Cuando se juntan sobre un escenario un pirata y un galán, la crónica se impone aun si la logística la retrasa hasta el lunes. Hace dos noches, dos buenos pájaros recalaban en Gijón. Revolucionando amas de casa, macarras con bandera, adolescentes de la cuarta fila, incondicionales nerviosos, Sabina y Serrat se las veían con su vigésimoquinto público compartido.
Cuando me enteré de que el verano traería esta gira conjunta, me pudo el escepticismo: una aprende con los años que entre dos amores siempre hay que escoger. Pero ya ven, era cierto. Será que a los dioses se les permite cantar a dúo.
¿Pájaros? Mucho. Para deleite de crápulas de toda ralea, “Fiesta”, “Aves de paso” y una broma que hiciese gritar “clítoris”a los nueve mil presentes. ¿De un tiro? Porque que tocaran juntos “Contigo“, “Tu nombre me sabe a yerba“, “Calle melancolía” o “Aquellas pequeñas cosas” ya vale la entrada, la cola, y casi, como decía un amigo, “morir mañana”.
Para quienes hubiesen dudado hace un par de años de verlos de nuevo, un guiño: salieron por peteneras y soleares cantando a Peret: “no estaba muerto, que estaba de parranda”. Para solventar la duda de cómo podrían coordinarse la voz cascada y la que tiembla, la letra pausada y la canalla, varios intercambios de ocasión: Serrat en “a la orilla de la chimenea”, Sabina en “Señora”. Para emocionarse, “Pueblo blanco“. Para saltar, “19 días”. Para los útopicos de una u otra clase, “Para la libertad” y/o “Pastillas para no soñar”.
Para gusto de todos, un bombardeo de clásicos (“Sin embargo”, “Mediterráneo“, “Quién me ha robado el mes de abril”). Para incondicionales, gratas sorpresas inesperadas: tarareamos “Es caprichoso el azar” en una noche inaugurada al grito de “Ocupen su localidad”. Poco de los últimos tiempos, mucho de los que los que hacen realmente de esta gira un hito. Quizá una ausencia de algo del Serrat catalán y un poco de silencio para que se le oyese mejor (que lo suyo son las distancias cortas). Dos horas y media que acabaron demasiado deprisa.
Esperé este concierto desde mucho antes de saber que lo habría. Con un amigo, tenemos desde los quince un duelo de titanes entre la música de estos dos. Yo que siempre fui más sabinera, disfruté como nadie el reencuentro con Penélope y Lucía. Él que es de Serrat, no olvidó ni una sílaba de la letra enrevesada del pirata cojo, disfrazados los cantantes ante una bandera en llamas. El sábado firmamos las paces musicales en cada uno de los piques del escenario, en todas las palabras de estos dos veteranos que se ven amigos entre sí y se escuchan como si lo fueran de uno.
El pacto entre caballeros está yéndoles de lujo al pirata y al galán. “Golpe a golpe, verso a verso”, nos dan, como hacen siempre, otra mentira más de las cien imprescindibles para seguir viviendo. “Hoy puede ser un gran día”, y aquel lo fue.
(Los videos, agradecidos a alguien cuyo móvil tiene lo que al mio le falta. La foto… a la organización.)
A mi me toca prontito…
Yo me cité con los pájaros en Las Ventas. Pero… ¿qué es lo que tendrá sabina con gijón? Que el azar baraje las cartas y los besos