Hace mucho que no escribo en este blog. (Escribir, lo que se dice escribir. No usarlo como cajón desastre para las cosas publicadas por aquí y por allá). Mucho, digo: años. Desde que hace cuatro ya regresé de Marruecos y publiqué un post diciendo que todo cambiaba, desde la lengua hasta los balcones.
Se ve que siempre se me ha dado mejor hacer crónicas cuando estoy en viaje.
No obstante, no han sido pocas las ocasiones, a lo largo de estos años, en las que he pensado en retomar la idea de escribir con asiduidad en esta casa del gato. Crear una categoría (me decía) que se llamase “Madrid, ciudad extranjera” e intentar mirar la cotidianeidad con los ojos asombrados que nos llevamos a los países ajenos. Tenia, incluso, en mente el primer post. Iba a llevar por cabecera una imagen: el skyline madrileño que veía cada día de camino al que era mi trabajo, que me hacía salir de Madrid en el tren mañanero de los cansados. La línea trazada a tinta de las torres que se ven cuando se deja la ciudad yendo hacia el norte. Iba a llevar por cabecera esa imagen e iba a contar las ganas de desprenderse la rutina de los ojos, de refrescar las palabras para rescatar el asombro. Read More