Algo que descubrí anoche

Bueno, en realidad descubrí muchas cosas -o tal vez no, tal vez ya estaban ahí antes, y más que descubrirlas lo que debo decir que hice es recibir un chapuzón de su evidencia-.

Pero ésta (esta poeta, con estas palabras) es una, la que cabe por aquí.

Erigirme isla torre mazmorra

para ser el punto ciego del espejo la ola que no rompe en plenitud

arrancarme el ojo incendiado el ojo brújula

y asfixiar así los insectos de la carne las salivas sublevadas

la sábana que la sed nos anuda a la entraña sin compasión

 

Porque es tiempo de la siembra y nadie es dueño de la tierra que en silencio se germina

porque el buen soldado siempre muere en el combate y no hay esclavo de mil amos que recuerde el camino de regreso a su castillo

he de erigirme isla torre mazmorra

para poder escupir la fruta madura como el árbol que se mira en su infinita entrega y se sabe grieta abierta entre la calma y el incendio

abandonar al fin el camino que se impone el camino al que llevan todos los caminos de esta ciudad sin cortafuegos dejarlo sin miedo y sin temblor

sin rencor huir de aquello que esperan los que no ven más allá de un centímetro de su piel soldados ciegos peces serviciales que sólo han recorrido en esta vida el trayecto de ida hasta el anzuelo

dejar de ser criatura en tránsito para ser sin comienzo ni fin ni desenlace

porque es tiempo de la siembra y yo no puedo salvar vuestras guerras ni ser lanza ni fusil pero puedo apagar los cronómetros el tic tac de las arterias y no volver a ser despertador sin alba campo en barbecho víscera superpoblada en infinita incandescencia.

.

Porque podemos pulir la vida como pulimos el poema

desafiando la inercia de los autobuses el clamor de las hogueras

los falsos señuelos que amordazan y cubren la vida escombro a escombro hasta convertirla en un postre edulcorado en un simple plato apetecible

escupir sobre la falsa libertad que nos entregan

y dejar de ser camastro para ser ofrenda

abandonando los establos el camino al matadero la tristeza de las dársenas la fría geometría del semáforo

y así abrir el cielo y las aceras pero abrirlos con la cara abrirlos con todo el cuerpo como si pudiéramos dejar de ser aquello que nos llama

y llenar la calle de pájaros y ser flor en el invierno semilla que germina en su infinita claridad

ser aunque nos lancen huesos a la cara

aunque en la fosa común haya espacio para todos

ser ciudad de uno

ser a pesar de todo

ser

(Bárbara Butragueño)

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