PRÓLOGO:
Imagináos un médico que tras cada curación dijera: “bueno, ya está hecho, este hombre va a morir”. Un arquitecto que rubricara sus tejados gritando: “¡venga, listo para caerse!”. Un profesor de matemáticas satisfecho con enseñar a sus alumnos tablas erróneas de multiplicar.
Hay un oficio, sin embargo, supuestamente recopilador de las palabras que cuentan con verdad, en el que cotidianamente se pide a la conciencia acabar la jornada diciendo: “ummmm, esto no era exactamente así, así que seguramente lo he hecho bien”.
No me malinterpreten, no estoy quejándome, que diría el otro. No me digan que esas son las reglas del juego, no me las expliquen, sobre todo no me las expliquen otra vez, por favor, que ya las entendí -en fin, no son tan complicadas-.
Lo que pasa es que, ¿sabéis que pienso? Que hay dos oficios distintos, muy distintos, a los que erróneamente se les da el mismo nombre, ese que tenemos que poner los de mi oficina en la casilla “profesión” de los formularios. Uno es ese que tiene más de activista y de orfebre y de hilador y de enfermero y de estudiante y de cartero que separa con cuidado las cartas de los presos para llevarlas antes. El otro, aquel que se parece más al de publicista y al de pregonero y al de comerciante y al de emisario del rey. Sin acritud, sin acritud: simplemente digo que son cosas distintas. Se me ocurre que igual el problema, ya os digo, pueda ser que por ahora, por un error parecido a los que cometen los biólogos cuando tardan en diferenciar con nombres latinos dos ramas de una especie que la evolución ya diferenció hace siglos, se siguen llamando igual. (Para más sobre estas preocupaciones, leí estos días un artículo que, una vez más…)
Eso: que se siguen llamando igual, y los principiantes como yo corremos el riesgo de equivocarnos. Y postular para uno cuando pretendíamos postular para el otro.
Como si uno quisiera ser justiciero y se hiciera juez. Como si uno quisiera ser maestro y se viera de pronto investido contramaestre.
(FIN DEL PRÓLOGO)
* * *
El viernes estuve en un lugar muy interesante. En Casablanca, escondidas de las banderas, ocho intelectuales, ocho mujeres, se reunían para pensar, bajo el epígrafe “Diversidad y ciudadanía”.
Sí, realmente era muy interesante. Pero hay un problema, y es que en la segunda acepción del nombre del oficio este al que dedico mis jornadas (ver prólogo), “la actualidad manda”, “tú no estás aquí para levantar acta de las grandes verdades que pueda decir esta gente” y “por lo que nos pagan es por vender”. Entonces, todas las propuestas con las que estas mujeres se esforzaban en hacer mejor el mundo quedan reducidas, mis fariseas palabras mediante, a un titular hecho de, por y para mantener prejuicios.
El caso es que a una le gustan estas cosas, y le parece importante, interesante, contar. A veces se le olvida que se equivoca cuando piensa que trabaja para la primera acepción del oficio.
Y como lo que quiero decir es que NO CREO que este tipo de encuentros, de discursos, de ideas, de iniciativas y de maneras de pensar el mundo (que las ideas, y el pensar y el disentir, en definitiva) no puedan -como dicen- ser materia para una posible crónica reposada que escribir con tiempo y respeto y leer con gusto y aprendizaje, aquí os dejo lo que a mí realmente me hubiera gustado contar.
Otra hermosa no noticia.
Intelectuales españolas y marroquíes se encuentran en Casablanca para buscar en el feminismo claves para abordar los problemas que plantea la convivencia de culturas
Casablanca (Marruecos), 26 abr .- Ocho intelectuales españolas y marroquíes se reunieron el pasado viernes en el Instituto Cervantes de la ciudad marroquí de Casablanca con una misión: buscar en el pensamiento feminista claves para abordar los problemas que plantea en las sociedades actuales la convivencia de culturas distintas.
“Hay que pensar una ciudadanía que tenga en cuenta la diversidad étnica, social, religiosa, pero también las situaciones personales, la identidad sexual…” resumió una de las participantes, la abogada española Ana María Ruiz Tagle, para señalar que “el feminismo es el pensamiento mejor preparado para ello”, porque “se ha construido desde la diversidad -de género- frente a un pensamiento dominante”. “Y también por su carácter crítico”, añadió la abogada, antes de que su compañera de mesa, la filósofa Amelia Valcárcel siguiera enumerando ventajas: “las feministas podemos estar orgullosas, porque hemos hecho todo este camino sin violencia, mientras que otros movimientos que no logran nada han llenado el mundo de sangre”.
“El feminismo ha logrado todo sin un solo muerto”, aseguró, “sólo argumentando, e intentando no dar pasos atrás”.
Por todo ello, reunidas bajo esa idea, mujeres de trayectorias diversas, como la jurista marroquí Malika Benradi (una de las artífices de la ley “Mudawana”, que introdujo en 2004 mejoras en la situación de las marroquíes), su compatriota la activista Nabia Haduch, o las políticas españolas Francisca Sauquillo y Carmen Romero expusieron sus visiones del feminismo y del multiculturalismo, intentando encontrar en las luchas ya veteranas pistas para los nuevos conflictos.
El enlace entre ambos vino dado fácilmente, por uno de los acontecimientos recientes que ponen de relieve esas dificultades que puede plantear la gestión de esa convivencia: las polémicas sobre el velo islámico en los lugares públicos.
