Antes de venir era una intuición, y después de quince día aquí es una constatación: el hastío es uno de los jugadores en esta partida. Yo lo pensaba, la verdad: “si fuera catalana, llegaría algo harta a estas elecciones”. Aburrida, porque los debates enconados que impiden hablar en serio son de un gris agotador. Imaginaba como se tendría que sentir alguien que lleva años escuchando hablar en unos términos que no son los de su día a día pero que, sin embargo, algunos han sabido disfrazar de esenciales.
El nacionalismo genera distorsiones curiosas. Sobre la mas que respetable base de un sentimiento (que, en tanto tal, hay quien tiene y hay quien no) se erigen construcciones a menudo tramposas. Se deja fuera del debate todo lo que no se ajuste a ese marco, se dejan para luego preguntas que en toda lógica deberían ir antes. Extraños matrimonios, curiosas prioridades. Imaginaba como se tendría que sentir alguien que intentara colocar sobre la mesa otros debates, alguien que quisiera situar en la primera fila consensos sin los cuales no se puede construir ningún país: ni uno ni otro.
Escribía el otro día Sofía Castañón que cuando uno dice “me da igual”, no quiere decir que le dé lo mismo una que otra de las opciones en liza, sino más bien que no reconoce la dicotomía. “Me da lo mismo” significa “si hablamos en estos términos, ni lo intento”. Read More