Hastaluego, Maroc.
Salam aalaikum, Madrid.
Cambia, todo cambia.
Ha cambiado el sabor del pan y el color del asfalto. Ha cambiado, en los últimos días, el idioma que escuchamos por las calles, la dureza del agua de ducha, el ruido de fondo, la velocidad de conexión.
Han cambiado los diarios en los quioscos, los quioscos mismos, la forma de apiñarse en torno a ellos de los que se paran.
Gatos por perros, en los paseos.
Hemos dejado a Youssef Ibn Tachfine descansar en paz y ahora vivimos en una calle que homenajea al Marqués de Toca.
En vez de una planta de hierbabuena en un balcón grande, hay una maceta con pensamientos en un balcón pequeño. En vez de lirios y aves del paraíso, en el salón hay girasoles y margaritas.
En vez de las despedidas, las bienvenidas.
Cambiamos el cuscús por las bravas y las teteras por los botellines. Cambiamos el comino por el laurel.
Ya no hay que preguntarse antes de entrar en los bares: ¿aquí tendrán cerveza? Vuelve a haber que preguntarse antes de quedar: ¿con cuánto tiempo de antelación tengo que salir de casa?
Cambian los habitantes de la cotidianeidad (que no los del alma, por supuesto).
Ya no hay que bajar a la cabina, pero va a haber que ubicar los puntos con mejor cobertura de la casa.
Por la noche no nos despierta el muecín sino quienes vuelven de fiesta. Por la mañana no nos saluda el afilador sino las conversaciones telefónicas de los vecinos. El camión de la basura tiene, a eso de las cinco de la madrugada, la misma voz familiar en todas partes.
Debajo de casa no hay un gorrilla, pero hay dos bares de tapas.
Cambiamos una cama dura por una cama en un altillo. Dos mtarbas azules por un sofácama rojo. Un hall donde se podía jugar al fútbol por un estudio que al fin y al cabo no es tan pequeño para cómo está la cosa.
Al ladito de casa no tenemos la medina y el faro, sino Lavapiés y Huertas.
El gato puede volver a casa andando y solo a cualquier hora. Y menos mal, porque aquí no puede permitirse los taxis 😉
Hay otra panadería para dejarse tentar. Hay otra librería del barrio.En las cafeterías pedimos un terrón de azúcar más, en vez de unos cuantos menos.
Cuando abrimos los ojos a la hora de siempre, a la que últimamente se nos hacía buena para trabajar, descubrimos con sorpresa que aun no ha amanecido.
Hemos cambiado el criterio decisor de qué ropa ponerse, el paso al andar por las calles. Hemos cambiado, intentando mantener íntegras nuestras siete vidas, la manera de cruzar la carretera.
No podremos seguir en tiempo real qué pasa con el 20 de febrero, pero estaremos al fin en el corazón del 15 de mayo.
Hemos cambiado la hora en el ordenador, la tarjeta del teléfono, fulares por tirantes.
Han cambiado muchas cosas del paisaje. Muchas del paisanaje.
Unas rutinas sí, otras no.
En los últimos días, efectivamente, muchas cosas han mudado de rostro. Por lo demás, me comenta el gato que a esto de los cambios de tejado una nunca termina de acostumbrarse.
Hasta luego, Maroc. Salam aalaikum, Madrid.
A ver qué tal se nos da.
Hey! Bienvenida! Te veo pues en Sol y alrededores… Avisa y cerveceamos en una desas! Bezoz!!
Ole! Perfecto plan. Nos vemos en el primer lío de esos pues… 😉 Un abrazo!
Que bella manera de narrar este cambio. Que Madrid te abrace en esta nueva etapa. Aquí, otra niña parta para allí pero desde Buenos Aires. Algo tiene esa ciudad, algo tiene.
Si no fuese ágrafo habría intentado contar lo mismo pero me saldría peor, claro. ¡¡qué guapo!!, es lo que tiene saber ver, sentir lo que se ve y saber contarlo. Un beso
Maki: bienvenida también!
Lucas: es lo que tiene que le hagan a una el trabajo sucio, que así cualquiera escribe… 😉 Besu!
¿Ya estás aquí? ¡Llamémosnos! Quiero saber de tu vida…
Señor González, qué sorpresa! Aquí andamos, sí… Los escenarios no te traen a Madrid próximamente? Cuando quieras charlamos. Abrazos!
Tanto tiempo perdido, y aún la fuente derrama el agua.
Enhorabuena otra vez por tu maravilloso premio. Veo como mis “cálculos” se están cumpliendo y cada vez serán más y mejores, estamos muy orgullosos de tí.Un abrazo COLE
Muchas gracias Coleta! Un abrazo.