(Reseña publicada en la versión digital del periódico La Marea el 17 de enero de 2014).
A principios del año 1909, Elinore Pruitt tomó una decisión: abandonar su trabajo como limpiadora y lavandera en la ciudad de Denver para acudir como colona al Oeste de los Estados Unidos. El país vivía entonces un periodo de entreguerras en el que ya se auguraba el inicio de su despegue como gran potencia mundial, un camino para el que necesitaba acabar de colonizar su vasto territorio nacional, en gran medida despoblado. Por eso, el gobierno había dado cauce a una regulación que establecía que, por un precio de 15,5 dólares, se otorgara a quien así lo solicitase una amplia parcela de tierra con la única condición de que la cultivara y viviera en ella por un mínimo de cinco años. Una ley que permitía, por otra parte, que la solicitud fuese cursada por mujeres solteras, viudas o divorciadas. Read More