De la fobia a la idealización: cuando la prensa occidental se enamoró de las revueltas árabes

(No es que el gato no escriba ya. Es que tiene que estar escribiendo cosas en tantos frentes que no siempre le quedan tiempo ni fuerzas para pasarse además por aquí. Cosas para la Universidad, por ejemplo, eso escribe ahora. Algunas, se nos ocurría, encajan sin embargo estupendamente en este espacio. Por eso, nos han entrado ganas de traerlas. Así revivimos a la vez el blog y los escritos.
Este post, y el próximo que aparecerá, forman parte del trabajo que hemos realizado para una hermosa asignatura que se llama “Ideologías y expresiones culturales árabes”. Junto con mis compañeras de grupo -Reyes de Cruylles y Lorenza Petit, a las que agradezco su permiso para colgar esto por aquí- teníamos que trabajar sobre “Visiones neoorientalistas del mundo árabe”. Se trataba de escribir entradas para un blog que, sin embargo, no estaba abierto al público. Nosotros nos ocupamos de la prensa, como veréis, y nos parece que el resultado puede ser de interés más allá de la clase. Ya nos diréis).

 

Alguien te llama
desde la otra orilla
Se dirige efectivamente a ti
pero no es tu nombre
lo que pronuncia
¿Debes responder
o llamarle tú también
con un apodo de tu invención?

Abdellatif Laâbi

Lugar común: durante una década, la revista de prensa tuvo un solo, inequívoco, color. Desde el 11-S, prácticamente todo titular referido a los ciudadanos árabes o musulmanes respondía a lo que parecía casi un empeño por reforzar tres o cuatro estereotipos clave: terrorismo, machismo, fundamentalismo, subdesarrollo. En su labor de creadores de realidad, los medios occidentales parecían haber elegido en este asunto su sitio sin dejar lugar a dudas. Mensaje: «hay dos bloques, y ellos son el otro, y el otro es peligroso».

Lugar quizá menos común: durante un año, la revista de prensa tuvo un solo, inequívoco, color. Desde que Mohamed Buazizi se inmoló en Sidi Bouzid, prácticamente todo titular referido a los ciudadanos árabes o musulmanes respondía a lo que parecía casi un empeño por reforzar tres o cuatro estereotipos clave: lucha pacífica, empoderamiento de la mujer, democracia, nuevas tecnologías. En su labor de creadores de realidad, los medios occidentales parecían haber elegido en este asunto su sitio sin dejar lugar a dudas. Mensaje: «hay dos bloques, y ellos intentan ser parte del nuestro, y eso nos parece una idea estupenda».

Pregunta: ¿debemos celebrar que el que antes entendía mal porque su juicio era negativo haga ahora un juicio halagador?

¿Dejaba de haber movimientos sociales reivindicativos porque los periódicos dijeran: discriminación de género, pobreza, corrupción?

¿Deja de haber discriminación de género, pobreza, corrupción, porque los periódicos digan: movimientos sociales reivindicativos?

* * *

Los atentados terroristas de Nueva York, Londres y Madrid abrieron una senda de negatividad: en el relato del mundo islámico, Islam pasó a ser, para los medios (y con ello para la opinión pública) una palabra emparentada con alerta. En su casi inevitable tendencia a ir reproducir con en una bola imparable ideas cada vez más consolidadas, el periodismo occidental encontró que, en este tiempo, los árabes encajaban a la perfección en el papel de antagonista que toda obra teatral necesita. En el imaginario de la época, sus roles podían ser el de presunto terrorista, el de inmigrante, el de mujer velada, el de jeque del petróleo, el de simpático monarca amigo, el de amable mozo del hotel. Alguno más. Pocos más.

Las noticias positivas o tan solo diferentes simplemente se volvieron invisibles.

Islamofobia no era, al fin y al cabo, sino el sinónimo estrella de algo así como “solo el modo de vivir occidental es válido, no te salgas de la norma o te pondremos en cuarentena”. Una nueva forma de orientalismo que tenía por instrumento la obligación del miedo.

Las revueltas y movimientos ciudadanos de protesta que tuvieron lugar a lo largo del año 2011 supusieron un cambio en esta tendencia. Como en un acuerdo inesperado y tácito, la prensa occidental se puso incondicionalmente de parte de los manifestantes. Entre las primeras calles llenas de tunecinos furiosos y la portada en que la revista TIME nombró al “manifestante” ciudadano del año, cientos de noticias y fotografías cambiaron el fenotipo de los lugares comunes. De pronto, todo en el discurso sobre los árabes y musulmanes era comprensión, solidaridad, fraternidad casi. Las fotografías reproducían con rostros árabes los símbolos europeos de lucha por la libertad, los columnistas alababan al valiente pueblo hermano, la palabra dictador se volvió a poner de moda.

El análisis no era la prioridad. No se trataba de preguntarse realmente por lo que estaba pasando. Una idealización del sentimiento revolucionario árabe embargó los corazones occidentales, vía grandes titulares, llamando masivamente, por primera vez en muchos años, al apoyo a su causa.

