No temas a lo que ha estallado.
Si has de hacerlo,
teme a lo que aún no explotó.
(Suheir Hammad)
En este momento, en alguna estancia de un palacio, el rey Mohamed VI se deja acicalar. En cosa de media hora, todas las cámaras le estarán apuntando. Esta noche, a las nueve, el rey de Marruecos presenta, en vivo y en directo para todos ustedes, el borrador de la nueva Constitución con la que ofrece una respuesta a las protestas populares que desde febrero tienen agitado a su pueblo. Dicen las voces oficiales que es una constitución “más justa”. “Más democrática”. “Más moderna”.
La pasada madrugada, en la ciudad de Buarfa, en el noroeste del país, diez militantes asociativos y sindicales fueron condenados, tras diez horas de juicio, a penas de entre dos años y medio y tres de cárcel, por su actividad subversiva.
Así está el patio.
* * *
Desde que escribimos por aquí acerca de los jazmines tunecinos, han pasado unos cuatro meses y sobre todo muchas cosas. En dieciséis semanas, nuestras percepciones han cambiado, el imaginario se ha visto sujeto a un vuelco de nombre. Hemos pasado de la incontenible alegría esperanzada por Túnez y Egipto a la tristeza por Libia, al miedo por Siria, la intriga en lo que concierne a Bahrein, la prudencia cuando se habla de Yemen. La incertidumbre también, ahora, por Túnez. La expectación que nos produce un Egipto cuya reconstrucción cotidiana lo pone en el filo.
En estos cuatro meses, también en Marruecos las cosas han ido dando brincos. Tejiendo. Haciendo raíz. Levantando su propio calendario.
Mientras, el gato y yo hemos estado callados, como quizá no esperabais.
Hemos estado callados mientras la gente salía a la calle.
Hemos estado callados mientras los compañeros marroquíes estructuraban las razones de su lucha.
Hemos estado callados mientras la policía daba ostias a mansalva.
Hemos estado callados mientras el Gobierno proponía reformas y en el norte se inmolaba una mujer.
Hemos estado callados mientras se entregaba el borrador de una nueva carta magna y en el sur moría un joven a causa de los golpes recibidos.
Hemos estado callados.
Entre la vergüenza y la culpa por no escribir, callados.
Entre el miedo a equivocarnos y la inseguridad del no saber, callados.
Entre la seguridad de estar trabajando y la sonrisa de sentir que antes o después se lograría contar bien, callados.
* * *
Este blog lleva por encabezamiento y casi lema un refrán puesto en duda. «La sabiduría popular tiene un subconsciente traidor», decíamos cuando lo echamos a rodar. En estos meses que llevamos callados, el gato y yo hemos concluido que hay otra frase hecha en la que ya no podemos creer: nunca más asumiremos que es fácil «mirar los toros desde la barrera». Quizá hasta empecemos a emplearla para referirnos a aquellas situaciones en las que observar algo resulta complejo, desasosegante e inquisidor.
Marruecos está, ya sabéis, en una especie de cuerda floja, o tal vez en una ventana, o quizá en el umbral de una puerta. No puede abstraerse e ignorar lo que sucede en los países vecinos. Pero no parece tampoco dispuesto a lanzarse con igual vehemencia que ellos al océano de los cambios.
Mientras todo eso ocurre, el gato y yo, desde nuestra atalaya de barrio cómodo en la capital, miramos los toros desde la barrera que supone ser extranjeros en un cruce de caminos.
Cada vez que hay una manifestación, dudamos si salir a la calle: «¿es moral mirar desde un café cómo otros se juegan el tipo? ¿es legítimo acercarse más a los manifestantes? ¿debo ser audaz testigo o ser respetuoso huido, si empieza a llover leña?».
Cada vez que hay una conversación, dudamos de cuánto involucrarnos: «¿con qué derecho me atrevo a dar opiniones sobre una pelea que ni siquiera me incumbe? ¿estaré siendo eurocéntrica en este comentario? En serio, ¿me estoy enterando de algo?».
* * *
Aparece entonces la dificultad de escribir (que ya habéis visto quienes visitáis con cierta constancia a este gato). Una sombra espesa y molesta, la inmensa dificultad de escribir.
