“Que un solo traidor puede con mil valientes…”

Estos días están pasando en este país y en lo que no es este país tantas cosas, y tan negras, que le han comido la lengua al gato.

No cree saber ni poder contar nada. Ya tenéis google para los hechos (sólo tenéis que poner “El Aaiún” en su cajita si no sabéis de qué os hablo), vuestra cabeza y de nuevo google para deducir la situación-papel-posición de la prensa y los periodistas en el enredo, y la intuición (sin google ahora) para imaginar todo lo que querría escupir aquí como un minino enfermo de rabia.

Es que hay cosas que son tan grandes y tan feas que una no tiene nada que decir, poco que aportar. “Lo que está a la luz no necesita candil”, responde siempre en estos casos un amigo.

Pero tampoco quiere callarse, el gato. Yo creo que no sabe. Callar es consentir, como asumir que no te enteras es asentir, y no vale.

Total, que, enfadado y triste, sólo se le ocurre dejar por aquí un par de poemas, una canción. Ya sabéis: él habla así.

Y luego  se queda mudo, mirando pa’ dentro, pa’ donde el mundo se pinta de otra manera.

POR QUÉ ESCRIBIMOS

Uno hace versos y ama
la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,
la instauración de la alegría
que profetiza el humo de las fábricas.

Uno tiene en las manos un pequeño país,
horribles fechas,
muertos como cuchillos exigentes,
obispos venenosos,
inmensos jóvenes de pie
sin más edad que la esperanza,
rebeldes panaderas con más poder que un lirio,
sastres como la vida,
páginas, novias,
esporádico pan , hijos enfermos,
abogados traidores
nietos de la sentencia y lo que fueron,
bodas desperdiciadas de impotente varón,
madre, pupilas, puentes,
rotas fotografías y programas.

Uno se va a morir,
mañana,
un año,
un mes sin pétalos dormidos;
disperso va a quedar bajo la tierra
y vendrán nuevos hombres
pidiendo panoramas.

Preguntarán qué fuimos,
quienes con llamas puras les antecedieron,
a quienes maldecir con el recuerdo.

Bien.
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.

(Roque Dalton)

*  *  *

Joven, ¿sabe qué sigue causando tanto dolor a nuestro pueblo? No es la gente que perdimos, ni la tierra, es saber que nos odiaban tanto. ¿Quién era esa gente para odiarnos así?”

(De la película “Ararat“, de Atom Egoyan)

*  *  *

Esos que exiliamos a los confines
¿qué han hecho de su vida
qué han hecho de su memoria
qué han hecho de la esperanza
que ardía en el trayecto de sus venas?

Qué desesperación, qué herida
han inscrito los hombres en su carne
para callarse así
y que se calle en ellos tan oscuramente
el eco sin fin de sus sueños desgarrados?
(Bernard Mazo)

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