Porque, sin duda, la pelea interna a la que mueve el estado de cosas que cuenta es la ocupación que más tiempo se come de mi jornada laboral (y, tal vez debería apuntar, la que tan a menudo me lleva a decir “yo no quiero ser periodista” pero otras tantas veces también “que sí, que sí, es sólo que así no”); y estoy encantada de encontrar, más ordenaditos de lo que yo los tenía, algunos de mis propios argumentos contra la objetividad.
Sí, sí, contra la objetividad. Allá vamos (aunque hacia el final, cuando deja de hablar de eso y empieza a hablar de la requetedichosa muerte de la prensa pierde todo o casi todo el interés):
El credo de la objetividad se convierte en un vehículo conveniente y beneficioso para evitar confrontar verdades incómodas o enfadar a una estructura de poder de la que las empresas de medios dependen para obtener fuentes y beneficios. Este credo transforma a los reporteros en observadores neutrales o voyeurs. Abole la empatía, la pasión y la búsqueda de la justicia. (…)
“La mera noción de que ante cualquier historia todo lo que tienes que hacer es contar las dos versiones y habrás hecho un buen trabajo de periodismo objetivo debilita a la prensa”, escribió una vez el columnista Molly Ivins. (…) “En primer lugar, la mayoría de las historias no tienen dos caras, tienen al menos diecisiete caras. En segundo lugar, no es de ayuda ni para los lectores ni para la verdad el citar a una parte diciendo ‘gato’ y a la otra parte diciendo ‘perro’ cuando la verdad es que hay un elefante montando un jaleo ahí afuera en los montes”. (…)
Ivins continuó escribiendo que “los fallos más serios de la prensa no son pecados de comisión sino pecados de omisión -las historias que nos perdemos, las historias que no vemos, las historias que no dan ruedas de prensa, las historias que no vienen de ‘fuentes fiables'” (…)
La objetividad da lugar a la fórmula de citar a especialistas institucionales o a expertos de dentro de los estrechos confines de la élite de poder que debaten los matices de las políticas cual teólogos medievales. Mientras un punto de vista esté compensado por otro, normalmente no más de lo que Sigmund Freud llamaría “el narcisismo de la diferencia menor”, el trabajo de un reportero se considera completo. Pero esto es más a menudo un modo de oscurecer que de exponer la verdad. (…)
“Graba la furia de un palestino al que unos colonos israelíes han quitado sus tierras -pero no olvides referirte también a las ‘necesidades de seguridad’ de Israel y a la ‘guerra contra el terror”, escribe Robert Fisk. (…) “Si los armenios lamentan su holocausto de 1.500.000 almas en 1915, recuerda a los lectores que Turquía niega este genocidio absolutamente real y enteramente documentado. (…) “En el ejemplo clásico, un refugiado de la Alemania nazi que apareciera en televisión diciendo que en su país están pasando cosas monstruosas debería ir seguido por un portavoz nazi diciendo que Adolf Hitler es lo mejor que le ha pasado a la Humanidad desde la leche pasteurizada”, escribió el antiguo columnista del New York Times Russell Baker. (…)
Aquí tenéis el artículo completo en inglés, y aquí el resumen-reflexión en castellano que me llevó a él.
Se admite debate 😉
Objetividad. Varios puntos de vista. Ponerse en distintas pieles. Entender sus móviles.
Subjetividad. Elegir la piel.
Más o menos, no?
Abrazos