Sobre esto, Amelia Valcárcel se mostró tajante: “defender una tradición pre-moderna desde los concepto modernos de tolerancia y derechos es un anacronismo”, afirmó, para señalar que “si alguien no quiere comer cerdo o quiere enterrarse sin ataúd, no hay problema, porque no toca ningún derecho humano, pero cuando dice que la mujer es inferior al varón, está violando el derecho a la igualdad, y no solo el suyo, sino también el mío”.
Se refería con ello al caso de la joven a la que se prohibió vestir en clase el velo islámico en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón, y que no es, a su entender, un debate entre derechos, ya que asistir a clase “no es un derecho, sino un deber que esa chica tiene que cumplir”. “Debe asistir a clase, y debe asistir sin la pañoleta”, afirmó la pensadora, que explicó que “esa persona sabía que hay lugares que están exentos de símbolos religiosos, y además tiene otro centro a 500 metros en que las condiciones son otras y no quiere ir, así que lo que está haciendo es una provocación”.
Ante esta opinión, otra de las participantes, la marroquí Asma Lamrabet, tenía algo que decir. “Se pone siempre a las mujeres musulmanas como víctimas las que hay que liberar”, protestó la pensadora, autora del libro “El Corán y las mujeres, una lectura de liberación” y que defiende una “tercera vía” feminista que “ no quiere prescindir de las tradiciones y la espiritualidad pero tampoco de las aspiraciones de igualdad de la vida moderna”. “Las mujeres musulmanas siempre son el objeto de estudio de hombres y mujeres blancos occidentales que hablan de lo que les pasa, de por qué sufren, en lugar de darles la palabra a ellas mismas”, criticó Lamrabet, que pidió que se recuerde que “las mujeres musulmanas no son los estereotipos que se tienen de ellas”.
“Para nosotras, la emancipación llegó de la mano del colonialismo, así que es lógico que haya sectores que desconfíen de ese modelo”, recordó.
A Valcárcel no le convenció el argumento, aunque dejó puertas ligeramente abiertas: “los caminos entre la falta de libertad completa y la libertad en el grado en el que la entendemos pueden ser sinuosos. En muchos países musulmanes hay jóvenes que se están poniendo el velo porque puede ser más fácil para una chica de catorce o quince años que quiere ir a la universidad, tener un trabajo, decirle a su padre que ella es piadosa en muchas maneras y que no va a llevarle la contraria. Pero si ocurre en nuestras propias sociedades, sería ir hacia atrás”.
Pero no todas las participantes tenían respuestas tan tajantes. La marroquí Malika Benradi lanzó sobre todo preguntas: “Hay mujeres veladas qe reivindican ser feministas y musulmanas. ¿Pueden estas feministas ser una alternativa o no harán sino retrasar el desarrollo?”.
“El debate no lleva solo a la especifidad cultural, sino a las raíces de la sociedad patriarcal”, señaló, antes de abrir una nueva vía: “tenemos derecho a preguntarnos si el laicismo y la democracia garantizan la igualdad de hombres y mujeres. Es un tema complejo especialmente en el mundo árabomusulmán, en el que el sistema patriarcal se mantiene”. “¿En qué el encuentro de diversas culturas va a poner en cuestión la filosofía igualitaria del feminismo? ¿Este no trata más bien de la apertura al otro?”, siguió inquiriendo. Para llegar a una sola conclusión: “Vamos a asistir a un debate profundo que comienza a interrogar cada vez más esta cuestión cultural, porque anteriormente todo se llevaba al terreno de la igualdad”.
Precisamente el debate al que se dedicó esta segunda edición de la jornada “Diversidad y ciudadanía” en su tarea de encontrar claves de convivencia. Las vías, también diversas: desde las propuestas legisladoras de Haduch a los análisis conciliadores de Sauquillo; del anecdotario de Romero de situaciones en las que tuvo que “negarse a aceptar por caridad lo que debe ser dado por justicia” a la militancia laicista y racionalista de Benradi. Desde su experiencia, las ocho mujeres propusieron sus muy variadas visiones, siempre en una línea que la ministra marroquí de Desarrollo Social, Familia y Solidaridad, Nuzha Skali, resumió cuando afirmó que “ante la diversidad hay que hacer retroceder la tentación, que es grande, de reducir las cosas a una sola dimensión”.
Para ayudar a conseguirlo, Ruiz Tagle, que criticó que “siempre se ha organizado la convivencia de la gente desde la homogeneidad”, tenía un consejo:
“Yo recomiendo colocarse siempre que tengamos una duda, en el lugar del otro. Así, se aprende a vivir en igualdad”.
“No me hace falta vestir así para defender mis derechos”.
No le hace falta a nadie ir de vaqueros rotos, ni con una camisa de lino, para proclamar su ideología. No hacen falta colgantes con el símbolo de la paz, ni canciones de jhon lennon, para ser conscientes del absurdo de la guerra. ¿Llevas velo, no llevas velo? Es la punta del iceberg, de un iceberg que no es exclusivo del mundo islámico. Quizás la conciencia de un problema no sea lo suficiente, pero desde luego es el principio. Y no siempre hacen falta los medios “oficiales” para hablar de ello.
A veces la chispa se enciende sola. Al fin y al cabo, sigue siendo cosa de ponerse a pensar…