ELECCIONES GENERALES, SEGUNDA VUELTA. DÍA 6 DE CAMPAÑA (Almería) – El vendaval

Cuando llegó a Almería, Belén se encontró con un vendaval.

Para que todo esté listo en tiempo y forma, una parte del equipo, ya sabéis, viaja como avanzadilla. Con sus maletones de telas y cables, cogen aviones de madrugada. Llegan a los lugares y erigen escenarios de la nada, preparan cámaras y escenografías y reservas de restaurantes. Establecen los contactos, prueban los micros, tienen las peleas pertinentes.

Belén es la jefa de todo eso. La encargada última, por tanto, de que esté en pie todo lo que deba estar en pie. A su lado, siempre, como ángeles buenos del andamiaje y los víveres, Patri, Nuria, Celia, Cat, van haciendo realidad los planes.

El caso: todo iba bien en Almería. Un parque hermoso frente al mar nos esperaba. Ya estaban listas las sillas, las tarimas, las telas que adornan el fondo de la escena. Los equipos llevaban horas trabajando y nada parecía arrojar malos augurios.

Yo ese día viajaba con el jefe. Preparaba mi maleta en casa, siguiendo tranquilamente la evolución del periplo de los sucesivos grupos viajeros a través de los chats de telegram. Fotos, bromas, alegría: todo iba bien.

De pronto, alguien comenta: se está levantando algo de viento aquí en Almería. Eran algo así como las dos de la tarde y los equipos iban a irse a comer.

Uy, cada vez hace más viento.
Ay, menudo vendaval.
Coño, vamos a salir volando.

Lo siguiente fue una foto de una palmera tronchada y caída a los pies de nuestro escenario.

Ese es el momento en el que Belén, jefa de todo eso, tiene un problema gordo.

La solución fácil, claro, es anular el acto y culpar al viento. Pero en esta casa no se toman nunca los caminos fáciles. A apenas unas horas del acto, el equipo de producción decide deshacer lo hecho, localizar otro lugar, montar todo de nuevo. Como un extraño Sísifo condenado por el mal tiempo, el equipo de avanzadilla entra en modo emergencia. Con las ropas y las melenas llenas de arena y de hojarasca, Nuria y Patri vuelan por la ciudad en busca de soluciones.

En los chats de telegram han parado las bromas y las imágenes.
Ellas nunca alarman cuando está pasando algo, las tengo estudiadas: simplemente dejan de hablar hasta que pueden dar buenas noticias.

Hasta que pueden, por ejemplo, apenas una hora más tarde, decir: tenemos el Teatro Cervantes. Nos ponemos a montar.

Y se llevan entonces sus bártulos y su trasiego al teatro, y se activan entonces otras unidades del ejército de ángeles de lo matérico. Y mira ahí volando instaladas ya las mesas de sonido, y mira ahí ya listo en unos minutos el cartel nuevo, y mira ahí qué agilidad en la reorganización de los voluntarios, y mira allá qué prisa se da seguridad para exlorar la zona. Ya están informados los periodistas, ya están recolocadas sus tarimas y sus mesas en los palcos. Ya está listo el camerino, ya está comprobada la rampa para Echenique, ya está colgada la trasera (que hoy lleva franjas verdes). Avisado el autobusero, recalculados los tiempos, listas las luces.

Las palmeras seguían cayendo a su ritmo imperturbable.
Los aviones, por suerte, aterrizaban, aunque no sin turbulencias.
Los chats de telegram recuperaban una cierta normalidad.

Cuando llegó a Almería, Pablo se encontró con un vendaval: y con un acto montado como si no hubiera pasado nada en un teatro lleno de gente en pie.

Apoyadas en la trasera de la escena, Belén y sus ángeles buenos recuperaban la respiración.