En estos cuatro meses hemos ido acumulando recortes sobre la mesa, enlaces con estrellita en la bandeja de gmail.
Los atravesaba a todos la sensación constante es que no entendemos nada. Cuando creemos haber agarrado una pizca de comprensión, algún comentario, alguna revelación, algún dato, nos la arrebatan sin piedad. «Nadie sabe qué va a pasar» es la frase más repetida.
«Tengo razones para sostener que la verdad anda zascandileando como un canguro que ha extraviado a sus crías», dice el poeta Juan Carlos Mestre. Cada vez que hablamos nos sentimos inseguros, toda opinión tiende últimamente al error. Cada vez que hemos creído tener escrito un artículo adecuado, algo ocurría y todo requería de pronto ser contado de otra forma.
Concluimos entonces que cuando una no es lo suficientemente rápida, sólo cabe ser enormemente lenta. Fuimos dejando el artículo madurar a su lento ritmo.
* * *
Ayer volvió a ocurrir. En las últimas semanas hemos estado trabajando en especial profundidad la actualidad marroquí (viviéndola, leyéndola) para cumplir con propiedad un par de encargos. Los apuntes a medias con el gato iban tomando, paralelamente, también forma para salir a la luz aquí.
El artículo estaba casi listo.
Y ayer, Mohamed VI, rey de Marruecos anunció que hoy haría públicas las líneas maestras de su borrador constitucional.
Nos vinimos abajo: “ha vuelto a pasar. Otra vez a la mierda todo lo escrito”.
“Pero no”, dijimos luego. De eso nada. Hemos escrito sobre cuatro meses. Lo que quiera que pase hoy no cambia nada. Es solo un punto más en una línea.
“Es más”, dijimos: “today is the day”. El artículo está listo. Pase lo que pase.
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En estos tiempos inestables como un equilibrista borracho, las palabras tienen un peso mayor aun de lo habitual. Y entonces, como decíamos, no sabemos escribir. En este silencio me ha venido reafirmando estas semanas el silencio de los demás. No escribía en su blog mi antiguo vecino y colega Antonio Navarro (lo hizo solo hace unos días). No escribían sobre el tema Xavi ni Lina. Sólo Zacarías García había subido algunas fotos a su espacio, y han sido apenas un par de los tantos y tantos cientos que seguro tiene en casa.
No me escudo el silencio de mis vecinos como justificación, sino que lo señalo porque, a nuestro entender, importa. Aquí, como en la música, como en el amor, el silencio también es un signo cargado de significados.
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Pero, dice Lawrence Durrell en su Cuarteto de Alejandría, «¿acaso no depende todo de nuestra manera de interpretar el silencio que nos rodea?».
Ha llegado el momento. Vamos a intentarlo: interpretar el silencio que nos rodea.
Para ello, hemos optado por, simplmente, poneros en las manos los trozos, los desgarrones, de todos los papeles que hemos roto en estas semanas, de todos los artículos que no escribimos. Os dejamos un collage de percepciones hecho con los recortes acumulados de periódicos, los enlaces que al fin podremos borrar, las fotos que no hicimos, todos esos pensamientos.
Ha ido engordando, el lento artículo. Se ha llenado de citas y de enlaces y de preguntas y de asociaciones de ideas.
Ya era más que un post. Largo y denso, no se prestaba al formato habitual.
Así que en los próximos días, el gato os irá sirviendo una crónica por entregas. Unas cuantas entregas… un folletín de actualidad, una telenovela sociopolítica. Hablaremos de las calles y de los palacios, de la Constitución y de las pancartas, de las mujeres y los periódicos, de terrorismo y de patriotas.
No tenemos ninguna respuesta, pero queremos contaros lo que estamos viendo desde aquí, desde la barrera.
Mañana, el capítulo uno.
No creáis que no estamos nerviosos.
* * *
17 de junio, 21h.
El rey sale a escena en la televisión.
Diez activistas entran en la cárcel.
“La verdad anda zascandileando como un canguro que ha extraviado a sus crías”.