Caminábamos hacia el hotel, a eso de la una de la madrugada. Había sido una noche preciosa después de un día agotador. Una facultad a rebosar en Tenerife, una plaza desbordada en Gran Canaria. Es hermoso en las portadas, pero al día siguiente tenemos agujetas. En el restaurante el equipo de campaña se reunía con los candidatos y los equipos locales. Una parte del equipo técnico tuvimos un golpe de suerte. No cupimos en la mesa preparada para la cena. Nos improvisaron un huequito afuera, mirando al mar. Cenamos despacio, como para estirar el momento.
Caminábamos hacia el hotel, decía, a eso de la una de la madrugada, después de ese día, y de esa noche. Y de repente se me vino un recuerdo muy muy nítido a la mente.
Al pasar por una esquina amplia que da a la playa de las Canteras, recordé un momento de hace tres años prácticamente exactos, cuando mi amigo Txema -al que entonces acababa de conocer y que me estaba enseñando su ciudad con una hospitalidad que no he olvidado- me explicó, señalando a la orilla: “Mira, es que aquí las cosas son de otra manera. En esta ciudad se vive así. La gente está tranquila, disfruta de la vida, es otro ritmo”. Read More