Los caminos de los medios son inescrutables. Con esto de trabajar para una agencia, se acaba entendiendo bien hasta qué punto. A veces, uno escribe un reportaje que le parece totalmente prescindible, una noticia anecdótica, una crónica de no mucho interés, y unos cuantos periódicos se hacen eco, una cantidad exponencialmente mayor de páginas web la copia al instante, y google devuelve cientos de resultados cuándo se le pregunta qué tal destino tuvo el escrito.
Otras veces, un trabajo currado no obtiene ninguna repercusión. Pero en fin, eso ya lo sabíamos.
El caso es que a veces se entiende bien por qué. Lo que vende y lo que no, esas cuestiones. Las palabras clave y las afinidades de cada cual. Pero otras veces no. Otras veces ocurren cosas de lo más inesperado y uno deja de entender. Las normas aprendidas de lo que sí y lo que no se resbalan, y perdemos la porra que habíamos hecho contra nosotros mismos. La entrevista con filón se queda fuera y la crónica sobre váteres sucios triunfa que no veas.
Pero lo que nunca, nunca, nunca, me había pasado todavía, es que nadie, pero que nadie, nadie, comprara uno de los textos que sacaba por aquí. Ni siquiera adn.es o terra.com, bajo cuyo nombre parecen esconderse robots que suben inmediatamente a sus bases de datos toditotodo lo que pasamos al hilo de la Efe.
Y de una manera tan inesperada, además.
No me malinterpretéis: en general me da exactamente igual que se publiquen o no. En el top three de mis trabajos preferidos no ha habido ninguno que se vendiera bien.
Es por genuina extrañeza por lo que os lo cuento. Vamos, que yo pensaba que esta era “de las que sí”, que habría apostado por ella en la carrera de perros de las entradas de google.
Y mira, no. Y aunque sólo sea por eso, de pronto la quiero un poco más.
Así que nada, pasado un tiempo prudencial, por aquí os la dejo.
Porque me parece que, a su manera, también cuenta un poquito el país, como un pequeño Aleph de esos que me gustan.
(A ver si va a ser eso.)
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Marruecos, en guerra contra la shisha
Rabat, 12 ago (EFE).- Los cafés en los que se solía fumar shisha en Rabat han ido colgando en los últimos meses el cartel de cerrado, tras una campaña gubernamental que ha declarado una guerra sin cuartel a esta pipa de agua importada de Oriente Medio.
El ministro del Interior del país, Taib Cherkaui, prometió recientemente, tras ser interpelado al respecto en el Parlamento por los representantes del islamista Partido Justicia y Desarrollo (principal adalid de esta batalla) activar una ley de 1991 sobre el consumo de tabaco en lugares públicos para acabar con las pipas de agua. Las consecuencias se dejan sentir en la ciudad: los lugares que los rabatíes señalaban como los más tradicionales para fumar shisha aparecen hoy clausurados por la policía, y consumir esta clase de tabaco se ha convertido en una afición que puede llevar a comisaría.
Aunque las razones oficiales de la campaña se refieren en general a los riesgos para la salud que comporta su consumo, el propio ministro indicó en su intervención parlamentaria que la decisión “se justifica porque su consumo está a menudo acompañado de comportamientos que atentan contra la moral y la salud pública”.
“No lo hacen por la shisha, sino porque en esos lugares, muy frecuentados por gente de los países del Golfo, suele haber prostitutas, y eso es lo que crea un problema social”, explica Jaled, un cliente habitual de estos cafés, que solían encontrarse abiertos hasta tarde en las grandes arterias de las ciudades.
Sin embargo, la vida de proscrita no empezó para la shisha con el discurso parlamentario de Cherkaui: en algunas ciudades marroquíes, los consumidores ya saben desde hace años que pueden ser objeto de redadas y detenciones.
