Cuando andábamos buscando idiomas comunes, nos tropezamos, por ejemplo, con que hay lenguas que nombran a dios todo el tiempo. El árabe, naturalmente, es una de ellas. Por eso, como no nos gusta andarle haciendo menciones a un señor con el que no acabamos de simpatizar, cuando llegamos aquí al gato y a mí nos resultaba especialmente difícil decir algunas cosas.
Tratábamos de evitar toda expresión que contuviera la palabra Allah. Eso, naturalmente, nos complicaba un poco el día a día.
Particularmente en dos ocasiones.