El siguiente turno es para Pura López Colomé, la generosa mexicana de la que tengo que averiguar si hay publicados ensayos, y que fue, por lo seductor y mágico de sus intervenciones, el gran descubrimiento de la temporada. Y aunque el poema que me atrapó de sus libros es otro, el que se llama “Acaso Borneo” y evoca viajes y colores, me decido por este, más afín a este pequeño otoño que ha venido a instalarse en mitad de la ya dada por supuesta primavera.
INFINITO DÍA
1
En el refugio,
la cera de los muros comienza a derretirse;
no hay dónde poner la mecedora
y tomar el fresco,
hace calor,
calor confuso y agobiante.
Ha pasado otro minuto.2
Me dispongo a partir el pan, a barrer la entrada,
a poner carne de por medio;
pero cuando alzo la vista y miro el huerto
algo me hace repetir que en esta carne
se ciernen granos, uno a uno,
sin necesidad de otra cosecha.3
Mis manos se rinden, mis ojos se rinden,
con una ira demasiado larga
termina el día,
este día,
y el dintel no ha cambiado de lugar;
qué lástima
las nubes adoptan formas reales
la diversidad del mundo es una lástima
una llaga
un infantil cadáver
hecho de música y espíritus nupciales:
los chorros de mar, las gotas,
las horas,
traducen sólo una secuencia.