No son muchos, los momentos de parar: pero haberlos, haylos. En esta campaña-un-poco-más-tranquila, a veces se duerme en casa.
Llegas, posas la maleta, descubres que lo habías vueto a dejar todo sin fregar. Enciendes deprisa el ordenador. Dejas de nuevo a cero los mensajes. Pones la playlist de las canciones que motivan. Te da la culpa: pones la radio. Vences la pereza, deshaces la maleta aunque dejando dentro el neceser para mañana. Otra lavadora. Ordenador: de nuevo a cero los mensajes. Repaso de tareas pendientes. ¿En serio no podrás parar un poco en tu anhelado rato libre?
Venga, va, desparrámate en el sofá. Coge uno de los libros que están sobre la mesilla, y que tantas ganas tienes de leer. Media página: ¿qué habrá pasado en los grupos de Telegram? Dejas de nuevo a cero los mensajes. ¿Y qué había leído? Vuelves a empezar la página.
Venga, casi mejor sal al balcón, aprovecha el sol. Sillita, cerveza. Coges el libro. ¿Qué habrá pasado en Telegram? Dejas de nuevo a cero los mensajes. ¿Por dónde iba leyendo?
Lees un capítulo, o dos poemas. Te da la culpa. Pones la tele. Por dios, todo esto que sale en los informativos ya me lo sé.
En serio, ¿de qué iba este libro?
Una película, esa va a ser la solución, al fin y al cabo este es mi ratito libre. Bueno, una película es muy larga. Mejor una serie.
Play.
Te duermes.
No te puedes creer que hayas perdido durmiendo hora y media del escaso, escasísismo, tiempo libre. Quieres leer, quieres ver películas, quieres adelantar trabajo.
Vale, vamos a intentarlo. Está pendiente este artículo para no sé qué, esa entrevista que debías responder, ese poema que debes a alguien.
Hoja blanca. Palabras torpísimas.
¿Qué estará pasando en telegram?
Pero venga, va, ya son las nueve. A ver si hay alguien por aquí, total no vas a hacer nada, mejor salir y despejarte un poco.
Aquí, la frase de una compañera: “salir con gente de Podemos, no, porque es para hablar de lo mismo. Salir con gente que no sea de Podemos, no, porque es para hablar de otra cosa”.
Vístete de cualquier modo, que no te va a ver nadie por una vez, y sal a darte una vuelta, anda.
Auriculares en las orejas y cigarrito para el paseo. Mira, casi no te has dado cuenta pero Madrid ya rebosa de verano. Calles llenas, barullo, shorts, helados. El extraño autobús ese en el que la gente bebe y pedalea al mismo tiempo.
Por favor, no mires el móvil, media hora, anda, lo puedes lograr. DIsfruta de la canción, disfruta de la tarde que va cayendo, disfruta de parar un poco el ritmo.
Lo estás consiguiendo: respirar despacito. Procesar algunos recuerdos. Sonreír sin motivo.
Aquí siempre piensas lo mismo: jo, el jefe ya no puede hacer esto, aunque quiera. No puede simplemente pasear tranquilo.
En una esquina, te detienes. Grupos de amigos charlan de cualquier cosa, ríen, coquetean, beben desenfadadas cervezas con los móviles tranquilamente abandonados sobre las mesas.
En tu cabeza no paran de bullir obligaciones, mensajes, datos, deadlines.
Te entran ganas de acercarte y decirles: oye, ¿sabéis que este domingo son las elecciones? ¿Qué pensáis sobre eso? ¿Cómo podéis pensar en otra cosa?
Madre mía, , te dices, ¿en serio has pensado eso?
Madre mía, te dices: cómo será posible pensar en otra cosa.
Sigues caminando, a ver si logras agotarte para dormir mejor.
Al fondo, latiendo, una pregunta:
¿Qué va a pasar con nosotros, cuando pare el huracán?
¿Sabremos todavía pensar en otra cosa?