El giro, además, no residía sólo el cambio en la imagen de los ciudadanos árabes que se estaba proyectando. También el cambio en la representación mediática de lo que es una protesta ciudadana. La solidaridad y la identificación con los revolucionarios árabes por parte de los europeos con causas similares no es de extrañar: que la Acampada de Sol instaurase en su centro una Plaza Tahrir parece un homenaje esperado y justo.

Que el ABC se alegre en portada del estallido social de un país sí es, sin embargo, más sorprendente.

Los medios, por lo general legitimadores y perpetuadores del statu quo, no acostumbran siquiera a dar noticia de las movilizaciones ciudadanas: menos aun a ponerse de su lado. En otras ocasiones, se ha tendido a descalificar los movimientos sociales bajo las etiquetas de “disturbios”, “violencia”, “antisistema“: este año, mientras los jóvenes españoles eran calificados de perroflautas y los londinenses de agitadores y criminales, los árabes aparecían en esa misma prensa como héroes salvadores de sus patrias.

Al analizar por qué, suele hablarse de intereses. Es innegable que no es lo mismo para un medio español hablar de las protestas de un país medianamente lejano que puede calificarse de dictatorial que acerca de las que en las propias calles se quejan de un sistema económico en el que él mismo está inserto. Sin embargo, cualquiera que conozca el oficio del periodismo sabe que, mucho más que las tramas internacionales de poder y las grandes multinacionales del petróleo, en la producción idealizada de las noticias sobre las revueltas árabes tiene que ver la propia idiosincrasia de la labor periodística: el cómo funciona esto de las redacciones de los medios.

Resulta que las revueltas árabes concentran lo que es, para un periodista, el cóctel indispensable de la noticia perfecta: sorpresa, algo de violencia, política pero humanidad, implicación de cambios, cierto exotismo, mujeres, constante producción de novedad… Suficientemente cerca como para que importe, suficientemente lejos como para que la rebeldía se pueda ensalzar.

Efectivamente, estas revueltas eran la noticia que ninguna portada dejaría pasar.

Así, durante días el Mediterráneo volvió a ser el centro del mundo:

A partir de ahí, de la presencia, la rueda del discurso se pone en marcha y tiene sus propios mecanismos. Decía Guy Débord en «La sociedad del espectáculo»:

El concepto de espectáculo unifica y explica una gran diversidad de fenómenos aparentes. Sus diversidades y contrastes son las apariencias de esta apariencia organizada socialmente, que debe ser a su vez reconocida en su verdad general. Considerado según sus propios términos, el espectáculo es la afirmación de la apariencia y la afirmación de toda vida humana, y por tanto social, como simple apariencia. Pero la crítica que alcanza la verdad del espectáculo lo descubre como la negación visible de la vida; como una negación de la vida que se ha hecho visible. (…) El espectáculo se presenta como una enorme positividad indiscutible e inaccesible. No dice más que “lo que aparece es bueno, lo que es bueno aparece”. La actitud que exige por principio es esta aceptación pasiva que ya ha obtenido de hecho por su forma de aparecer sin réplica, por su monopolio de la apariencia.

Es decir: para darle legitimidad y carácter de realidad a algo, a los medios les basta con hacerlo aparecer. Si aparece existe. Si existe, forma parte del mundo en que debemos creer.

La visión positiva no necesita demasiado análisis para ser creída, como no la necesitó en años anteriores la negativa. Se ofrecen en bandeja los símbolos de la adhesión. Y así, un férreo apoyo a lo que está ocurriendo vertebra durante cerca de un trimestre la información sobre el mundo árabe. Los periódicos, sin que sirviera de precedente, estuvieron a favor de las caídas de los poderosos, a favor de la razón común.

Sin embargo, uno de los problemas de la homogeneización es que no resiste la complejidad. El estar informando sólo desde la visión idealizadora, irreflexivamente simpatizante, suponía de manera inevitable que las expectativas creadas serían decepcionadas. Todo enamoramiento delirante tiene su momento de desamor.

Esa función vinieron a cumplirla Libia, Siria y los triunfos electorales islamistas.

En pleno flechazo occidental con las revueltas y los revolucionarios, la situación libia fue un jarro de agua fría. Cuando empezó a ser imposible sostener que los llamados rebeldes eran lo mismo que los manifestantes de Tahrir, los periódicos tuvieron que responder. Aquí, de nuevo, puede hablarse de intereses, pensar que en el discurso acerca de la guerra libia hay mucho del reflejo del manejo de dineros en la trastienda. Pero eso ocurre a niveles más altos. En la redacción, un periodista es alguien que cree en la objetividad, no alguien que piensa en Repsol mientras redacta su noticia. Es alguien, también, por lo general, que tiene interiorizada en mayor o menor medida una concepción del mundo en cierto modo maniquea a inamovible, esa en la que las cosas deben ser de cierta manera y hay buenos y malos, listos y tontos según se cumpla o no con determinados patrones de comportamiento.

