Back in town

“Bienvenida de vuelta a la ciudad invivible pero insustituible”, me dijeron anoche. Porque Laura está de vuelta en la ciudad de los gatos, en la gris de cielo-paleta. Está de vuelta en la ciudad y tiene un apartamento que uno diría salido de una canción del Sabina de la primera época (paredes de moqueta, vista a oficinas, muebles inclinados, platos de duralex, pasillo de hotel-dulce hotel-).

Está de vuelta y cae en el tópico: como si no se hubiera ido nunca: pero es que es fácil sentirse en casa cuando le reciben al lado de las vías, cuando se desayuna a seis con tortitas y enseguida cervezas, cuando se hacen mudanzas deprisa y deprisa también se mudan los muebles de rincón a rincón para que esto sea menos casa y más hogar. Y luego se corre al Méjico de Chueca para comer, y corre el vino, y se recuerda que en lengua materna es más fácil reírse. Es fácil volver cuando es Volver.

Otra vez en Madrid: nos espera un invierno cálido.

Otra vez en Madrid, de matinada,
desenchufado, lúgubre, beodo,
dueño de mi, quiero decir con nada,
fuera de tí, quiero decir sin todo.

Otra vez con el tic estrafalario
de embridar taquicardias cimarronas,
otra vez sobornando al calendario,
otra vez blanqueando las neuronas.

Otra vez las abyectas navidades,
con su almidón, su nuera, su chupete,
su turrón de xixona y su maceta,

y Mama Inés contando necedades,
y las noches de paz, apaga y vete,
y el billete de ida a otro planeta.

(Joaquín Sabina)

(Me perdonen la obviedad de que sea este el poema que ponga: hay lealtades que hay que guardar).

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