Que no escribamos por aquí no quiere decir que no estemos escribiendo. En las últimas semanas, el gato y yo hemos estado más que enfrascados en todo un batiburrillo de cosas.
Tenemos pendiente hace mucho volver a este blog con una crónica de lo que está pasando (¿de lo que no está pasando, deberíamos decir mejor?) en esta primavera marroquí, pero no es fácil. Siempre que el artículo está listo, una cena con alguien que sabe más que nosotros, un artículo oportuno que nos caiga en las manos, un comentario oído al paso en la calle o en el facebook, vuelven a ponernos en el punto de “carajo, no, está todo mal, realmente no habías entendido nada, esta clave hay que tenerla en cuenta también”.
Y mientras las claves se acumulan como si conserváramos la esperanza de poder abarcarlas todas y el artículo crece y se eterniza en su cajón, el gato parece, lo sé, haber enmudecido. Pero es que ya bastantes pamplinas se dicen como para añadir aun más paja a esta sobreinformación constante.
El problema es que, si de eso no logramos hablar, no somos capaces tampoco de obviarlo y ponernos a charlar de los viajes al mar, de las despedidas y los encuentros, de la vida, que, en suma, florece entre manifestaciones. Porque sabemos que es de ellas de las que queréis escuchar.
Por todo, intentando ponerle poco a poco fin a ese silencio, mientras preparamos las maletas para una semanilla en España que esperamos nos aclare (con eso de la distancia) las ideas lo suficiente como para tener la crónica lista al regresar, queríamos dejaros por aquí un par de cosas. Para irnos desperezando.