Un manifestante usuario de facebook los cumple.

Un islamista muy votado quizá no.

El discurso de la prensa occidental acerca de Libia, de Siria, de la continuación de lo que ocurría en Egipto o Túnez fue el de la caída del sueño. Al haber idealizado los hechos, obviando sus complejidades y contradicciones para presentar una unívoca imagen de progreso (de adecuación a los cánones de quien escribía), la salida a la luz de la verdadera naturaleza -inevitablemente heterogénea y cambiante- de un puñado de los procesos fue para los medios y sus lectores un momento de decepción.

Las portadas que con entusiasmo desmedido habían elogiado, sin reflexión y de manera homogeneizadora, decían ahora (sin reflexión y de manera homogeneizadora una vez más) algo así como: «ah, no, finalmente no era tan bueno, ya nos parecía raro».

Porque, además, ocurre que, en el periodismo, el tiempo invierte el cóctel de lo que era la noticia perfecta. Lo que era sorpresa pasa a ser repetición. Lo que era exotismo pasa a ser inquietante diferencia. Lo que era constante producción de novedad pasa a ser una demasiado complicada multiplicación permanente de factores a tener en cuenta.

Cuando las cosas no pueden reducirse a una visión homogénea, el modo de darse de los medios de comunicación obliga a dejarlos caer en el olvido. No es siquiera una cuestión de decisión.

Todos los jefes de redacción lo dicen: «otro muerto no es noticia».

Cómo se escribe una Constitución, cómo se constituye un nuevo Parlamento, cómo se reconstruye lo derruido, cómo se es mujer en el día a día que no graban las cámaras, cómo se muere en incesante goteo… todo eso no es materia para el periodismo de nuestro tiempo. Todo eso no es carne de titular. No puede ser reducido a una sola línea de pensamiento.

Y los gráficos comienzan a desplomarse:

* * *

Durante un año, la región árabe estuvo en el centro de mundo. El orientalismo de 2011 fue idealizador, una imagen ensalzada vino a sustituir a una década de cotidianos insultos gratuitos.

Ahora que los medios van calmando su furor… ¿quedará el poso?

¿Vendrá ahora una década en que todas las noticias sobre el mundo árabe respondan a lo que en Occidente se entiende como normativo y deseable, igual que antaño respondieron a lo que se entendía como amenazante y merecedor de ser erradicado?

Poner la etiqueta de la idealización responde al mismo mecanismo que poner la de la fobia, aunque el resultado parezca más favorable.

Advertía Jesús Martín Barbero en esa historiografía del cómo-percibimos-lo-que-ocurre que es “De los medios a las mediaciones“:

Atención, porque la trampa está tanto en confundir el rostro con la máscara —la memoria popular con el imaginario de masa— como en creer que pueda existir una memoria sin un imaginario desde el que anclar el presente y alentar el futuro. Necesitamos de tanta lucidez para no confundirlos como para pensar las relaciones que hoy, aquí, hacen su mestizaje.

Cuando queremos contar, celebrar, alentar procesos como los de las revueltas árabes, convendría tal vez tener en cuenta esta distinción (por más que el imaginario de masa nos resulte esta vez agradable, y más cómodo reproducirlo sin abrir la brecha de las puestas en cuestión).

Se impone prestar oídos a la memoria popular, inevitable relato de complejidades y contradicciones que no ahorra frustraciones, decepciones y derrotas.

Sólo bajo esa luz pueden las alegrias, esperanzas y victorias cobrar su verdadero sentido.

No hay relato más favorable que el honesto.

Sólo si llamamos con el nombre acertado podrá el que responde desde la otra orilla establecer con nosotros una conversación merecedora de tal nombre.

One thought to “De la fobia a la idealización: cuando la prensa occidental se enamoró de las revueltas árabes”

  1. que razón tienes laura no hay “relato” + favorable que el honesto. pero eso es un “relato” el periódismo ¿que es ? eso que tu dices una mujer muerta +”ya no interesa un “fraude + “ya n……..” un anciano engañado+, “ya no… .SIEMPRE ME PREGUNTÉ COMO ES QUE CUANDO UN PISO SE INCENDIA EN BADAJOZ P.EJ. AL DÍA SIGUIENTE OTRO EN NO SE DÓNDE Y ASI 15 DÍAS. UN VIOLADOR DE ANCIANAS HOY MAÑANA OTRO Y ASÍ 15 DÍAS DESAPARECÍA LAS NOTICIAS ERAN POR TEMPORADAS QUE COSA ES QUE DERREPENTE EL “SUJETO” DE ESAS NOTICIAS ERA EL MISMO Y SE CONVIRTIÓ EN HERMITAÑO?.aHORA DENTRO DE UNOS AÑOS QUE VA A OCURRRIR? VOLVEREMOS A DAR LA VUELTA SERÁN LOS ORIENTALES LOS + PODEROSOS………

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