Aunque no existe ninguna ley que prohíba expresamente el consumo de narguile (pipa de agua), las autoridades actúan contra este fenómeno dentro del marco de la ley de 1991 mencionada por el ministro, que deja a las provincias libertad para decretar las medidas que consideren convenientes en cuanto al consumo de tabaco en lugares públicos. En Casablanca, por ejemplo, donde la shisha es más habitual en el paisaje de los cafés que en otras ciudades como Rabat, las fuerzas del orden se basan en un decreto de la wilaya (gobierno regional) de septiembre de 2004 que prohibía el consumo de narguile en lugares públicos para efectuar redadas regulares. Así, dentro de esta campaña, en 2009, 667 personas fueron arrestadas, se confiscaron 783 narguiles y 241 cafés fueron cerrados, según datos del Ministerio. Sus responsables celebran la buena marcha de la campaña y señalan que desde el comienzo de 2010 se registran muchos menos de estos cafés en funcionamiento, algo que, a su entender, se refleja en que se han producido “no más de 70 detenciones y 46 confiscaciones”.
Sin embargo, para Nafia, consumidor habitual, esas medidas no suponen un cambio drástico, ya que, según señala, “aunque se cierran muchos cafés siempre se abren otros más”. Aunque ha vivido varias redadas, asegura que “no hay un verdadero control: la policía sólo llega, toma los datos, y la situación puede solucionarse con un poco de dinero”, si bien admite que, dadas las complicaciones, ha optado finalmente por comprar su propia “shisha” para fumar en casa y ya sólo va al café “de vez en cuando”.
El producto que se fuma con estas pipas perseguidas es el llamado tabamel, una mezcla de tabaco y melaza por cuyo gusto suave los consumidores suelen pensar que es menos peligroso para la salud, al creer también que al pasar por el agua, el humo se limpia de algunos de sus componentes nocivos. Sin embargo, un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud en 2008 advertía específicamente de que el tabamel comporta tantos riesgos sanitarios como cualquier otro tipo de tabaco y además suma a los problemas respiratorios y cardíacos el riesgo de enfermedades infecciosas, por la tradición de compartir la boquilla.
Salud y orden público se alían así como los dos pilares en los que Marruecos apoya su particular cruzada contra la shisha, con la que poco a poco la presencia de los narguiles va quedando reducida a las tiendas para los turistas, que siguen, ellos sí, llevándose a casa a modo de recuerdo esta tradición ahora clandestina.
Pues yo la he encontrado lejos de aquí (Rabat y Bruselas), firmadita y todo 😉 La he visto con dos titulares diferentes, el “declara la guerra al tabaco que se fuma en shisha” y “al tabaco” sin más.
http://www.elperiodicodemexico.com/nota.php?id=400303
Una nota muy interesante, por cierto. Me ha sorprendido un montón esa actitud de persecucción hacia uno de los elementos que nosotros desde fuera consideramos más característicos de la cultura marroquí. ¿No lo es tanto? ¿Qué opina la gente de a pie? Vaya, me ha despertado preguntas, eso es buen síntoma Un besote guapa
Ahí va, gracias, María!Creo que tu google tiene más ojos que el mío, o un telescopio, o algo
Pues qué bien.
Respecto a tus preguntas, lo cierto es que no, no es algo tan típico aquí, aunque sí que se va introduciendo poco a poco. Un compañero de trabajo me decía, por ejemplo, que hasta se ha creado un neologismo en dialectal marroquí para referirse a la acción de fumar con shisha (algo así como “shishear”, vaya). Pero, al contrario de lo que pasa en otros países como Egipto, no: la shisha no se ve en las terrazas de los cafés, no hay inmensas nubes de humo sobre las mesas 😉
Así que la gente de a pie, al menos por lo que yo he visto, ni se ha enterado mucho de esta historia, ni le importa demasiado en realidad. Mientras no les quiten el cigarrillo normal, que ese sí que es vicio nacional oficial… jeje.
Muchas gracias por tu comentario, y un beso grande!