Hay una teoría en algunas corrientes psicológicas que es algo así como “del fondo y la forma”. Se ilustra con dibujitos como el de aquí arriba y viene a decir que nuestra mente (con tanta querencia como tiene por las agarraderas) se toma la libertad de percibir el mundo como sucesión de cosas con forma, como ideas que resaltan sobre un fondo que se nos antoja obvio. Pero que podríamos, por las mismas, fijarnos más bien en el hueco. Ver el fondo y entender la silueta por relación a lo que no hay.
Vamos con una reflexión de perogrullo: estar en un lugar es necesariamente no estar en otro. No estar en tantos otros, si queréis. Vamos contando el viaje con intensidad ontológica, pero eso es al mismo tiempo no decir todas las cosas que no estamos viviendo.
Siempre es así. Las decisiones dejan inexplorados caminos igualmente válidos: hay tantas cosas siempre que no vivimos, porque estamos viviendo otras.
Aprender a llevarlo es aprender a vivir, seguramente. Pero algunos días…
Yo ayer quería estar en Madrid. Era una fecha importante para alguien a quien quiero, y no estar deja un hueco nítido. Yo correteaba por aquí: que si los medios, que si la voz de mitin, que si corre-corre, que si cuántas cosas. Pero dónde no estaba pesaba tanto como ese estar.
La cosa es enormemente extrapolable. La decisión vital que supone este empeño que es trabajo pero es mucho más que eso es también una apisonadora para la vida. Va dejando hierba aplastada por todo lo que era verde. Y es normal que sea así. Ocurre con todos los proyectos que realmente marcan vidas. La intensidad tiene doble cara, y por el camino de la ilusión hay cadáveres de otras alegrías.
Y en mi caso ni siquiera es tan difícil. El momento de mi vida en que aterriza esta aventura no es particularmente complicado, puedo entregarme a la corriente. Pero, ¿sabéis cuánto admiro a alguna de la gente con la que estoy viviendo esto? La gente que tiene hijos, por ejemplo, para quienes desplazarse dos semanas a Barcelona significa neveras llenas de antemano, y vídeos por whatsapp de palabras nuevas que se están perdiendo, y conflictos de amor y prioridades que costará meses resolver. Estar aquí es una aventura emocionante, pero nada es gratuito. Y estas semanas son lo de menos, en realidad. Todas las semanas lo son. El plan de ponerlo todo patas arriba no admite horarios ni fines de semana. Las noches en las que se llega a casa demasiado tarde, el agotamiento arrastrado, la falta de atención a tantas cosas. La propia salud, a menudo. Las prioridades que solíamos tener.
No me malinterpretéis: no es una queja. Es una constatación: en las vidas de quienes van por este camino de la política con el barro hasta las rodillas, lo que solía ser forma ha pasado demasiado a menudo a ser fondo. El fondo sobre el que se recorta el runrún diario de las campañas y los titulares y los correteos.
Y, ¿sabéis? Nosiempre es fácil, y quizá esto también haya que decirlo. Porque importa. Porque determina. Porque tiene radicalmente que ver con lo que hacemos.
Aunque cada noche hagamos el empeño de convertir esta inquietud en gasolina. Y decirnos que, como mínimo, este no puede ser el año en el que nos perdimos tantas cosas.
Que, como mínimo, este tiene que ser el año en el que valió la pena todo lo que nos tuvimos que perder.
Chapó :__)
^_^
Gracias
¡Gracias a quienes estáis al otro lado!