La universidad a la que yo iba en París era una muy seria. La gente se ponía traje de corbata para las presentaciones de clase y todo el mundo se tomaba los exámenes como pequeños Juicios Finales. La gente decía de sí misma ser las élites de Francia, y miraba con reverencia las orlas antiguas en las que salían presidentes del gobierno.
Por eso, me acaba de hacer mucha, mucha gracia saber que un grupo de sus alumnos ha puesto en marcha la redacción de una revista erótica.