERO PODEMOS NO FIARNOS Y NO CREELOun abrazo me caigo de sueño. no se lo que escribo