Aunque sea desde casa (a veces la responsabilidad estudiosa es casi trágica), me uno como buenamente puedo al recital simultáneo contra la barbarie.
Israel fuera de Gaza YA.
Y no se me ocurre mejor forma que con el comienzo del ¿relato? que John Berger publica este mes en la contra de Le Monde Diplomatique:
UN LUGAR QUE LLORA
Algunos días después de nuestro regreso de lo que hasta hace poco creíamos que era el futuro Estado de Palestina, y que es ahorala mayor prisión (Gaza) y la mayor sala de espera (Cisjordania) del mundo, tuve un sueño.
Estaba solo, de pie, desnudo hasta la cintura, en un desierto de arenisca. Luego la mano de alguien recogía del suelo puñados de tierra y me los tiraba al pecho. Este gesto estaba teñido de consideración y no de agresividad. Antes de alcanzarme, la tierra o la grava se transformaba en pedazos de tela desgarrada, probablemente algodón, que se enrollaban fajas en torno alrededor de mi torso. Luego esos trozos de tela se transformaban de nuevo y se convertían en palabras, en frases. Escritas no por mí, sino por el lugar.
Recordando ese sueño, la expresión “suelo agotado” no ha dejado de ir y venir por mi cabeza. Esta expresión describe un lugar o lugares donde todo, tanto en sentido material como inmaterial, ha sido decapado, saqueado, barrido, aventado, desviado, todo salvo la pobre tierra palpable.
(…)