A menudo me preguntáis: “Y con esa vorágine que nos cuentas, ¿cómo puedes sacar tiempo para escribir?”
La verdad es que no, no está siendo fácil encontrar tiempo para escribir en esta campaña. Menos que en la anterior. Se me acumulan las entradas pendientes, los días sin post. Pero os cuento: los voy escribiendo en la cabeza, hasta que llega el momento de suficiente calma como para abordarlos. Y cuando ese momento llegar, me agarro a él.
Viernes 11, día 8 de campaña. Tenemos un vuelo de tres horas desde Las Palmas hasta Madrid: primero termino cosas de trabajo (calendarios, lecturas, conversaciones), y luego escribo la melancólica entrada de Las Canteras, aprovechando un arranque en el que me apetece escribir exactamente eso, y aunque tengo días anteriores pendientes. La guardo para cuando llegue el momento (aunque luego la adelantaré, para no pasar tantos días sin publicar). Hago también memoria de qué tengo pensado para cada día, abro las entradas respectivas y me anoto los títulos y algunas ideas sueltas. Desde Madrid cogemos el AVE a Alicante: acabo de escribir el largo y siempre pendiente post del debate, que ya va urgiendo. Lo termino, casi. En los diez minutos de bus de campaña me conecto a los datos del móvil, lo releo, logro subirlo. Tras el mitin, cogemos el bus: otras tres horas para llegar al lugar donde dormiremos. Pretendo escribir la crónica del día 5, Palma de Mallorca y el día de viajar sin jefe. Pero me quedo dormida.
Así va la cosa. El ritual es siempre el mismo. Me pongo los cascos, unos estupendos cascos que me han prestado, de esos que se encajan en las orejillas y te aíslan por completo. Le pido a Spotify una de esas listas de reproducción que lleva la etiqueta “Concentración”. Y me reservo así media hora, una hora, para bucear dentro de lo que me ocurre.
Pero supongo que esta explicación no es la respuesta adecuada a la pregunta de cómo saco tiempo para escribir. Esta, al fin y al cabo, no es sino la parte menos importante.
La respuesta real de cómo saco tiempo es: “porque esto no me quita energía, sino que me la da”.
Tal y como intuía cuando empecé a dar este uso al blog al inicio de la campaña catalana, la obligación autoimpuesta de ir contando nuestro periplo me ayuda a pensar. Me ayuda a sentir. Me da momentos de calma. Me reconcilia conmigo. Me permite averiguar qué pienso yo sobre las cosas. Me ayuda a encontrarle sentido a lo difícil y a enraizar a tierra lo bonito. Me apuntala los esfuerzos de coherencia. Me recuerda quién soy.
Todo esto, en el fragor de la campaña, no resulta casi nunca prioritario. Realmente, no hay tiempo. Pensamos que ya llegará el día 21 y lo podremos hacer (aunque sepamos que, en realidad, seguramente tampoco). Así que nos descuidamos, nos entregamos al barullo, cada uno se olvida de sí, llevado por las urgencias. No nos paramos a pensar en nuestros cuerpos y nuestras cabezas, igual que contestamos antes todos los mensajes de trabajo que los personales. Y, sin embargo, igual que atender cariños y cuidados, un pequeño ejercicio de introspección cotidiano parece fundamental para mantener rodando la maquinaria con cordura en este ritmo exigentísimo.
Veo entre mis compañeros estrategias distintas para cumplir con ello. Hay quien calma las ansias existenciales saliendo a correr, quien las aplaca saliendo a bailar, hay quien se templa el corazón tocando el violonchelo y quien toma tierra jugando con sus hijas, hay quien se calma los pulsos cocinando para alimentar a cualquiera que se deje.
Mi ventana de emergencia es esta, la de siempre: buscar las palabras elementales e intentar propiciar en torno a ellas algún tipo de encuentro.
Por eso es que saco tiempo. Porque es tiempo ganado. Porque así, lo demás también me sale mejor.
Aunque, en fin, no os lo voy a negar: es difícil de narices sacar tiempo para escribir, en esta campaña
No puedes imaginar lo bien que entiendo este post. Esta es una lucha de todos, todos los días, en todos los trabajos y entornos. Bajarse un momento de la noria y pensar sin que la cabeza de vueltas, parar este tren y verlo pasar desde el andén. Beber de cierta fuente que está dentro y, como tú dices mejor que nadie en ,el texto, averiguar qué (demonios) pensamos sobre las cosas
Gracias
Vaya que sí… Quizá el ejercicio de calma necesario para escribir vaya simplemente en contra de este mundo que vivimos… ¡Pero habrá que intentarlo!