Si creo lo que dicen, lo más difícil ya pasó

En la primera semana de trabajo se aprenden un montón de cosas. La primera es que aquella cómoda elección matutina de si levantarse o no era un privilegio nunca suficientemente agradecido.

Luego se aprende también quién es quién, quién es el jefe, y dónde tiene uno que sentarse: tres categorías unidas por obra y gracia de jerarquías extrañas. Lo siguiente que hay que aprender, si el trabajo es este mío, es a vivir como si no existieran los puntos y seguido. O eso me han dicho.

Sí, en cinco días he aprendido a moverme por la Audiencia Nacional y a que no me pase na en los pasillos de los Juzgados de Plaza de Castilla. Curiosamente, bastante Historia (no debe decir mucho bueno que siendo mi sección Justicia, no pare de tener que documentarme sobre hechos de hace veinte o treinta años para dar forma a la entradilla). En qué pasan sus mañanas los periodistas del Supremo y cómo quitar sin demasiado dolor todos los artículos y preposiciones para que el titular quepa en su cajetín de texto. Cuál es el camino más corto de mi hotel dulce hotel a la Agencia Efe, y el nombre de todos los seguratas. Y ya he desaprendido, creo, un par de reglas básicas de gramática y sintaxis.

Se aprende con pavor que si no me arreglo bastante todas las mañanas, mis compañeros me echan quince años. Por ejemplo.

Se aprende también que lo importantes que nos creíamos todos cuando hablábamos de teorías y haciámos proyectos académicos se muta en la vida real por una inmensa sensación de insignificancia, de prescindibilidad. Se intuye que esa sensación no va a abandonarnos ya nunca, y que va a haber que disfrazarla por las tardes: o tal vez asumir que la parte importante de la vida sea otra. Todo esto no se aprende del todo. No se aprende a llevarlo bien todavía.

Se aprende lo que es realmente felicidad en viernes.

Yo he aprendido lo que es sobreseer, qué caracteriza a una sentencia firme, cómo distinguir al fiscal de la defensa (alabadas sean las puñetas), que no hay que quedarse quieto en un pasillo porque lo mismo tienes al lado a doce criminales. Y a no tomar más notas que las estrictamente necesarias. Calculo que en los juicios por venir, todos esos testigos que pasan van a venirle muy bien a mi intención de aprender a dibujar.

Y, si hay suerte, en un par de meses habré aprendido tanto que casi dejaré de tener que tener por lema aquello de nunca entiendo el móvil del crimen, a menos que sea pasional…

2 thoughts to “Si creo lo que dicen, lo más difícil ya pasó”

  1. Ese retorno a la edad de lolita me ha dejado patidifusa. Al final va a resultar que los reyes magos hicieron bien dejándote atuendo de mujer seria y mayor :)

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