El amor en tiempos del móvil…

… es igualito al del tiempo de las cartas 😉

Uno no puede, al comienzo de una amistad con una mujer, e incluso si esta no va a desarrollarse en adelante, separarse de esas primeras cartas recibidas. Uno quiere tenerlas todo el tiempo junto a sí, como bellas flores recibidas, todavía frescas, y que uno no deja de mirar si no es para olerlas más de cerca. La frase que se conoce de memoria es agradable de releer y, en las aprendidas menos literalmente, uno puede verificar el grado de ternura de una expresión. ¿Ha escrito ella: “vuestra querida carta”? Pequeña decepción en la dulzura que se respira, y que debe ser atribuida sea a que se ha leído demasiado rápido, sea a la escritura ilegible de la interlocutora; ella no ha puesto: “vuestra querida carta”, sino “viendo aquella carta”.  Pero el resto es tan tierno. ¡Oh! ¡Que vengan flores iguales mañana!

Luego eso ya no es suficiente, harían falta confrontar a las palabras escritas las miradas, la voz (…)

(“En busca del tiempo perdido”, M. Proust)

¿No?

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